09 mar 2014

11 de marzo de 2014

Los hechos de la realidad dan cuenta de que el martes 11 de marzo de este año se producirá un punto de inflexión para Chile, dejando atrás una mediocre gestión gubernamental de la derecha y, sobre todo, iniciándose un proceso de transformaciones imprescindibles para el país, con un carácter progresista, donde demandas centrales de la ciudadanía serán atendidas.

No es retórica, como lo señaló la Presidente electa Michelle Bachelet, que el 11 de marzo se iniciará un proceso histórico para el país por el contenido del programa de la Nueva Mayoría que, para destacar ejes centrales, incluye una vital reforma tributaria, una necesaria reforma educacional, un imprescindible cambio constitucional y mejoras sustanciales en ámbitos laborales, de salud, vivienda, derechos de la mujer, de los pueblos indígenas, en cultura y la recuperación de una política exterior que permita recomponer los lazos constructivos y de integración con las naciones vecinas, con países como Brasil, y en general con los gobiernos de América Latina y El Caribe, Norteamérica, Europa, Asia y África.

Hay un factor que en su momento se planteó como un objetivo político e ideológico, y que hace posible llegar a este punto, y es que las fuerzas políticas y sociales democráticas, lograron derrotar a la derecha y sacarla de La Moneda.

Ese objetivo era determinante para poder dar curso al programa y los desafíos de transformación y evitar la prolongación de un gobierno cuya impronta fue “la letra chica” y la lejanía con las necesidades del pueblo.

Otro elemento clave fue que los partidos políticos progresistas, de centro y de izquierda, lograron establecer un acuerdo político y programático, coincidir en una sola candidatura presidencial y una lista parlamentaria única, generando una correlación de fuerzas capaz de convocar a la mayoría de la ciudadanía en torno de objetivos de cambios en el país.

Sin duda que el periodo que se abre tiene un sustento en una base electoral democrática de una mayoría de la población, y también da cuenta y responde a las movilizaciones y demandas de la sociedad civil y del movimiento social.

En todo esto han concurrido inteligencia programática, generosidad política y realismo, lo que permite, por ejemplo, que en este Gobierno que se inicia y en torno del programa actúen juntos socialdemócratas, socialistas, comunistas, democratacristianos y progresistas.

No es menor que el 11 de marzo asuma la presidencia de la Cámara de Diputados un militante de la Democracia Cristiana y la Primera Vicepresidencia un militante del Partido Comunista.

Lo que se inicia este martes, es un proceso que tiene objetivos bien definidos y en eso están comprometidas todas las fuerzas políticas de la Nueva Mayoría.

Al contrario de lo que algunos quieren imponer como tesis, los problemas más serios no vendrán de legítimas diferencias propias de la diversidad de este acuerdo político y programático, sino de fuerzas de la derecha y conservadoras que querrán impedir los cambios y las transformaciones y cambiar la agenda del país.

En ello, por ejemplo, un primer escollo será la complicada situación económica que deja el gobierno saliente y el anuncio de una oposición de derecha que se opondrá a transformaciones sociales que son importantes para el pueblo.

Hay quienes deberían entender que por algo el martes 11 de marzo, Sebastián Piñera tendrá que devolverle la banda presidencial a Michelle Bachelet.

Lo que viene requerirá de un arduo trabajo del equipo de Gobierno, de una precisa labor de las y los parlamentarios de la Nueva Mayoría en el Congreso y de una presencia y participación de la sociedad civil y del movimiento social.

Se tratará de una amalgama que permita avanzar en beneficio de la mayoría de la población y de ir construyendo un país, como se ha dicho, más justo, más equitativo y más democrático.

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09 mar 2014

Un torpedo para el saliente Ampuero

Sr. Ministro saliente de Cultura don Roberto Ampuero.Ud. ha anunciado recién, desde su sitial de ministro saliente, la pronta publicación de su nuevo libro político, ahora será sobre la fenecida Alemania Oriental, en la que Ud. se asiló en 1974 y a la que Ud. volvió desde Cuba en 1980.

Le envío hoy “une aide mémoire”, lo que llamábamos en el colegio y la universidad “un torpedo”, para su mejor enfrentamiento con la anunciada novela.

Le aportaré algunos datos, para beneficio de sus posibles lectores. Siempre habrá quienes se regocijen con las puñaladas de los camaleónicos. Aunque esas puñaladas se retuerzan y debiliten con el paso del tiempo entre “los hechos” y la narración de esos “hechos”, que llama, en su caso, la atención.

El libro “Nuestros años verde olivo”, en el que Ud. denuncia sus “padecimientos” en la Cuba de los años 70, Ud. lo publicó en 1999. Ahora, su libro sobre la RDA del inicio de los 80, Ud. lo publicará, si se apura, 35 años después.

Bueno, pero estamos, ahora, hablando de fines de los 70 y principios de los 80, del tiempo del exilio chileno que coincidió con el apogeo del llamado “Sistema socialista mundial”, el comunismo real.

En esos años, y en los inmediatamente posteriores, Ud., ministro saliente, no tuvo una palabra de crítica a la RDA, como no la tuvo con Cuba en los largos y calientes años en que estuvo allí, ni en los inmediatamente siguientes.

Muy por el contrario.

Como lo recordará, Ud. militó, desde mayo de 1979, en el partido que yo encabezaba en Cuba y allí solicitó volver a la RDA, donde había pedido protección en 1974.

Ubiquémonos brevemente en el contexto político de esos años.

En 1980 Ud., señor ministro, tenía 27 años pero no era un niño de pecho.Había vivido en tres países; había escrito y concursado en Casa de las Américas; había tenido más de una esposa y más de un hijo, y estaba militando en un segundo partido de la izquierda chilena. Hubo compañeros suyos que, con esa edad o menos, murieron combatiendo en Nicaragua y El Salvador.

