01 jul 2011

La república del abuso

La verdad, los abusos que hemos vuelto a presenciar últimamente, de la mano esta vez de la Polar, no son nuevos.

No se restringen tampoco al ámbito del retail.

Los encontramos en las tasas usureras de los intereses bancarios por ejemplo; en las elevadas tasas que se cobran por el crédito para estudiar en la educación superior; en las aprobaciones truchas de megaproyectos como el de HidroAysén, y otros de similar factura que afectan el ecosistema y su equilibrio futuro; en la colusión de las farmacias y la conversión de la salud en un negocio, dejando de ser un derecho; también hay abuso cuando empresas de servicios básicos, como el agua y la luz, nos cambian los medidores, y de un mes a otro, como por arte de magia, suben las cuentas en una proporción notable; también los hay en la televisión y su forma concertada para desinformar y alienar a sus audiencias (como se dice en la jerga “técnica”); también, como no, en el uso de fuerza desmedida de parte de la policía, que financiamos todos nosotros y que tendría siempre que protegernos en primer lugar. Por nombrar solo algunos.

¿Quién da una explicación que vaya más allá de los lugares comunes? Nadie. En fin. La verdad es que el abuso de poder no es algo nuevo.

Forma parte de la norma operatoria del modelo socioeconómico de orientación mercadista, desregulado y neo-liberal, de base capitalista, que se impuso en base a la fuerza y la represión por la alianza cívico-militar que gobernó Chile desde el 73 en adelante, y que no ha sido modificado sustantivamente en estos más de veinte años de transición.

Es un abuso sustentado en el poder acumulado por las minorías más ricas del país, en alianza con algunos sectores políticos.

Cuando la desigualdad tiene los niveles que muestra acá, entonces el abuso se instala como una suerte de segunda piel en las relaciones sociales, económicas, políticas.

El abuso como norma es expresión de una democracia cooptada y maniatada por un poder económico-financiero (nacional y trasnacional) minoritario, que determina no solo la producción y el comercio del país, sino que también, al mismo tiempo, se apropia de colegios, universidades, radios y televisión, transportes, clubes de fútbol, etc.

Es decir, de cualquier actividad en la cual se vea una “oportunidad” de negocio, o, más claramente, un interesante lucro a obtener. Cuando existe tanta concentración de poder (económico, financiero, mediático, comunicacional y político) en tan pocas manos, la corrupción pasa a ser el signo distintivo de su abuso, y su eticidad queda reducida a la mantención de contratos o al mero beneficio.

Corrupción hoy en día no es solamente robar algo que no es de uno; tampoco sobornar a un funcionario x para desviar propuestas o recursos.

En efecto, esas son manifestaciones de que algo no anda bien en algunas instituciones.

Pero en el capitalismo financiero y desregulado que coopta la expresión de la cosa pública y la subordina, la corrupción y el abuso corre por todas sus venas, y no depende –lamentablemente- de la buena o mala voluntad de tales o cuales personas.

El vicio se instala como norma de un modelo que funciona en base a los intereses privado-particulares o de facciones de poder.

Una comunidad de ciudadanos, como la nuestra, que ha sido publicitaria y machaconamente re-educada en función del hacerse rico, poderoso, famoso, rostro o estrella, – puestos como el único fin válido de la existencia- , sin reparar en los medios para ello; que ha sido educada al mismo tiempo en el desprestigio permanente de lo público, esa comunidad, claro está, no podrá ser autora de buenas y adecuadas leyes públicas orientadas en función de algún ideario de bien común.

Y cuando eso sucede entonces lo de “Chile es una república democrática” (artículo 4to), inscrito en la Constitución Política “parchada” que nos rige, se vuelve mero enunciado de papel, algo vacío de significado.

Cuando el poder, el tener y el saber están demasiado concentrados, se facilita el tránsito a una república del abuso y de la corrupción cotidianos, sea a nivel interpersonal, o en el de las instituciones.

