El regreso del Presidente de sus imprevistas y lejanas vacaciones era esperado con comprensible interés por sus subordinados, por los partidos de Alianza y por la opinión pública en general.
Eso se explica porque durante su ausencia pasaron varias cosas que evidentemente complican en grado extremo a su Gobierno.
A las movilizaciones masivas de ambientalistas y estudiantes se agregan los desastrosos resultados de la encuesta Adimark, las llamadas ¨descoordinaciones¨ de varios de sus Ministros y un cierto estado de ánimo generalizado de desaliento entre sus propias filas.
Pero lo más grave son las quejas públicas de la UDI expresadas a través de una carta suscrita por la inmensa mayoría de los Diputados de su bancada, en la que reclaman falta de conducción política por parte del Gobierno, apuntando sus dardos en la persona del Ministro del Interior, entre otros.
¿Es concebible en una coalición política que se ha preparado durante veinte años para acceder al gobierno, que a un año del mandato su partido más importante proceda de esta manera?
¿Alguien puede imaginar que algo así pudiera haber ocurrido en cualquiera de los gobiernos de la Concertación?
¿No es acaso una facultad privativa del Presidente nombrar y remover a sus Ministros, y que por lo tanto aparece como una imprudencia política inexcusable proceder de la forma en que lo hicieron estos Diputados?
Surgen varias preguntas que ameritan una reflexión más a fondo y decisiones a la altura de la gravedad de lo que esa ocurriendo. Ciertamente, no es cuestión de ¨mejorar la coordinación¨ al interior del gabinete y con los partidos de gobierno.
Todos en este país sabemos que a grandes males grandes remedios, también lo sabe el Presidente y los dirigentes de su partido y de la UDI. ¿Qué ocurre entonces?
La respuesta de fondo –por cierto inconfesable para el Gobierno y sus aliados- es que lo que no funciona es la Alianza misma, debido a que en lo profundo, no comparten las mismas ideas ni aspiran a lo mismo.
Los síntomas son claros y reiterados, desde el reclamo de falta de relato, la falta de conducción, hasta el apoyo de encopetados dirigentes y parlamentarios – nuevamente de la UDI – a movilizaciones de algunos empresarios agrícolas en contra de su propio Gobierno.
Es que el malestar es muy de fondo, y no encuentra remedio por mucho que se multipliquen las llamadas instancias de “coordinación¨.
No debiera extrañarnos tanto si miramos la historia política de Chile, que nos muestra que desde los albores de la patria ¨pipiolos y pelucones¨ respondían a intereses muy distinos y representaban propuestas diferentes, a menudo hasta antagónicas. El mundo conservador no es desde el punto de vista de las ideas, lo mismo que el liberal, aunque coincidan con la economía neo-liberal de mercado, que por lo demás, es la única que hoy funciona.
Convengamos que la UDI probablemente tiene razón en su desasosiego, ya que la coalición a la que pertenece y de la cual es el partido mayoritario, y el propio Gobierno, no la representan fielmente, y a cada paso surgen las desaveniencias y contradicciones.
Lo que la UDI parece no entender, es que el elegido para gobernar es el Presidente Piñera y no un militante de sus filas, aunque les pese.
Tampoco entienden – o no quieren entender –que la forma de gobernar de Piñera es y seguirá siendo una prolongación de su estilo como empresario: autoreferido, personalista, proclive a especular y renuente a escuchar.
No es de extrañar entonces que el Presidente haya optado por poner paños frios a la situación y esperar.
En una de esas le apunta y resulta bueno para la Alianza, pero está claro que para el país no.