Cuando Ud. se asiló en Berlín Oriental en 1974, allí estaba ya Gladys Marín, su Secretaria General; se escribía en las veredas “Libertad para Luis Corvalán”; se cantaba y escuchaba un himno a favor de Corvalán con letra de Heinz Kahlam y música de Ernst Busch. Cantaban allí Dean Reed y el Quilapayún.

En 1980, unos 2 mil millones de personas vivían en regímenes comunistas. Una gran parte de la humanidad.

La URSS era la segunda potencia mundial y equilibraba su poderío militar con el de los EEUU.Gobernaba allí Leonid Brezhnev, para muchos un comunista conservador. En 1980, el año del que escribirá Ud., la URSS organizó unos hermosos Juegos Olímpicos e invadió Afganistán para apoyar allí a un gobierno adicto.

En Cuba gobernaba un Fidel en plena actividad, era un dirigente de 53 años, una década menos de los que Ud. tiene. La Revolución Cubana cumplía 20 años fortalecida, y Cuba vivía sus mejores años.

Silvio Rodríguez componía y cantaba “Por quien merece amor” que, como Ud. sabe, es la canción de la solidaridad militante.

En la RDA era Honecker la cabeza política y Margot Honecker nada menos que la ministra de Educación.

La izquierda chilena, con dirigentes en el exilio, sufría del destierro pero gozaba de una potente solidaridad alemana, y en Berlín estaban asilados o lo habían estado hasta hacía muy poco personalidades como Gladys Marín, Luis Corvalán, Clodomiro Almeyda, Carlos Altamirano, Enrique Correa y jóvenes como Michelle Bachelet y Camilo Escalona.

Si alguien nos lo pregunta diremos que, sí, también en ese tiempo operaba allí la Stasi, al parecer con mucho éxito.Nadie sospechaba que, en diez años, se hundiría la URSS y caería el Muro de Berlín.Ud., menos que nadie.

En Nicaragua estaba triunfando el Frente Sandinista y en el Salvador avanzaba a zancadas el Farabundo Martí.

En Chile, a raíz de la lucha contra el plebiscito de 1980 y la Constitución fascista, se había producido una unidad mayor de la oposición y la DC se pasaba con camas y petacas a ella.

En ese cuadro de “comunismo exitoso” Ud. quiso salir de Cuba e irse a vivir a otro país comunista; no pidió ser trasladado – los militantes de ese entonces nos “trasladábamos”- a Madrid, a París, a Londres, o a Ciudad de México, ciudades donde el exilio chileno tenía además organización, sino al exitoso Berlín de Honecker, buen amigo de Leonid Brezhnev.

Ud., ministro saliente, se sentía, con razón, muy cerca de la RDA.

Se había asilado allí inmediatamente después del golpe de Estado en Chile. Había sido Ud. militante de las JJCC por muchos años, en Chile y fuera de Chile, y ahora era militante del Mapu OC., que tenía una estrecha relación con el gobierno de Honecker y una presencia activa en el CHAF (“Chile Antifascista”) entidad apoyada por el gobierno de la RDA, que atendía al exilio chileno allí.

Nosotros, ministro, el Mapu OC, no tuvimos ninguna participación en su primer exilio en la RDA y en el posterior viaje suyo a Cuba.

Ud. viajó a La Habana, esa vez, conectado con la familia de Fernando Flores, un destacado dirigente cubano que había sido Fiscal de la Revolución y al que los adversarios de Fidel Castro llamaban “Charco de sangre”. Y entró poco después a ser parte de la familia del nominado “Charco”.

Pero sí cumplimos, ministro, un rol muy activo (y esencial, diría) en su viaje desde Cuba a la RDA, en el vértice de 1980. Viajó solo. En Cuba, y a cargo de la protección del Estado cubano, como todos, quedó un par de ex esposas suyas y al menos un pequeño hijo que conocí de pasada en Alamar en 1984, en casa de H.R.

No recuerdo con estricta exactitud la fecha de su viaje desde La Habana a Berlín, como sí recuerdo que el 19 de mayo de 1979 Ud. entró en el Mapu OC después de renunciar al Partido Comunista de Chile. El 19 de mayo de 1979 fue el décimo aniversario del Mapu OC.

Ud., cuando solicitó su viaje desde La Habana a Berlín al partido chileno en que militaba, el Mapu OC., expuso como razón principal que viajaría a estudiar literatura en la comunista RDA, en la perspectiva de volver a Chile.

Analizamos el caso en la dirección, con Ricardo Barros y Bernardo Salas, quienes integraban nuestro secretariado. Bernardo murió hace poco en Santiago. Ud., al parecer, no se enteró

Como funcionábamos con buena leche, y creíamos en el fortalecimiento de los cuadros, aprobamos su cambio de Cuba a la RDA e informamos de su llegada a Berlín a Enrique Correa, nuestro encargado en la RDA, y a Juan Carlos Concha, ex ministro de Salud de Allende, que era nuestro compañero en el CHAF.

A favor de su viaje estuvieron también militantes amigos suyos como el doctor A.B. en La Habana y los compañers G. (que había estudiado en Chile con Ud.) y O.K., que estaban en Alemania.

Solicitamos al Departamento de América del Partido Comunista de Cuba, como era habitual dada la solidaridad cubana con los militantes chilenos, su pasaje de La Habana a Berlín.

El Departamento de América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba estaba presidido por Manuel Piñeiro, el apodado “Barba Roja” por los anticastristas.

Todo resultó a la perfección para Ud. y espero que lo agradezca en el libro.

En Berlín lo recibieron el CHAF (Oficina de Chile Antifascista), y el compañero Correa.Allí estudió Ud., como lo había querido y solicitado, literatura y, por cierto, comunismo científico y materialismo histórico. Bajo la dirección política de Enrique Correa Ríos, que era en esos años representante del Mapu OC en la RDA, y la firme supervisión educativa de la Ministra Margot, la esposa de Honecker.

Después de algunos años Ud. saltó de la RDA a la RFA, muy normalmente, conectado con otros militantes nuestros que trabajaban, en Berlín Occidental, para la agencia de noticias IPS.