En una república así, buena parte de las leyes que se aprueben y rijan entonces, serán aquellas que de un modo u otro expresen los intereses particulares de los grupos organizados más poderosos e influyentes. Y cuando eso sucede, pasa que el sujeto-ciudadano estará constantemente amenazado por poderes despóticos que no controla y que le impiden una vida plena.

Una república de este tipo – como la nuestra-, en que sus leyes no se orientan hacia el bien público o el interés general, no podrá ser pues una república feliz: al abuso y la corrupción, sumará el malestar ciudadano y una violencia latente.

Bien lo había visto un Montesquieu cuando sostenía que en una república democrática “cada cual debe gozar de la misma felicidad y de las mismas ventajas, disfrutar de las mismos placeres y tener las mismas esperanzas”. Pero, para eso, hay que promover un amor a la república – nos dice- entendido como “amor a la igualdad”.

La promoción de ese amor tendría que ser una de las tareas permanentes del conjunto de la educación del ciudadano. Sin embargo, todo indica que andamos bien lejos de este ideal…

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  • http://pulse.yahoo.com/_6IBBHH2KQTWJ6YIKVQUIKSHBIA Héctor

    Esta todo dicho aqui, felicidades, es bueno que en Chile existan personas que piensen y reflexionen sobre lo que esta mal, es el principio del principio en la conciencia social y ciudadana.

  • http://pulse.yahoo.com/_6IBBHH2KQTWJ6YIKVQUIKSHBIA Héctor

    Esta todo dicho aqui, felicidades, es bueno que en Chile existan personas que piensen y reflexionen sobre lo que esta mal, es el principio del principio en la conciencia social y ciudadana.

  • http://www.facebook.com/people/Ramon-Jara-Zavala/1223404329 Ramon Jara Zavala

    Pablo….clarito y sencillo como siempre.
    ramón

  • http://www.facebook.com/people/Ramon-Jara-Zavala/1223404329 Ramon Jara Zavala

    Pablo….clarito y sencillo como siempre.
    ramón

  • http://www.facebook.com/people/Patricio-Valenzuela-Ormeno/607859346 Patricio Valenzuela Ormeno

    Profesor:

    Es cierto, nuestra lógica nacional no es muy distinta de la Oficina Salitrera y su pulpería.  Trabajamos mucho para que nos entreguen nuestras “fichas”, las cuales cambiaremos en las pulperías por los productos que necesitamos, a los precios y bajo las condiciones impuestas por la pulpería, cuyos dueños son los mismos propietarios de la mina.
    Las diferencias de ingreso son tan abismantes, que el noveno decil de ingreso, por su vulnerabilidad se parece más al primer decil más pobre, que al décimo decil de más ingreso.
    En todo caso, mientras sigamos poniendo la “culpa” de esta situación en los poderosos, no mejoraremos en absoluto.  Para que haya opresión no sólo se requiere un opresor, sino también un oprimido.  Y hay demasiada gente dispuesta a dejarse oprimir por la comodidad de sentirse víctima y eludir las responsabilidades de su propio destino.
    Nuestro país está plagado de gente que dice “merecer” cosas que otro -por supuesto un otro más poderoso- debe darle, porque “tiene derecho” a ellas.  Esto facilita el clientelismo político y consolida la dependencia.
    La austeridad en el gasto, la moderación en el consumo, el desapego de lo material, son virtudes que deberían cultivarse para reducir la dependencia y con ello también la necesidad de dejarse oprimir para poder vivir.  Pero hay poca gente hoy dispuesta para una vida austera en medio del consumismo desenfrenado, y prefieren entregar lo mejor de sí -su tiempo, su vida, su libertad- por ganar lo necesario para comprar el último chiche tecnológico, el perfume mágico o el viaje soñado, y con ello dar una vuelta más a la rueda del consumo que los aplasta en cada giro.

