¡Por favor! De qué estamos hablando.
Los fariseos de la Santa Sede, lograron concretar sus intrigas de palacio, desbancaron al Jefe de Estado.El Papa se vio en la obligación de renunciar aduciendo como justificación injustificable, que no tiene “fuerza “para seguir conduciendo a los católicos del mundo.
Puede ser muy respetable la decisión del Papa, pero poco creíble a la luz de los acontecimientos.
Permítasenos el sagrado derecho a la duda, al menos a los que conformamos la Iglesia de Cristo duda que está basada en la serie de escándalos de toda naturaleza que Ratzinger, heredó de su antecesor Carol Wojtyla.
El Papa tenía en la propia Curia Romana, todos los golpistas que a diario le hacían imposible ejercer su cargo con la potestad requerida para enfrentar los nuevos desafíos. Limpiar por dentro, expulsar a mercaderes, eliminar a los corruptos, era una misión imposible.
Reinaldo Sapag nos advierte en su artículo, sobre la “hipocresía eclesiástica” denunciada por el Santo Padre en la homilía del miércoles de Ceniza, lo que omite, es que, lo mismo , casi calcado sufrió el Cardenal del Pueblo, Raúl Silva Henríquez, durante su mandato como conductor de los católicos chilenos.
La hipocresía de los encubridores, que intentan ocultar hechos deleznables, tan repudiables que hoy por hoy, nuestra iglesia dejó de ser un referente moral. Peor aún amparado por el Nuncio y posterior Secretario de Estado Ángelo Sodano, amigo predilecto de Pinochet, del cura Karadima, del cardenal Medina. Del obispo Cox y de su regalón el peor de todos, el mexicano jefe de los Legionarios de Cristo: Marcial Maciel, Satanás en persona.
Horrorizado el Papa, intentó sanear la casa de Dios, condenando a obispos y sacerdotes pedófilos que de día anunciaban la palabra sagrada de Cristo, en esa cruz sufriente y abusaban de niños inocentes sin remordimiento alguno.
Carlos Peña, destacado articulista, se va por las ramas, refiriéndose a las “inconsistencias papales” al comparar la agonía de Juan Pablo II hasta el último suspiro en el cargo, con la precipitada y sorpresiva renuncia de Benedicto XVI.
Ratzinger caminaba solo por la senda correcta, intentó abrir las puertas y ventanas de su palacio de gobierno, para limpiar la mancha que oscurece todo el sentido de la fe cristiana, sabe que si no hacía algo y pronto, los cimientos puros del evangelio de Cristo , simplemente se desmoronan convirtiéndose en letra muerta. Y a los muertos solo los resucita Jesús.
La “cosa nostra” vaticana por lo visto terminó con un Papa fuera de sus funciones, causando consternación mundial. Un silencioso golpe de estado puso fin a su corto reinado.