Inter Press Service era dirigida desde Roma por Roberto Savio, destacadísimo intelectual y periodista ítalo-argentino muy cercano al exilio chileno en Europa.Savio fue, entre otras cosas, secretario de prensa del asesinado Aldo Moro, Primer Ministro de Italia.

Hay muchos a quien agradecer.

Espero que este torpedo recordatorio le sirva a Ud., señor ministro saliente y ex embajador de derecha, para su libro sobre el inicio de su paso, voluntario y no tan efímero, por la RDA de los 80.

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08 mar 2014

Cambio de Gobierno, hora de balance

Como era de esperarse el actual Gobierno termina en medio de una estrategia publicitaria encabezada por el propio Presidente de la República, Sebastián Piñera, tendiente a enfatizar en los logros de su gestión.

Autobombo, escasa autocrítica, dudosas cifras son los íconos de una derecha que se va dividida por proyectos que son más personales que colectivos.

Se han destacado ampliamente las cifras globales en materia económica, vale decir crecimiento y empleo.Nada se dice, primero, acerca de que los resultados son esencialmente buenos en sus primeros meses, como consecuencia de las políticas de la administración anterior de Michelle Bachelet, para salir de la crisis.

Tampoco se indica con claridad que se está entregando La Moneda en medio de una desaceleración y con menos recursos que los previstos.

En materia de empleo, se enfatiza en el número, señalando que se han generado casi un millón.Se sabe que la mayor parte se crearon en los primeros años, que se trata de puestos de trabajo altamente inestables y de baja calidad, principalmente independientes o a cargo de empresas de externalización de servicios, lo que es más evidente en el caso de las mujeres y también en algunas regiones, como la nuestra, donde la sequía no ha sido bien enfrentada.

En materia de servicios básicos los logros son aún más cuestionables. En educación, el Gobierno logró atenuar las manifestaciones estudiantiles, pero se alejó del sentir de la ciudadanía que quería avances hacia la gratuidad.

En salud, no se ven mayores éxitos. Las cifras oficiales destacan dudosos números de infraestructura en que se incorporan obras que están aún en proyecto y que, peor aún, se pretendería licitar a privados.

Otro aspecto en que el discurso oficial se aleja de la realidad es seguridad ciudadana.Contra la percepción mayoritaria de la ciudadanía y estudios serios que indican que la delincuencia ha aumentado, el Gobierno ha destacado cifras de victimización, elaboradas por el hoy cuestionado INE, que señalarían una baja en los delitos de mayor connotación social y que son imposibles de creer.

Con franqueza, no todo es malo, se ha hecho un esfuerzo importante, más aún habiendo comenzado el período con la tarea de reconstruir lo destruido con el terremoto del 2010 y se han logrado avances puntuales en algunas áreas, lo que es propio de un país con políticas públicas que tienen grados relevantes de continuidad.

Sin embargo, ello está lejos del discurso triunfalista y refundacional que emana de La Moneda.No fue este un Gobierno que destaque especialmente por logros y cifras relevantes. Las que se muestran son mediocres o cuestionadas.

En la forma, hubo escándalos relevantes, como el perdonazo de Johnson’s; los constantes conflictos de interés de autoridades y escándalos graves que incluso costaron la renuncia de ministros y otras autoridades.

La ciudadanía lo ha apreciado de esta forma y por ello ha confiado en la oposición para dirigir el país, eligiendo a Michelle Bachelet y dándole un importante respaldo a la Nueva Mayoría en el Parlamento. A partir de este martes, en que la Presidenta y los legisladores deben asumir sus funciones llega la hora de cumplir lo prometido.

Serán cuatro años cortos en que hay que impulsar de inmediato, con mucha fuerza, el programa que se comprometió al país, partiendo por los ejes claves en educación, reforma tributaria y nueva Constitución, pero también en cada una de las otras áreas.

La ciudadanía tiene un rol relevante procurando empujar esos cambios cuando ellos se entraben o dificulten.

Fuerza y mucho éxito, Presidenta.

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08 mar 2014

Plebiscito constitucional, la épica de un nuevo ciclo

Este viernes un grupo de actores políticos, sociales e intelectuales hizo un público llamado a la Presidenta electa Michelle Bachelet para que contribuya a la materialización de una idea que se viene fraguando desde hace ya varios años.Un planteamiento que ha ido cuajando en el sentido común ciudadano y que cada día se ve menos lejano, menos extravagante, menos insensato.

Es la convocatoria a un plebiscito que posibilite a cada chileno y chilena participar en la decisión de mantener o cambiar el entramado institucional y de derechos arraigado en la Constitución de 1980, y determinar también el mecanismo en que tal transformación se llevaría a cabo.

El último referéndum en que participamos como país fue el de las 54 reformas de 1989.Aunque sin edad para votar a la fecha, tengo claro que fue el medio que algunos dirigentes de la ex Concertación encontraron para legitimar la Carta Fundamental de Pinochet y así no poner en riesgo lo que entendían por estabilidad del país.

No lo digo yo, en todo caso, lo recordó Edgardo Boeninger en su libro “Democracia en Chile: Lecciones para la gobernabilidad”. En ella confidenció que “si no se lograban las reformas indispensables, el gobierno de Aylwin enfrentaba la oscura perspectiva de desangrarse en una difícil lucha por una asamblea constituyente”.

Por cierto que en aquellas reformas se lograron además importantes cambios: terminar con las atribuciones presidenciales de exiliar a los ciudadanos y disolver la Cámara de Diputados, reconocer los tratados internacionales en materia de derechos humanos, mantener los recursos de amparo y protección durante los estados de excepción constitucional, eliminar el cuestionado artículo 8° que proscribía los partidos que impulsaran la lucha de clases, eliminar la incompatibilidad entre dirigencia gremial y militancia política e incluir al Contralor en el Consejo Nacional de Seguridad, fueron algunos de ellos.