  • http://www.facebook.com/people/Patricio-Valenzuela-Ormeno/607859346 Patricio Valenzuela Ormeno

    Profesor:

    Es cierto, nuestra lógica nacional no es muy distinta de la Oficina Salitrera y su pulpería.  Trabajamos mucho para que nos entreguen nuestras “fichas”, las cuales cambiaremos en las pulperías por los productos que necesitamos, a los precios y bajo las condiciones impuestas por la pulpería, cuyos dueños son los mismos propietarios de la mina.
    Las diferencias de ingreso son tan abismantes, que el noveno decil de ingreso, por su vulnerabilidad se parece más al primer decil más pobre, que al décimo decil de más ingreso.
    En todo caso, mientras sigamos poniendo la “culpa” de esta situación en los poderosos, no mejoraremos en absoluto.  Para que haya opresión no sólo se requiere un opresor, sino también un oprimido.  Y hay demasiada gente dispuesta a dejarse oprimir por la comodidad de sentirse víctima y eludir las responsabilidades de su propio destino.
    Nuestro país está plagado de gente que dice “merecer” cosas que otro -por supuesto un otro más poderoso- debe darle, porque “tiene derecho” a ellas.  Esto facilita el clientelismo político y consolida la dependencia.
    La austeridad en el gasto, la moderación en el consumo, el desapego de lo material, son virtudes que deberían cultivarse para reducir la dependencia y con ello también la necesidad de dejarse oprimir para poder vivir.  Pero hay poca gente hoy dispuesta para una vida austera en medio del consumismo desenfrenado, y prefieren entregar lo mejor de sí -su tiempo, su vida, su libertad- por ganar lo necesario para comprar el último chiche tecnológico, el perfume mágico o el viaje soñado, y con ello dar una vuelta más a la rueda del consumo que los aplasta en cada giro.

  • Sergio Bello

    En realidad, el diagnóstico de la situación política-económico-social chilena está más que claro y seguir “majadereando” sobre el, lo considero una redundancia y una forma, diría que fácil, de ganar plata, escribiendo sobre lo archiconocido y sabiendo que nadie retrucará dichos argumentos, simplemente porque no hay con qué.
    Empezar a ingeniar soluciones, don Pablo, es la tarea que tenemos todos, pero principalmente de los que se autodesignan pensadores, sociólogos, formadores de opinión, legisladores, etc.
    Soy poco optimista en que la situación cambie en el mediano plazo, porque quienes tienen el trabajo de crear la institucionalidad que mejore la estructura actual del Estado que permita un nuevo acuerdo social y económico, están más preocupados en mantener y aumentar la cuota de poder y prevendas que obtienen de ese Estado.
    El Presidente dijo que nuestra democracia está cansada, discrepo, los chilenos no estamos cansados de ella, de quienes sí estamos cansados es de los políticos actuales, gente que se apoderó hace ya 21 años del Estado y se han servido de el para sus intereses partidarios y personales, reproduciéndose en forma endogámica en sus herméticas cúpulas.
    Como ve, la tarea es gigantesca y creo que la podrán comenzar las generaciones que vienen, porque la nuestra ya perdió el partido  

  • Sergio Bello

    En realidad, el diagnóstico de la situación política-económico-social chilena está más que claro y seguir “majadereando” sobre el, lo considero una redundancia y una forma, diría que fácil, de ganar plata, escribiendo sobre lo archiconocido y sabiendo que nadie retrucará dichos argumentos, simplemente porque no hay con qué.
    Empezar a ingeniar soluciones, don Pablo, es la tarea que tenemos todos, pero principalmente de los que se autodesignan pensadores, sociólogos, formadores de opinión, legisladores, etc.
    Soy poco optimista en que la situación cambie en el mediano plazo, porque quienes tienen el trabajo de crear la institucionalidad que mejore la estructura actual del Estado que permita un nuevo acuerdo social y económico, están más preocupados en mantener y aumentar la cuota de poder y prevendas que obtienen de ese Estado.
    El Presidente dijo que nuestra democracia está cansada, discrepo, los chilenos no estamos cansados de ella, de quienes sí estamos cansados es de los políticos actuales, gente que se apoderó hace ya 21 años del Estado y se han servido de el para sus intereses partidarios y personales, reproduciéndose en forma endogámica en sus herméticas cúpulas.
    Como ve, la tarea es gigantesca y creo que la podrán comenzar las generaciones que vienen, porque la nuestra ya perdió el partido