El Sábado 2 de Julio apareció en un conocido diario de derecha de circulación nacional una columna del abogado Juan Carlos Eichholz, panelista del programa Tolerancia Cero, reconocido exponente del neoliberalismo pragmático chileno y miembro de la congregación religiosa Legionarios de Cristo.
Su opinión se iniciaba con la interrogante “¿Hacia dónde te llevan, Camila? Y a grandes rasgos señalaba que el movimiento estudiantil está llegando al extremo en la misma línea del “se pasaron de la raya” que planteó Lavín durante el fin de semana, sin apertura al diálogo, irresponsable en su accionar al no hacerse cargo de la realidad, antidemocrático, donde incluso se están privilegiando intereses personales por sobre una mirada país.
Al respecto, me gustaría señalar Sr. Eichholz que si hay algo que debemos reconocer en la política, es que no se puede esperar posiciones homogéneas ni estáticas dentro del conjunto de personas que la configuran, menos que se quede en lo meramente superficial y no se vea impulsada a cuestionar el origen de los problemas que se empeña en resolver.
Tratar de demonizar a los movimientos sociales cuando adquieren planteamientos políticos o más radicales es, además de no entender nada sobre los movimientos sociales,intentar imponer una postura ideológica, el gremialismo, a una gran mayoría pensante y activa. Es en definitiva, perder el tiempo señor Eichholz.
La gente no es tonta, como ustedes suelen pensar, o de muy fácil manipulación ante los medios, la gente ve en la serie de acciones y declaraciones desesperadas de algunas autoridades de gobierno e intelectuales del oficialismo, que existe un temor muy grande por enfrentar de manera transparente este conflicto.
Se percibe lo asustados que están porque los temas que lograron hacer “tabú” hoy se vuelven a plantear dentro del debate nacional, porque este movimiento ha superado las limitaciones del gremialismo y ha adquirido un espíritu y conciencia de real transformación, porque hoy no tienen cómo seguir sosteniendo ni con argumentos ni en base a la evidencia, un modelo, un experimento neoliberal que durante 30 años viene demostrando su más absoluto fracaso en el ámbito educacional, por decir lo menos y no me diga que la “masificación” de la educación superior es la fiel demostración de que se avanzó por el camino correcto, pues sería absolutamente miope de su parte.
Déjeme decirle además Sr. Eichholz, para que se informe un poco mejor, que este movimiento no sólo ha estado dispuesto a dialogar, sino que ha solicitado un verdadero diálogo con el ministerio.
El problema es que no existen verdaderos diálogos donde se denosta la postura del interlocutor, donde hay temas que no se quieren abordar, donde no se transparentan intenciones o donde se condiciona el diálogo a la postura unilateral de quien no quiere ceder sus intereses particulares para atender a las necesidades y demandas de la gran mayoría.
Hace rato que eso del diálogo por el diálogo no permea en quienes dejamos de ser ingenuos.
Y bueno, usted cuestionará quién tiene la razón o cuál es la posición de la gran mayoría.
Esa frase que pareciera haberle erizado los pelos: “avanzar hacia un modelo de educación pública, gratuita y de calidad” no sólo es posible porque en nuestro país ha sido posible teniendo un Estado mucho menos rico que el actual, o porque ahora tenemos las riquezas suficientes (sólo que mal distribuidas o regaladas a multinacionales extranjeras), o porque otros países han demostrado que es posible, teniendo igual o superior porcentaje de la matrícula que existe en Chile.
Ese objetivo fundamental es coherente porque es el único que entiende a la educación como un derecho y no como una mercancía (conocimiento como valor de cambio), porque es el único que entiende que – en términos economicistas – la “renta educativa” no surge del sistema educativo sino fuera de él y que por tanto, pretender captarla con arancelamiento o créditos es realizar una imposición fiscal sobre una base imponible que no existe.
La renta educativa Sr. Eichholz, de la que se sustentan tanto los economistas neoliberales para defender el arancelamiento en la educación, no se expresa en el período de capacitación sino que se corporiza de diversas formas, de las cuales el principal beneficiario tampoco es el trabajador cualificado por medio de sus remuneraciones, sino la sociedad en su conjunto, expresado en el incremento de la producción de bienes y servicios de las empresas donde el capacitado trabaja, del progreso técnico y científico de éstas como resultado de transferencias de tecnologías y prestación de servicios especializados que realizan las universidades (que no se retribuye o se paga muy por debajo de su valor real), del incremento de la productividad material, social y del mayor nivel cultural incorporado al sistema en su conjunto, entre otras cosas.
En síntesis, la renta educativa se genera “fuera” del sistema educativo, por lo cual es incorrecto pedirle al estudiante que la capte.
Ahora bien, es lógico que la educación no puede ser gratuita, dado que alguien tiene que pagarla, pero bajo la razón expuesta debiese ser a través de impuestos generales y específicos que deben gravarse, el Estado debe captarla a través de los incrementos de productividad y de los ingresos que obtienen las grandes empresas y de aquellas familias que perciben un nivel de remuneraciones más alto que la media nacional.
El Estado debe gravar la renta educativa a través de impuestos progresivos y transferirla a las instituciones públicas mediante el presupuesto nacional. Sólo así aportarán al sistema educativo quienes se benefician de él.
Y por último, no hay mejor evidencia para determinar cuál es la posición de la mayoría que el progresivo respaldo de la ciudadanía y el regresivo respaldo del Ministro.
Si le caben dudas, que se haga un plebiscito.