Nadie, o casi nadie, registró la noticia. Pero hace pocos días el Ayuntamiento de Berga, en Barcelona, ha aprobado una moción para declarar al rey Juan Carlos “persona non grata”.
Dicha importante declaración fue aprobada con los votos a favor de la nueva y prometedora coalición de izquierda d’Unitat Popular y las abstenciones de Convergencia y Unión y, obvio, del Partido Socialista de Cataluña. Naturalmente, el gobernante Partido Popular ha votado en contra.
La formación independentista considera que Juan Carlos de Borbón no es rey como resultado de un proceso democrático sino como consecuencia de la herencia dictada por Franco.
Aunque no haya sido noticia, quien conozca la España de hoy ha de coincidir que esa opinión interpreta a sectores cada vez más amplios de la sociedad hispana y, particularmente, a las generaciones jóvenes que se resisten a seguir soportando una absurda monarquía – además corrupta – a estas alturas del desarrollo de la humanidad.
El inefable Juan Carlos sí que hizo noticia el mes pasado cuando se fue con su amante alemana a cazar elefantes al África olvidando que él mismo presidía una organización cuyo objetivo es la defensa de esa especie y la prohibición de su captura y muerte.
Por cierto la furtiva cacería real fue a un elevado costo de millones de euros para la alicaída economía española. Los gustitos del rey los paga el pueblo. Más encima se accidentó y allá vamos pagando las mejores clínicas. Y allá fueron a parar los euros del Estado.
Recuerdo que en mi infancia era el actor Johnny Weissmüller quien encarnaba a Tarzán, el Rey de los Monos, en las inolvidables aventuras escritas por Edgar Rice Burroughs.Cuando el exilio, años más tarde, conocí la cascada de Agua Azul en Chiapas, México, en donde se filmaban muchas de las escenas que nos emocionaban y hasta vi de lejos la mansión del actor en Acapulco.
No imaginé que tantos años después habría de enterarme que también había un Rey de los Elefantes, bastante menos entretenido que el de los Monos. Y que además no ama a los animales.Tanto así que aunque por estos días los reyes de España cumplen 50 años de matrimonio, la Reina Sofía se ha negado a celebrar esas bodas de oro molesta como está por la aventura amorosa del Borbón en su accidentado safari de Botswana.
Toda la frivolidad de esta realeza – enriquecida económicamente y agotada ética y políticamente – resulta doblemente repulsiva si se tiene en cuenta la extrema gravedad de la crisis en España y en toda Europa que han entrado de nuevo en recesión.
Cifras responsables dan cuenta que en España su producto no volverá al nivel previo a la crisis del 2008 sino hacia el año 2017 y que el empleo de los españoles no se recuperará antes del 2023. Un 25% de cesantía que sube al 50% en el caso de los jóvenes. El cese de la ayuda a los cesantes, anuncios de cambios drásticos en el sistema de pensiones, rebajas de sueldos a los funcionarios, congelamiento de las pensiones, aumento del fraude fiscal que alcanza a un 23% del PIB. Desmanes de las empresas de telefonía y comunicaciones.
Una banca privada que se ha apropiado de miles de millones de euros y a la que Rajoy intenta rescatar hoy dándoles más y más. Diferencias extremas – esto igual que en Chile – entre el salario mínimo de los trabajadores y lo que gana un parlamentario. Un país en que un médico de la salud pública puede ganar menos que un concejal de un pequeño ayuntamiento. Y en que los grandes capitalistas, bufones del Rey, evaden impuestos o manejan sus recursos en paraísos fiscales.
Es el fracaso de las políticas de austeridad llevadas cabo por el FMI y el entusiasta apoyo de los regímenes europeos actuales, en primer lugar Alemania.
Y más encima el Rey y el gobierno quiebran lanzas en favor de Repsol, con toda razón nacionalizada por el gobierno argentino. Como si la poderosa empresa se pudiera identificar con los intereses del pueblo español.
Lo cierto es que Repsol no sólo no representa los intereses de los españoles sino que además hace mucho que ya no es española, puesto que su capital está mayoritariamente en manos de inversionistas extranjeros.
Cuando Juan Carlos y Rajoy defienden a Repsol, ante la patriótica decisión del pueblo argentino y su Presidenta, lo que hacen en rigor es defender los intereses de los grandes grupos empresariales internos y sobre todo externos. ¿Es eso un acto digno?
A la par siguen su curso los procesos criminales que comprometen a uno de los yernos de Juan Carlos de Borbón: el inefable y rapaz Iñaki Urdangarin.
Se ha hablado de salidas blandas como un eventual reconocimiento de culpabilidad y devolución de parte de lo defraudado a fin de lograr penas de prisión inferiores a 2 años con lo cual no se cumpliría condena alguna pues le sería remitida. Ha de tenerse en cuenta que el hombre de palacio arriesga teóricamente unos 6 años de cárcel efectiva, aunque todo indica que no sucederá.
Debe considerarse en todo caso la existencia de una pena privativa de derechos accesoria a los delitos perpetrados por el yerno de Juan Carlos, como es la privación definitiva, total y perpetua de todo tipo de honores, cargos y funciones públicas. Iñaki perdería la irrevocable pérdida de los beneficios que derivan de su condición de esposo de una infanta de España.
Como sea, en este proceso está en juego el papel de la Casa Real en los ilícitos. Como ha dicho el distinguido catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Barcelona, Joan Queralt, “será un juicio a la propia monarquía”. El cazador de animales, el Rey de los elefantes de Botswana, no es ajeno a lo que suceda.
Razón tenían los concejales del Ayuntamiento catalán al declararle persona no grata.