Pero también cedimos en democracia legislativa. Se aumentó de 3/5 a 2/3 de parlamentarios en ejercicio el quórum para modificar el capítulo sobre la reformabilidad de la Constitución. Y se pavimentó el camino que obligó por años a la coalición gobernante a negociar con la UDI y Renovación Nacional incluso los cambios de las leyes de mayoría simple.

Lo dijo Boeninger: la ex Concertación aceptó “una reforma sustancialmente más modesta, para evitar la prolongación del conflicto constitucional al período de gobierno que se iniciaría en marzo de 1990, aceptando las consiguientes limitaciones a la soberanía popular y al poder de la mayoría”.

Claro que fue la soberanía del pueblo la transada, ya que la elite concertacionista se instaló sin problemas en el Ejecutivo y el Legislativo.

Han pasado casi 25 años de aquella jornada, un cuarto de siglo y aún no nos hemos podido despercudir de tales ataduras. Demasiados legisladores secuestrados por intereses económicos y una parte de la ciudadanía cada día menos interesada en lo público y más preocupada en lo individual han sido caldo de cultivo para que el asunto constitucional haya ido quedando en el olvido.

Sin embargo, existe otro sector político y ciudadano, afortunadamente cada día mayor, que se niega a decretar en Chile el fin de nuestra propia historia en torno a lo que entendemos por democracia.Que aún cree que el pueblo –sí, el pueblo en tanto ciudadano- al igual que ayer, tiene el legítimo e irrenunciable derecho a pensar y construir el país en que quiere vivir, desde sus bases, plasmadas ellas en la principal norma que nos rige: la Constitución.

Ahí están, entre muchas otras destacables iniciativas, Marca tu Voto, Ciudadanos por la Asamblea Constituyente y Manifiesto “Plebiscito para una nueva Constitución”, que hizo este viernes el llamado con el que inicié estas líneas.

Quienes temen que el cambio a la Constitución nos convierta en una nueva Venezuela, Bolivia o Ecuador –demostrando un desprecio por los procesos soberanos de tales pueblos- pasan por alto que las cartas fundamentales nacidas por vías democráticas (Colombia, Brasil, Islandia, España son algunos otros ejemplos) no son más que espejo de lo que son sus pueblos. Cada letra, cada palabra es portadora de su cultura, visión de sociedad, historia y tradición, en un legítimo ejercicio de búsqueda de acuerdos, no de imposición.

Un primer paso, que a nadie con espíritu de demócrata debiera asustar, es que seamos los propios chilenos y chilenas, mediante un plebiscito nacional, quienes decidamos si aceptamos la Carta Fundamental vigente y sus principios fundantes.

Si el resultado es negativo, clarificar si el cambio será mediante el Parlamento o a través de un colectivo especialmente mandatado para ello, con mecanismos de elección que aseguren su representatividad social, cultural, territorial, política, étnica y de género. Chile es diverso y esa diversidad debe estar plasmada en su redacción.

Para muchos de nosotros la opción es plebiscito y asamblea constituyente. Dos caras de la misma moneda. De esa que nos habla de la participación de los ciudadanos en las principales decisiones que puede adoptar una nación. Y entre ellos una trascendental es la de dotarse su propia y esencial norma rectora.

Porque no nos engañemos, el mecanismo sí es importante. ¿No se trata de eso la democracia?¿No es, en esencia, una serie de procedimientos que legitiman la toma de decisiones? ¿Que legitiman el ejercicio del poder?

Por eso el llamado a la Presidenta electa a que impulse una reforma constitucional (si es vía artículo transitorio se requerirían 3/5 y no 2/3 de los parlamentario un ejercicio) que permita convocar un plebiscito para dilucidar, de una vez por todas, si estamos disponibles para transitar hacia un proceso constituyente de verdad.

Es un llamado a la vez a quienes fueron protagonistas del ciclo que se aleja, quienes hoy tienen la oportunidad de sumarse a los desafíos de esta nueva época. Porque en esta tarea, nadie sobra.

Es la épica del nuevo ciclo que Chile inicia. Es la épica a la cual se está invitando, desde la ciudadanía, también a Michelle Bachelet.

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08 mar 2014

Sólo para Mujeres

Con ocasión de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer resultan comunes los homenajes más bien complacientes respecto a los avances en la situación de las mujeres, entremezclados con discursos en que se idealiza a las mujeres como madres y esposas y en que se ensalzan los valores “femeninos” asociados a la entrega y a la abnegación, para lo cual se apela incluso a la biología.

En general, no se reflexiona respecto al intenso entrenamiento al que nos vemos sometidas las mujeres desde niñas para convertirnos en lo que somos, mujeres. Ya Simone de Beauvoir lo describía infinitamente mejor: “Uno no nace mujer, sino que se hace”.

Hemos sido modeladas, cual arcilla, en desarrollar roles más bien expresivos; es decir, más orientados a las relaciones interpersonales, que se expresan en talentos ligados a la crianza, al cuidado de los otros (as) y a la entrega de los afectos.

A diferencia de la enseñanza que reciben los hombres, se nos ha educado poco en la afirmación del propio yo, en enfocarnos en metas, en perseguir la autorrealización y en el desarrollo de la autonomía.

En este nuevo 8 de marzo bien vale la reflexión respecto a que independientemente de nuestro estrato socioeconómico, de nuestra edad, de nuestro nivel educacional o de si vivimos en Puente Alto, Las Condes, Caldera o Puerto Montt, pareciera que existe algo que unifica nuestra situación como mujeres.

Poseemos experiencias, intereses y valores que nos son comunes, producto de una misma socialización y de desempeñar un rol social subordinado.Este se traduce en trabajo gratuito para los integrantes de la familia, sin horario (parece que no se acaba nunca) y sin valoración social. Si de explotación económica se trata, las mujeres tenemos bastante que decir a lo largo de la historia.

