Hoy me abuela me comentó, muy alterada, que la habían llamado del “círculo cercano al presidente para pedirle un curriculum”. Ella, en principio se negó a enviárselos, argumentando que “una nunca sabe qué pueden hacer con estos antecedentes que me parece a mí son muy privados”.
Al otro lado de la línea, una voz, que mi abuela describe como muy varonil, le habría dicho: “no tenga usted ningún temor de que sus antecedentes sean mal usados. Esta solicitud tiene su origen en el próximo cambio de gabinete.
Muy bien, habría contestado mi abuela, pero entonces ¿por qué me está pidiendo mis antecedentes?
Primero, según su relato, se produjo un silencio, luego ella sintió que su interlocutor dudaba de seguir la conversación. ¿Está usted aún en línea?, me dice que le preguntó.
Sí, sí, señora Carmela, lo que ocurre es que usted no es conocida en estos círculos, y el “jefe” no está en condiciones de seguir contrariando a sus aliados políticos. Además, si no es mucha la molestia, ¿podría usted contestarnos unas preguntas muy simples que van en un documento que le enviaré a su correo?
Bueno señor, trataré de contestarlas. Le agradecí y corté la comunicación.
¿Y qué pasó?, ¿te llegaron las preguntas?
Sí, me dijo. eran simples: ¿qué opina de HidroAysén?; ¿qué opina del proyecto de ley sobre “acuerdo de vida en común”?; ¿qué le parecieron los ladridos del Cardenal Medina? Y la más fácil de todas era: ¿conoce usted el colegio de hombres en que el diputado Estay dice haberse “educado”?
Abuela, ¡qué buen relato! ¿Qué más ocurrió?
Lo siento, me dijo, el resto es confidencial.
Pero ¿enviaste tu curriculum?
Sí me dijo, les mandé la versión resumida (habida consideración a la edad de mi abuela y al extremo detalle con que ella describe algunos aspectos de su vida, que a mi entender no son muy relevantes en el curriculum de un futuro ministro, me temo que esta versión es muy extensa y no será muy bien recibida por el comité de búsqueda).
Abuela. Al menos, ¿podrás contarme en cuál Ministerio piensan nombrarte?
No insistas, me dijo y fue por su copa de vino del medio día.
A su regreso volví a la carga: ¿pero no es posible que me cuentes algún detallito adicional?
Mira, me dijo, cuando uno quiere guardar un secreto no hay que contarlo a nadie, ni siquiera a sí mismo, y yo en esto de lo confidencial, soy una mujer de palabra.
Pero abuela, ayer escuché que conversabas con Larraín. De seguro estabas planeando esto del nuevo gabinete.
Se rió y me dijo: era Larraín el ministro. Lo que ocurre es que el pobre está sin una de sus empleadas. Fíjate que no se dio cuenta que estaba embarazada y la despidió.
Sí abuela, algo escuché ayer en Cooperativa y además por la noche en los noticiarios de la TV parecía un tema obligado. Era muy impactante lo sucedido cuando los funcionarios de la inspección del trabajo fueron a la casa del ministro.
Bueno, me dijo, me parece grave. Pero en todo caso, es mucho menos complicado que lo que le ocurrió a la pobre María Shriver.
Abuela: ¿Quién es esa María y qué le ocurrió?
¡¡¡Por favor!!! Es la señora de Arnold y el tema del embarazo de su empleada doméstica fue mucho más grave que el de nuestro ministro.
Teniendo en sus manos su copa de vivo medio vacía, me miró y me dijo: ¿te puedo hacer una pregunta confidencial? No me gustaría que nadie se entere de esto que te estoy preguntando.
Por supuesto abuela. Cuenta con mi discreción.
¿Sabes en cuánto está el sueldo de un ministro?; ¿sabes si todos ganan lo mismo? Porque de ser así, yo preferiría el de Bienes Nacionales o el de Cultura y no el que me ofrecieron.
Abuela. Lo del sueldo no lo tengo claro; capaz que sea “reguleque” no más. Y respecto a elegir el ministerio, no lo creo posible, generalmente te ofrecen uno y tú lo aceptas o lo rechazas.
Aquí la tengo, pensé. Está con la guardia baja, ¿cuál ministerio te ofrecieron?
No me contestó. Sólo se sonrío. Luego se levantó y partió a su siesta habitual.
Estaba por salir de la habitación cuando se volvió y me dijo: ¿vas a ir a ver como la Católica le gana a la Chile?
Abuela, tú sabes que mi equipo favorito, luego de mi querido Unión La Calera, es la Chile.
Bueno me dijo, pero yo voy a ir a ver como pierde la U. Ella es hincha del Colo Colo y no puede resistir que tengamos una nueva estrella.