Asistimos asombrados al crecimiento casi infinito de “La Torre”. Metro a metro se impone en el skyline citadino con su estampa de mazorca y el temor ansioso frente a futuros sismos. Pero estos son solo nuestros temores, pues aquellos otros prefirieron romper con toda lógica y dejar estampada la firma con que otrora se ornamentaron las ciudades alemanas, soviéticas e italianas, diseñando una arquitectura en la que el ser humano no tenía ni un rol, salvo el de espectador asombrado y temeroso.
¿Pero cómo se llega a esto?
Hacia comienzo de los 80 se inician las negociaciones de venta de los terrenos ocupados por la CCU y el antiguo Liceo 20. Unos años después, en 1986, por casualidades de la vida, se aprueba una modificación al Plan Regulador de Providencia reconociéndose mediante un Plan Seccional, condiciones más permisivas para construcciones a efectuarse en dicha zona.
Posteriormente, según señala don Patricio Herman, de Defendamos la Ciudad, se constató que el permiso de edificación otorgado por la I. Municipalidad de Providencia, fue entregado sin contar entre otros requisitos, con el Estudio de Impacto Ambiental, el Estudio de Impacto sobre el Sistema de Transporte Urbano y con errores en el cálculo de la rasante lo que le permitió aumentar la altura de la edificación.
Todos estos elementos fueron denunciados por dicha organización y validados por la SEREMI de Vivienda y la misma Contraloría General de la República.
Finalmente, hoy la torre alcanza su máxima altura y surgen las voces sobre los impactos que los flujos por ella provocados, arrojen sobre su entorno inmediato y sobre la ciudad.
Entonces vale la pena preguntarse lo mismo que cuestiona el arquitecto y doctor en urbanismo Alberto Texidó Z. “¿Cómo es posible que una obra logre aprobar su permiso de edificación antes de dejar establecidas las condiciones de mitigación que su impacto exige?”(1)
La respuesta entra en el plano especulativo, por lo que es preferible dejarla abierta, pero sí podemos señalar algunas cuestiones básicas en la planificación y gestión sobre la ciudad.
1. La iniciativa privada, que ha demostrado ser un importante agente dinamizador, debe estar adecuadamente regulada.
2. Por su parte, es necesario que quienes tienen como función velar por el cumplimiento de las normas, entre otras las de urbanismo, cuenten con la fortaleza institucional y práctica para permitir el desarrollo pero salvaguardando los intereses colectivos.Claramente este es el caso contrario.
3. Una adecuada institucionalidad y autoridad comunal, debe velar por el crecimiento armónico de la ciudad. En este caso, no solo el impacto vial, de insospechada envergadura, sino que la alteración al espacio peatonal amenazado por fachadas ciclópeas; las modificaciones en la riquísima estructura espacial de la calle providencia, ideada por el arquitecto Bannen; los patrones monopólicos que terminan anulando, como se ha demostrado, iniciativas comerciales a menor escala, son todas cuestiones que una buena gestión municipal, nunca debió olvidar.
La tentación de construir la gran torre ha sido un paradigma de la historia de la humanidad, y más allá de las alegorías como la de la Torre de Babel, se ha demostrado una y otra vez, con el Titanic, el Zeppelin y las torres Gemelas, entre otros, que lo fastuoso es frágil y que más vale bregar por la sencillez de una buena vida y la existencia de relaciones sanas entre vecinos, cuestión que nuestra autoridad comunal hasta acá no ha comprendido.
A esta discusión se suma la reciente decisión del gobierno de extender la Línea 6 del Metro hasta La Portada de Vitacura, con el objetivo de descongestionar la zona de “Sanhattan” ante la apertura del Costanera Center.
También la alerta lanzada por el académico de la Universidad Adolfo Ibañez, el ingeniero Louis de Grange, quien aseguró que al simular la cantidad de vehículos que llegarán a este punto de la ciudad, “el computador colapsó”.
Quiero decir que la obligación de mitigar el impacto vial, y por ende humano, de los traslados que implicará la construcción de Costanera Center corresponde al señor Paulmann.
Si la construcción de una nueva estación del Metro mejora, al menos en parte, este augurado colapso, es el dueño de Cencosud y no una empresa pública como Metro de Santiago, la que debe asumir los costos en su totalidad.
La torre se yergue de momento airosa, pero debe ser su dueño quien responda por los costos que acarreará a los santiaguinos, y en especial a los vecinos de Providencia.
http://www.elmostrador.cl/opinion/2012/02/20/crecimiento-urbano-autoridad-y-mitigacion-o-como-la-omision-es-el-pecado/