Desde niñas somos educadas en este modelo de madre esposa y cuidadora de otros (as), incluso para quienes nos hemos incorporado al mercado laboral. Basta echar un vistazo a cualquier tienda de juguetes o los cuentos infantiles, que refuerzan esta relación entre la aventura, la toma de decisiones, el mundo exterior y lo masculino. Y, en sentido contrario, la maternidad, el mundo doméstico, el de la apariencia, belleza y lo femenino.

En este modelo, las niñas desde edades tempranas reciben muñecas para que, a través del juego, simulen ser madres, de manera que no se les olvide según la normatividad sociocultural vigente que ése es su destino.

Así también se las educa en la obediencia, en la sumisión, y en establecer relaciones de subordinación respecto al varón, por ejemplo, a través de la dependencia afectiva. De esta manera, coartamos la libertad de las niñas de elegir sobre cómo quieren que sea su vida.

Y, así también moldeamos a los niños. Por ejemplo, les negamos a ellos juguetes vinculados a las tareas domésticas debido al terror que provoca en nuestra sociedad poner en riesgo la masculinidad en desarrollo, pero no se cuestiona, por el contrario, regalarles juguetes que estimulan la violencia.

La socialización no acaba nunca y los medios de comunicación y la publicidad refuerzan esos modelos tradicionales.

Es posible ver, por ejemplo en la TV, a un científico (hombre) de bata blanca que se dirige a las mujeres para convencerlas del mérito de un producto de limpieza, o bien se muestra una reunión de mujeres en que el tema central de conversación es compartir información “valiosa” sobre cuáles son las bondades de tal o cual producto.

Por otra parte, somos testigos de cómo los paneles de conversación y análisis sobre la contingencia política o económica están compuestos exclusivamente por hombres, a diferencia de los programas de farándula en que sobreexponen a las mujeres, más coherente con la idea de mujer-objeto, de la eterna juventud como valor intrínseco a lo femenino y con exhibir modelos de belleza que no corresponden a la realidad.

En general, a las mujeres se nos educa para postergar nuestras propias necesidades en favor de la familia a través de una verdadera ideología del amor que se llega a convertir en una trampa para la explotación. Esto, sin cuestionamientos de ningún tipo, como si fuera parte de nuestra naturaleza, como una verdadera marca de nacimiento.

Y es así como se obtiene el consentimiento de las mujeres, a través de sublimar el acto de entrega hacia la familia.Como consecuencia, las mujeres actuales corremos todo el día, hacemos verdaderos malabares con el tiempo para cumplir las tareas asignadas, sumadas a aquellas vinculadas al trabajo productivo.

La doble o triple jornada se traduce en menor tiempo para la recreación y el ocio y la mayor prevalencia en problemas de salud y factores de riesgo como sedentarismo, obesidad, síntomas depresivos, etc.

Aprovechemos esta conmemoración del 8 de marzo para comprender y tomar conciencia de que como mujeres tenemos más experiencias, necesidades y expectativas que nos unen que las que nos separan.

Ese “algo” nos refuerza durante toda la vida que hombres y mujeres somos diferentes por naturaleza, como estrategia para evitar que se modifique la tradición de separar el mundo en dos, uno masculino jerárquicamente superior, más valorado socialmente que lo femenino.

Si queremos disminuir la brecha entre hombres y mujeres se requiere en primer lugar que nos veamos reflejadas en otra mujer; que reconozcamos que formamos parte de un colectivo que vive siempre con el riesgo latente de ser objeto de discriminación tanto en el ámbito público como privado.

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07 mar 2014

Sismología: bastó un 5.3

Durante los últimos dos años he escrito en este medio y en diversas entrevistas he mencionado tanto la fragilidad de la red sismológica, como la gravedad que tiene esta situación en el país más sísmico del planeta, haciendo énfasis en la relevancia que posee el dato sísmico que de allí se obtiene para efectos del sistema emergencias, alerta temprana y de maremoto.

El 27 F nos golpeó mientras el proceso administrativo para la adquisición de instrumentos que permitirían generar el crecimiento más importante de Chile en materia de red sismológica, prácticamente quintuplicando la cantidad de instrumentos disponible, se encontraba ad portas de obtener las primeras adquisiciones de esta compleja y avanzada tecnología.

El gobierno del Presidente Piñera levantó con fuerza, y no se esperaba menos, la modernización del sistema de emergencias. Qué mejor entonces que iniciar la gestión con 18 millones de dólares en equipos, faltando sólo terminar el proceso de compra y dejar que el sistema operara con normalidad, es decir que la entidad experta en la instalación y que desde principios de 1900, hasta el día de hoy, ha manejado y desarrollado la red sismológica nacional, hiciera lo suyo.

Era para todos el mejor escenario. Un gobierno motivado, impetuoso, buscando la oportunidad para, en sólo cuatro años, establecer logros diferenciadores con administraciones anteriores. Qué mejor que dejar la mejor red sismológica en la historia.

Sin embargo, ocurrió lo inimaginable.

La administración de ONEMI anunciaba cada cierto tiempo, y hasta la semana pasada,que la instalación de equipos sismológicos y robustecimiento de la red era un hecho, mientras pedía, en 2010, de vuelta los recursos entregados al Servicio Sismológico de la Universidad de Chile, para posteriormente debilitar a esta centenaria institución,la cual reemplazó el Servicio Sismológico por el Centro Sismológico Nacional, fragilizando su institucionalidad y restringiendo prácticamente su existencia y operación, a un convenio que se firma anualmente, cuestión que ha terminado por limitar la mirada de largo plazo y debilitar progresivamente el soporte científico que requiere este componente del sistema de emergencias. Así cada uno de estos anuncios terminó siendo sólo una buena puesta en escena.

En enero pasado el director de ONEMI Ricardo Toro respondió en Cooperativa (http://www.cooperativa.cl/noticias/pais/sismos/director-de-onemi-nego-que-equipos-sismologicos-no-esten-instalados/2014-01-15/093856.html ) enérgicamente al director del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile, el sismólogo Jaime Campos, quien había comentado la fragilidad de la red sismológica en el marco del II Congreso del Futuro, realizado en la sede del ex Congreso Nacional, negando lo señalado por Campos y cuestionando su veracidad.

