En Europa y Estados Unidos se vive un malestar pegajoso cargado de quejas: desempleo, pérdida de casas propias, deudas estatales, alarmante y creciente desigualdad económica, recortes en los servicios sociales, deterioro de las infraestructuras tales como calles, carreteras, puentes, edificios públicos, parques, etc.
Se culpa al sistema financiero, o a los políticos, o a “los ricos,” o a las corporaciones internacionales, o a todos ellos.
Sí, hay muchos culpables, y es legítima la indignación de los que se encuentran cesantes después de haber estudiado con dedicación para formarse y haber trabajado concienzudamente en sus últimos empleos.
Muchos jóvenes, inspirados por “la primavera árabe,” se echan a la calle a protestar, exigiendo una solución rápida a la crisis, ya, ahora, altiro, para que rápidamente estemos incluso mejor que antes de la crisis. Mucho mejor. (No me refiero al movimiento estudiantil chileno).
Saltan recuerdos de los años 60, especialmente Francia-1968, y mi miedo en el 2006 a salir de mi casa en Paris por las manifestaciones estudiantiles que se tornaron violentas y destructoras.
Este año en Roma ha habido violencia. No así en España, pero los “acampados” han causado millones en pérdidas a los negocios y profesionales de los recintos tomados, lo que menos necesita ahora el país.
Tampoco ha habido violencia en la desorganizada confusión en Wall Street y otras ciudades de los Estados Unidos, pero sí trastornos y perjuicios. Todavía se espera que los manifestantes presenten un plan con soluciones claras, racionales y practicables.
Veo que toda la indignación va solo hacia los demás y lo inmediato. No he oído a ningún “indignado” considerar que pudiera tener algo de culpa.
No he oído decir, “de ahora en adelante participaré activamente en el proceso democrático, ayudando a un candidato con méritos, consiguiendo votos, votando sin falta, juntando firmas, escribiendo a los medios de comunicación…”
¿Dejar de tener móvil, o de comprar tenidas y los tenis de moda, y coserme mi ropa (como hemos hecho muchos en nuestra juventud)? ¿Estás loco?
No he oído decir “estudiaré más para ser un mejor profesional y ayudar a mi país; farrearé menos; trabajaré, fuera de horas de clase o del trabajo, en lo que sea para no pedir ayuda a mi familia, (también lo hacíamos cuando éramos jóvenes y se hace en los Estados Unidos, pero muy rara vez en Europa); ayudaré a que los lugares públicos estén limpios y en buen estado; no fumaré y exigiré que no se fume (causa de que la salud pública gaste millones que deberían ir para la educación y para dar trabajo); no permitiré que amigos manejen estando bebidos (causa mayor de accidentes y muertes en Estados Unidos y en Europa)…
En mi juventud yo no miraba ni al pasado ni al futuro, como los jóvenes de hoy.
La realidad es que, en términos históricos, Europa y Estados Unidos están mejor que nunca. Baste recordar que hace menos de cien años estaban más o menos como muchos países hoy día: 800 millones de personas en el mundo viven en poblaciones callampas; 900 millones pasan hambre; 800 millones son analfabetos; más del 50% de los niños de la mayor parte de África y Sud Asia sufren de malnutrición.
Hay millonarios en la China y en la India, pero el 36% de los chinos y el 76% de los indios ganan un máximo de $2 al día.
Como detalle ilustrativo, gracias a la mejor nutrición y salud pública, los jóvenes en Europa son ahora enormes comparados con sus abuelos.
En cuanto al futuro, es como mirar consternados a un perro que está enfrente, sin ver que más allá viene hacia nosotros galopando una manada de toros.
Sabemos que los recursos de nuestro planeta tienen un límite. El agua es un ejemplo.
Debido al cambio climático, ya sea por causas humanas o naturales, (el Sahara originalmente no era desierto) el agua disponible aumentará en ciertas partes de nuestro planeta y disminuirá gravemente en otras.
Huelga indicar las consecuencias en algunos territorios, por ejemplo África, donde las mujeres aspiran a tener 8 hijos y los hombres 12.
Obviamente, mientras más población, menos recursos por cápita.
Según las Naciones Unidas, este año La Tierra tiene siete billones de habitantes. El tema es un clavo ardiendo, y ninguna figura pública se atreve a tocarlo.
En conclusión, si queremos que el mundo esté a nuestro gusto, ¿no sería mejor menos quejas y más análisis sobre cómo podemos contribuir personalmente a mejorar lo de ahora y lo que viene?
(Enviado desde Florencia, bajo persistentes cielos grises, después de una estadía en Madrid bajo un sol a prueba de balas).