Los partidos políticos de la centroizquierda, las organizaciones sociales y los movimientos ciudadanos están hoy frente a una urgencia moral: Construir una clara opción de gobierno orientada a la consecución del Bien Común del pueblo.
Esta finalidad histórica requiere de una nueva Concertación que vaya más allá de los partidos: una Concertación Nacional y Popular.
Sólo una fuerza de esta envergadura podría revertir la dinámica de la desigualdad que se enseñoreó en nuestro País y que hoy nos caracteriza mundialmente como una de las naciones más inequitativas del mundo.
Nacional, para que sea una amplia coalición que, en una relación equitativa y dialógica, construya un programa común y actúe coherente y coordinadamente en todos los ámbitos territoriales y funcionales de la Nación. Y Popular como la trilogía de Lincoln: una Concertación del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Esta disyuntiva supera lo meramente político y electoral. No bastan ni el deterioro político en que está cayendo el Gobierno de Piñera a causa de sus propias deficiencias ni la expectativa electoral que genera la figura de Michelle Bachelet.
Los dirigentes políticos, sociales y ciudadanos deben descartar todo cálculo mezquino y llamar para este año 2011 a una Asamblea constituyente de la nueva Concertación con una convocatoria amplia y generosa.
Únicos requisitos: Adhesión universal a la democracia, al Estado de Derecho, a los métodos pacíficos y a la justicia social para el Bien Común. O sea, claramente un punto de encuentro para la gran mayoría de los chilenos.
Llegó la hora de la verdad. Cada segundo que se pierde se está convirtiendo en un pecado social de negligencia y, aún más, de complicidad con el insoportable estado actual de cosas.
Que la Unidad política y social del pueblo que proclamara Radomiro Tomic hace más de 40 años se vislumbre como un rasgo representativo de la identidad de nuestro Chile del siglo XXI.
Ahora a levantar la vista, abrir las puertas de par en par y abocarse a la labor.