La conmemoración del 27F se vio nuevamente llena de anuncios y avances en materia del robustecimiento del sistema de emergencias. Sin embargo ya no fue necesario un 8.8 para demostrar su fragilidad.

Una seguidilla de sismos en la zona central, y uno de solo 5.3 Richter, bastó para que la red sismológica no respondiera acorde a lo prometido y por ende a lo esperado por la comunidad.

Demora en la entrega de magnitud, falta de precisión, fue solo la punta del iceberg que hizo que el cuestionamiento de robustez ya no viniera desde quienes trabajamos en el mundo de la gestión de emergencias, sino que de la temerosa ciudadanía que con razón reaccionó molesta, y por cierto los medios de comunicación que buscaron las explicaciones de lo ocurrido.

De esta manera, el Centro Sismológico de la Universidad de Chile cuya existencia se asocia a estos convenios anuales con ONEMI, mecanismo perverso al momento de tener que responder ante la comunidad, ha reconocido de manera clara en las últimas horas lo que se ha venido diciendo por años.

De los cerca de 600 instrumentos, solo el 10% aproximadamente estaría en terreno, de estos pocos, no todos están conectados ni entregando información útil para el sistema de alerta temprana y de maremoto, y más aún la red de comunicaciones que permite que los datos lleguen al centro de procesamiento es frágil y puede verse interrumpida frente a sismos importantes, e incluso por fallas propias de la red de internet.

Esta vez bastó un sismo de magnitud 5,3 Richter para demostrarnos que la protección anunciada no es tal.Uno de las conclusiones inmediatas es comprender que hoy no existe robustez ni de la red sismológica, ni tampoco del sistema de alerta frente a maremotos generados frente a la costa chilena, y que cerca de 600 instrumentos están en alguna parte, pero claramente están lejos de brindar el servicio para el cual fueron adquiridos, y cuya primera prioridad en gestión de emergencias es salvar vidas.

Quedan pocos días para que asuma un nuevo gobierno, el cual deberá retomar lo que simplemente se transformó en un mal paréntesis, es decir reforzar la red sismológica, con una alta probabilidad de algún sismo de magnitud destructiva dentro de los próximos cuatro años.

Sin embargo, también deberá asumir esta tarea con la misma ONEMI que hasta la semana pasada hablaba de importantes avances en esta materia.

Sin duda un complejo panorama para la nueva administración, que recibe un sistema confirmadamente frágil, con serios problemas de credibilidad y confianza, en una materia tanto técnica como política, con la certeza que lo indeseado ocurrirá, aunque no sabemos cuándo, y que claramente no estamos bien preparados.

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07 mar 2014

Los silencios del corazón

Existen días y momentos en que quisiera ser poeta, como aquel joven de los bosques de Temuco que termina su vida mirando el mar en su lejana y apartada Isla Negra… o un prosista maravilloso como Knut Hamsun, aquel noruego Nobel antes de ser un nazi declarado, para poder cantar nuevamente con pasión aquellos viejos versos aprendidos a costa de memoria y tesón o sentir la inmensidad de la lectura de los fiordos cercanos a Cristiania, hoy convertida en la vieja Oslo.

Eran más que cantos de una expresión literaria o de romanticismo. Eran, creo yo, verdaderos deseos de expresión poética de querer encontrar un profundo sentido al mundo y a la vida.

Aún éramos muy jóvenes, demasiado quizá, para comprender lo que ellos significaban en lo más insondable del corazón humano, pero no por ello dejábamos de intuir lo que significaban esas palabras, sus matices y sus honduras. Éramos jóvenes y por eso aún teníamos capacidad de intuir lo esencial de la realidad.

Hoy, ya con algunos años más en las espaldas, con las muchas experiencias en la memoria, quisiéramos recordar aquellos hermosos silencios del corazón, cuando nos imaginábamos un mundo mejor, un mundo lleno de esperanza, hermandad y solidaridad humana.

Un mundo lleno y no vacío, que se construía desde la juventud misma, desde la filosofía y del debate universal, de la apertura del espíritu o de los silencios contemplativos de los cambios religiosos que se sucedían por el Concilio Vaticano II.

Era, sin duda, una época de espiritualidad, de muy distintas clases, pero espiritualidad al fin y al cabo, que se manifestaba de muy diversas maneras.

El hombre y la mujer, eran capaces de pensar el mundo y sentirlo de manera intensa desde sus propias identidades.

Eran los tiempos del conversar en las esquinas en los veranos santiaguinos, de las pichangas en la calle, de las cervezas en la universidad, del debate sin fin que no agotaban para nada la energía juvenil, de las fiestas en los liceos, de los pololeos formales o los atraques informales, productos de un buen malón hecho en la casa del vecino, del compañero o el amigo.Eran tiempos de vida intensa, de menor carrete sin duda, pero de mayor sustancia.

Claro que cada uno aprecia sus años mozos como los ha vivido y critica a los jóvenes por no ser como uno ha sido, como si tuviésemos algún derecho a criticarlos.

Porque, después de todo ¿qué hemos construido los adultos para estos jóvenes que se mueven de casa en casa, de pub en pub, de cerveza en cerveza, de pito en pito, de carrete en carrete, todos los fines de semana, de manera incansable, intentando encontrar algo que los llene de vida, de energía, de limpieza y de sentido?

Creo que hemos construido un mundo vacío para ellos. Los hemos dejado en el vacío.Lo absorbimos todo con nuestra juventud apasionada y lo agotamos, los dejamos sin energía.

No fuimos capaces de construir nada alternativo, salvo el neoliberalismo, individualista y sin solidaridad que hoy impera, cerrado en los hechos particulares, que no parece ser otra cosa que una especie de merengue (no del bailable) con el cual todo es posible de adornar y endulzar, pero que no nos da contenido sustancial, para llenar tan siquiera una existencia finita y personal.

