Ayer, en medio de la habitual revisión diaria de noticias, llegué a una información que logró revolverme el estómago. Se trata del Parlamento Europeo y su premiación a cinco personas que tuvieron un rol esencial en las revoluciones acontecidas en diversos países del universo árabe-bereber y musulmán.
Es así que ahí están, nuevamente, como defensores de las libertades y las democracias. Como siempre, hablando del respeto a los Derechos Humanos y luchando por sociedades más justas y tolerantes. Todo muy bonito y emocionante, pero lleno de máscaras.
Los eurodiputados olvidan que están premiando a quienes derribaron a sus amigos y socios, como, por ejemplo, el tunecino Zine El Abidine Ben Alí y el egipcio Hosni Mubarak. En pocas palabras, es un galvano que cae dentro del absurdo y, por supuesto, del engaño y la manipulación de la realidad.
Sólo como un recordatorio, la Unión Europea (UE) firmó Acuerdos de Asociación con la mayoría de los países mediterráneos, todo enmarcado dentro de su Política Europea de Vecindad (PEV).
Así fue que estableció la rúbrica en dichos documentos con Israel y Túnez (1995); Marruecos (1996); Jordania (1997); Egipto (2001); y Argelia y Líbano (2002). Con la Autoridad Palestina firmó un Acuerdo Interino de Asociación en Comercio y Cooperación (1997).
A eso se debe sumar que la UE ha mantenido con vigencia el Acuerdo de Cooperación con Siria (firmado en 1977) y que en 2008 comenzó negociaciones para establecer un acuerdo con Libia. Estos dos países, además, fueron invitados al mediático, pero inoperante, “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo” (PdBUpM).
Y hablando del PdBUpM, esto no es más que otro ejemplo del doble estándar y de lo egoísta que han sido las propuestas europeas respecto a sus vecinos mediterráneos. Con tal de obtener la famosa “estabilidad regional” y, en consecuencia, generar las mejores condiciones para beneficiar sus proyectos económicos y objetivos geopolíticos en el Magreb y Medio Oriente, a la Unión Europea no le importó inventar una iniciativa de integración que nació muerta.
Sin pelos en la lengua, la UE puso en la misma bolsa a Palestina e Israel, a Chipre y Turquía, Argelia y Marruecos. ¿Algo más?
Sí, pues agregó, para que la receta fuese mágica, a cuanto dictador se le ocurrió. Y ahí volvemos a los mismos nombres de siempre. Ben Alí, Mubarak (sus grandes amigos y aliados) y Bashar Al Assad.
¿Acaso los europeos no fueron capaces de ver que un proyecto así era inviable?, ¿no lograron darse cuenta que negociar con gobiernos represivos iba en contra del respeto a los Derechos Humanos?
Seguramente sí, pero no les importó.
Pero eso no es todo. En 2010, el comercio entre la UE y Siria dejó un saldo de 6.784,5 millones de euros, convirtiendo al bloque europeo como el primer socio comercial del gobierno sirio (22.5% del total de intercambios en este rubro).
A su vez, la balanza entre la UE y Egipto generó 21.651,5 millones de euros, dejando a la Unión Europea como su mejor compañero de negocios (33.1%).
Y, para terminar, el comercio entre la UE y Túnez entregó un saldo de 20.404,2 millones de euros, posicionando al grupo de los 27 como el principal socio de Túnez (70.1%).
Y, como corolario de esta realidad llena de contradicciones y mentiras, la Unión Europea le dio vuelta la espalda a Zine El Abidine Ben Alí, Hosni Mubarak, Muammar Al Gaddafi y Bashar Al Assad.
Apenas comenzaron las revoluciones y entendiendo que su hipócrita postura había quedado al desnudo, al bloque europeo no le tembló la mano para apuntar con el dedo a sus ex amigos y/o compañeros comerciales y ahora catalogarlos de dictadores.
Por eso, que ahora premien al tunecino Mohamed Bouazizi (en forma póstuma); a la egipcia Asmaa Mahfouz; al libio Ahmed Al Sanusi; y a la siria Razan Zaitouneh y su compatriota Alí Farzat, no es más que otro acto más de este triste teatro del absurdo.
Bienvenidas y bienvenidos, pues ya está por comenzar la obra maestra.
Siéntense y disfruten con el espectáculo.
“Europa y ese doble estándar que tanto molesta”, escrita por la Unión Europea y dirigida por sus eurodiputados.