Como un golpe a la cátedra podríamos definir el anuncio simultáneo efectuado por los Presidentes Barack Obama y Raúl Castro en su intento por normalizar las relaciones diplomáticas entre ambos Gobiernos, luego de más de 53 años de su ruptura, el pasado 17 de diciembre.
Cabe indicar además que este acercamiento fue patrocinado y apoyado por la Secretaría del Estado Vaticano y la Cancillería canadiense, instituciones que cooperaron en forma paciente y reservada con esta iniciativa.
Desde un punto de vista histórico, la decisión del mandatario norteamericano nos recuerda las de los Ex Presidentes Richard Nixon y su homólogo de China en los años setenta; la de “Jimmy” Carter y sus pares de Egipto e Israel (Acuerdo de Camp Davis) y la de Ronald Reagan y el ex Presidente de la URSS, Mijail Gorbachov.
Todos estos acercamientos se caracterizaron por el deseo de provocar, en dicho momento, un cambio de paradigma o modelo en la política exterior americana.
Con esta normalización de relaciones americano-cubanas, ¿estaremos en presencia de una Segunda Caída del Muro de Berlín, cuyo aniversario recientemente celebramos? Dejemos que transcurra el tiempo para responder esta interrogante, ya que este proceso de acercamiento recién se ha iniciado, formalmente.
Con todo, una de las lecciones aprendidas es la vigencia de la denominada diplomacia reservada, como un mecanismo para propiciar y restaurar las relaciones bilaterales entre los Gobiernos.
Esta diplomacia reservada -con resultados concretos en este caso- , es distinta de aquella diseñada y ejecutada por la “Vieja Diplomacia” conocida como la diplomacia secreta, ya que esta última fue censurada y proscrita con el fin de la Primera Guerra Mundial. Sugiero a los interesados en esta materia lean “La Diplomacia” de Sir Harold Nicolson.
En consecuencia, más allá de la retórica o anuncios oficiales, en necesario comprender que la Política Exterior de los países es un asunto serio y complicado, y que en ocasiones se requiere especial precisión, mesura, paciencia y reserva, por estar comprometidos los intereses permanentes del Estado.
Finalmente, el propio Papa Francisco celebró el resultado de las negociaciones como también, elogió a la función diplomática como tal, hecho que debe ponderarse y analizarse debidamente, pues esta actividad o profesión no es cabalmente comprendida ni menos valorada por la opinión pública.