Por eso quiero volver a sentir como poeta y mirar la realidad con poesía, y lograr con esto superar este vacío mundo nuestro, que tan poca gracia le hace a nuestros hijos, ya sea porque deben adaptarse a este mundo robotizado y estúpido o convertirse en caminantes, muchas veces descalzos, de las vías del ancho mundo tratando de encontrar el camino verdadero.

Por eso hoy recurro nuevamente a los silencios del corazón, en donde radica la poesía y la buena prosa, desde donde creo que puedo retomar la fuerza que hoy me falta como hombre y como educador, para así por lo menos dejar un legado ínfimo de espíritu y fortaleza, a mis hijos y a las generaciones que vendrán a reemplazarnos.

Esta sí que es una gran tarea de la educación en Chile, retomando el impulso, las energías y la vocación de servicio, la solidaridad, el respeto y la justicia, como valores propios de nuestro quehacer pedagógico cotidiano.

Buena tarea tenemos por delante los que gestionan la educación y los educadores, en su más pleno contacto con las nuevas generaciones de chilenos y chilenas que tendrán, necesariamente, que reemplazarnos en los esfuerzos que hemos realizado para construir una sociedad mejor para Chile, quizá de manera muy imperfecta, pero fruto de los esfuerzos colectivos de muchos que hoy dejan el poder para ser reemplazados por otros, que sustentan una mirada distinta de percibir el mundo y su futuro.

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07 mar 2014

Nuevos líderes, deben responder a la esperanza

Juventud divino tesoro, decía Rubén Darío. La juventud o en plural los jóvenes chilenos desde el 2005 en adelante, han levantado las banderas de la “indignación” y en particular respecto de la educación, su calidad y costos.

Los mismos, en gran medida mostraron su fuerza por un lado, logrando que autoridades de gobierno fueran cambiadas, por ser incapaces de entender que se les decía. Pero quizás, más importante es que sus propuestas se transformaran en un programa de gobierno y estén en la agenda política del país, por los próximos años.

Fue durante el Gobierno de Piñera que la indignación tomó forma y movimiento, y tuvo su expresión electoral en la campaña y en los candidatos 2013, quienes no solo hicieron suyos los principales conceptos que defendían los jóvenes y el movimiento social que los acompañó sino que sus principales líderes fueron reconocidos como representantes de la ciudadanía, ante el Congreso.

Es decir, quien ayer dirigía las marchas, realizaba arengas a los estudiantes y llegaba en calidad de visita a dar “clases” al Congreso, mañana lo harán con lo propiedad de quien ha ganado su espacio democráticamente. Los mismos que abucheaban o desdeñaban sus argumentos, debieron reconocerse como minoría.

Gran parte de los jóvenes chilenos, en el ámbito político han alcanzado una nueva experiencia y han puesto en la historia del país (visto en algunos años más), un punto de inflexión. Antes y después de los movimientos estudiantiles.

Sin embargo, la madurez no se rige por la edad, sino por la suma de experiencias y de conocimientos que se van adquiriendo. Sabemos que los conocimientos, a nivel académico, son una parte del proceso de aprendizaje. Importante por cierto, pero la escuela y la universidad no lo entregan todo. Tampoco pueden. Luego aprendizaje, no implica experiencia.

Por eso en política, la experiencia se alcanza con el paso del tiempo. El ímpetu y la irreverencia, no ayudan. Es más, no son buenos consejeros. Pero por otro lado, la experiencia sino se complementan con nuevos brotes de conocimiento, se extingue y se marchita.

El proceso social y político que busca mejorar la calidad de la educación chilena y extinguir la exclusión que genera el actual modelo,requiere de un proceso de mucha maduración que, sin duda, lograremos ver sus resultados en el largo plazo.

Más aún, si la discusión política e ideológica a la que asistiremos está dirigida por actores cuya madurez les permita comprender que la sociedad ya tiene ideas formadas, al respecto. La misma ya tiene una valoración de la actividad política y lo que puede esperar de ella en su conjunto.Distinta es la apreciación que se tiene de cada uno de los políticos.

Aquí aplica el que la suma del todo es distinta a las partes.

En la nueva generación de políticos o líderes sociales, efectivamente hay esperanzas.Deberán recurrir a su madurez y experiencia para que las mismas banderas que enarbolaron, no sean el objeto de indignación social y excusa por la cual, no los volvamos a ver.

Por lo tanto, quienes no actualicen sus convicciones y se queden en trincheras ideológicas, verán marchitar su discurso y llegar al otoño de su aporte en política.

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07 mar 2014

El desafío de gobernar

A días de la toma de mando de la Presidenta Michelle Bachelet se hace cada vez más próximo el desafío de encantar y cumplir con las altísimas expectativas que tiene la ciudadanía puestas en el primer Gobierno de la Nueva Mayoría.

Simbólicamente la primera mujer Presidenta del Senado le tomará juramento a la primera mujer Presidenta de la República, y en ese gesto democrático se encierra la clave del sello que debe tener este nuevo Gobierno: una gestión más humana, más sensible, más conectada con la ciudadanía, no sólo conscientes de sus demandas sino también atenta a abrir espacios reales de participación y decisión.

Más allá de los complejos escenarios económicos e internacionales que influirán en el nuevo Gobierno, el principal desafío debe ser el hacer los máximos esfuerzos por cumplir las expectativas de quienes confiaron masivamente en la propuesta de la Nueva Mayoría.

Para eso se deben aunar alianzas y criterios que permitan lograr, lo más temprano posible, una reforma tributaria que recaude los fondos para una profunda reforma del sistema educativo, donde el derecho a la educación de calidad esté garantizado y se avance hacia una educación gratuita pero principalmente de calidad.

El Chile que asumirá la Presidenta Bachelet es un Chile consciente, atento, demandante, que quiere que sus autoridades los escuchen, consideren y hagan parte de la toma de decisiones.

La Nueva Mayoría no sólo debe ser una nueva alianza de partidos y fuerzas políticas, sino una nueva formar de ejercer el poder, mucho más conectada a los movimientos ciudadanos y a las demandas de una ciudadanía exigente.

