Cada cierto tiempo surge algún incidente con Carabineros en el que queda muy claro que las cosas no andan bien en esa institución.
Si miramos los últimos 30 años, podremos ver muchos casos, que van desde la participación gravísima en los organismos de represión en los tiempos de la dictadura (en el comando conjunto, en la DINA, en la CNI, la DICOMCAR) hasta la comisión de delitos comunes de gravedad con innegable notoriedad pública.
Nadie olvidará la banda organizada por policías en servicio activo que en los 80 asaltaba farmacias. Trató de matizarse, de disfrazarse, pero al final salió todo a la luz.
O el caso de esos carabineros imputados y condenados (fusilados al final) por numerosos crímenes en Viña del Mar, denominados “los psicópatas de Viña”.
Y suma y sigue, pasando por tráfico de drogas en una comisaría de Ñuñoa o los abusos en contra de un hombre pobre que es maltratado de forma atroz por un oficial joven, quien lo amenaza diciendo: “un desaparecido más no importará”.
Ahora tocó el turno a un sub oficial que disparó contra un civil indefenso, que era un mero espectador de los desórdenes que protagonizaban pobladores con policías, en una reyerta de proporciones.
De pronto y sin mediar provocación, el uniformado dispara dos tiros de su arma de servicio, una de las cuales impacta a un muchacho de 16 años. La investigación judicial – si acaso es finalmente permitida y no interferida por la “justicia” militar – dirá cuál fue la verdadera intención del policía o cuáles fueron sus motivaciones al ejecutar tal acto.
Lo más grave viene entonces: un general niega que carabineros haya actuado en los hechos y agrega que no se justifica hacer una investigación al respecto.
Es decir, pese a la existencia de testigos, rechaza la posibilidad de investigar.
La justicia, a través de la fiscalía correspondiente, toma el caso y en cuestión de un par de días concluye que el arma homicida pertenece a Carabineros.
No le queda otra cosa a la institución que prestar colaboración, poniendo a disposición de la policía de investigaciones las armas sospechosas.
Y entonces se logra determinar que un sub oficial fue el que disparó, amparado por otros cinco policías, una oficial y cuatro sub oficiales, quienes le prestaron adicionalmente protección de silencio. Luego el autor de los disparos limpia su arma y rellena las municiones, para ocultar su responsabilidad. Y todo esto lo protege el general declarante.
Esta vez, Hinzpeter actuó bien: dijo que se iba a investigar y luego, cuando se demostró la responsabilidad policial, pidió que la institución llame a retiro al general. Pero, eso no lo exime de una responsabilidad política, ya que se demuestra con claridad que la situación se le ha escapado de las manos.
No puedo dejar de recordar que en 1971 se acusó constitucionalmente al Ministro del Interior José Tohá por menos que esto y resultó destituido.
En aquel entonces yo fui partidario de la sanción política al ministro e incluso declaré en la comisión investigadora. Esta vez el asunto es de la más alta gravedad y el ministro ha demostrado incompetencia para obtener resultados eficaces, pese a sus buenas intenciones.
Pero, en política no basta con la intención.
A todo esto, se puede agregar la ineficacia de Carabineros en la represión de la violencia en las manifestaciones. Demostrando una torpeza táctica aguda y una brutalidad inapropiada, los uniformados se lanzan sobre los manifestantes, aumentando la violencia y produciendo una escalada en la que no se distingue entre los que actúan pacíficamente, los observadores, los transeúntes y los violentistas que provocan los disturbios.
La verdad es que parece necesario, a estas alturas del devenir político y social, plantearse la posibilidad de introducir profundas reformas en el sistema policial, especialmente atendido que existe una cierta superposición de funciones con otras instituciones del Estado.
No puede seguir este espectáculo por parte de Carabineros, que nos brinda cada cierto tiempo actuaciones de sus integrantes que no pueden sino ser calificadas de detestables.
Algo pasa en la formación, en los objetivos, las atribuciones, la estructura misma. Cada vez se parece más a esas policías brutales y arbitrarias de México u otros países de América y de Asia, respecto de las cuales se puede esperar cualquier cosa. Es verdad que en general hay corrupción en las policías del mundo, pero, mal de muchos…
Si se permite que Carabineros siga en esta situación, llegará la hora en que la sociedad entera tendrá que lamentarse.
Más vale poner el cascabel al gato ahora y no esperar que las cosas sean peores.