El Chile que asumirá la Presidenta Bachelet es uno de los cinco países con mayor concentración de la riqueza, donde los que concentran mayores ingresos son los que pagan menos impuestos.

Es un país profundamente desigual, que reclama una nueva Constitución que garantice derechos fundamentales como el derecho a la salud, a la educación, al medio ambiente, una Carta Fundamental que recoja el sentir ciudadano y no sólo el de la elite política.

El Chile que asumirá la Presidenta Bachelet es un país donde, según la última encuesta de Derechos Humanos realizada por el Instituto Nacional de Derechos Humanos, el 26% de la población cree que su derecho más vulnerado es el acceso a la salud.

Un país donde, según datos de la Fundación Sol, 9 de cada 10 trabajadores asalariados no negocia sus condiciones de trabajo de manera colectiva.

Es un país de grandes desafíos, de una inequidad que golpea y de una ciudadanía ansiosa de que el Gobierno de Michelle Bachelet cumpla con las expectativas de cambio, de igualdad y solidaridad anunciadas en campaña.

Y en ese contexto el desafío de gobernar comienza primero con el desafío de cumplir las promesas y banderas de campaña, que son las que permitirán construir el Chile más justo, equitativo y solidario que todos queremos.

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06 mar 2014

La Universidad, conciencia crítica de la sociedad

El programa del nuevo gobierno plantea como una de sus prioridades una Reforma Educacional integral cuyos pilares, en particular para la educación superior son principalmente, el fin al lucro, el avance gradual a la gratuidad universal en la universidad pública, el financiamiento de la educación superior, la atención preferente a alumnos vulnerables, un nuevo sistema de acreditación para todas las instituciones y la creación de la subsecretaría de Educación Superior.

Constituye la oportunidad de un amplio y necesario debate.

Esto genera las posibilidades para la comunidad universitaria de retomar la discusión, interrumpida por el golpe de Estado en 1973 y por sus consecuencias normativas reflejadas en la legislación impuesta del año 1981 cuyo efecto más dramático en el tiempo ha sido la concepción de la educación superior como un negocio: los estudiantes transformados así en clientes, los académicos transformados en funcionarios u operarios, y sus autoridades directivas transformadas en gestores de una comunidad empresarial.

En este contexto, que debemos tener presente, ¿qué es hoy día la institución universitaria?

Ya en 1986, nuestro recordado Luis Scherz se aventuraba a plantear que hacia el 2000, en un contexto de recuperación de la democracia en Chile, la Universidad probablemente pasaría de un modelo profesionalizante napoleónico a un modelo humboldtiano centrado más bien en la importancia de la investigación.

Él avizoraba bien que este debate no sería únicamente chileno. Hoy, acelerado por el fenómeno de la globalización, ciertamente este debate crucial se da en las universidades de distintas latitudes.

Postulamos que la Universidad está en crisis y que, probablemente, esté en el centro del nuevo debate, encontrar su definición y su rol social más allá o superando e integrando ambas visiones clásicas.Las comunidades universitarias deberían movilizarse en torno a esta primera cuestión central.

En la aurora de este debate que ojalá se inicie pronto, aparece el concepto de Universidad pública y un segundo elemento central para la discusión, ¿qué sería hoy la universidad pública?

Tradicionalmente se ha considerado la Universidad pública como aquella generada por ley y/o aquella financiada por el Estado, siendo este último componente el que ha predominado históricamente en América Latina y en Chile para identificar a esta institución.

Con este criterio, Chile construyó y consolidó su patrimonio universitario, siendo hasta 1980, ocho las universidades llamadas “tradicionales” que combinaban universidades creadas por el Estado y universidades de creación privada, todas ellas con financiamiento público relevante.

Equivocadamente, y utilizando justamente las realidades consagradas por la legislación impuesta que se critica, algunos pretenden hoy día reducir la Universidad pública al ámbito de las universidades estatales.

Afortunadamente el propio ministro de Educación designado por la Presidenta Bachelet ha sostenido un criterio que refuerza nuestra tesis al señalar por escrito en una columna de opinión: “Hasta ahora he usado, sin definir, el concepto de universidad pública. Aunque es materia de controversia, no lo veo como sinónimo de universidad estatal. Corporaciones sin fines de lucro, debidamente acreditadas y que solo busquen crear y difundir el saber sin discriminaciones de ningún tipo, ni por raza, credo, condición social o corriente de pensamiento, tanto en sus contenidos como en la selección de alumnos y profesores, constituyen, en un sentido amplio, una universidad pública”.

Adicionalmente, otros componentes que caracterizarían a una Universidad pública, según diversos autores, serían, por ejemplo, “ser una institución de educación superior que cumple con el derecho ciudadano a la educación en todos sus niveles, de acuerdo a los conocimientos y la formación ciudadana que la sociedad define como necesarios”, “ser una universidad pública que desarrolla la investigación que la nación necesita para aumentar sus conocimientos y enfrentar sus problemas”, etc.

Por su parte el Rector de la Universidad de Concepción, profesor Sergio Lavanchy, ha señalado justamente y en forma reiterada la necesidad de que el Estado considere el carácter público de esa Casa de Estudios Superiores y, en general, de las otras universidades tradicionales “por cuanto nadie podría dudar del rol social e igualitario que cumplen ni de la generación de bienes públicos que cada una de ellas realiza”.

Por nuestra parte, creemos que la Universidad pública debe distinguirse esencialmente por “pensar a Chile y a los chilenos”.Para ello, su prioridad debe estar focalizada en ser un referente “anticipatorio y crítico” de los modos y caminos en que la sociedad chilena construirá un futuro sostenible, más justo y más humano y se insertará en el mundo.Ella debe criticar, anunciar, inventar.

La Universidad pública debe, más que ninguna otra, ser conciencia crítica de la sociedad.Este debate es de la mayor importancia y sería hermoso ver que moviliza también a nuestras comunidades universitarias.

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