Hoy mi abuela, luego de hacer un aporte de agua mineral y ropa interior para los damnificados de las inundaciones, se dedicó todo el resto de la tarde a “trabajos manuales”. Bueno, al menos eso es lo que yo imaginaba.
La divisé pintando afanosamente unos géneros y pensé, “qué bonito, seguro se trata de algún mantel o algo similar”. Cuando por fin terminó y extendió su obra, no pude sino sorprenderme, era un lienzo gigante con una provocativa leyenda.
Abuela, ¿de qué se trata esto?, ¿para qué es este lienzo?
Me imagino, querido nieto, que has leído esta noticia sobre establecer un impuesto a quienes terminen su formación profesional y logren obtener un título. Se dice que deberán pagar por varios años un porcentaje de sus ingresos.
Sí abuela, lo he leído en la prensa. Pero quiero decirte que yo no creo que esta noticia tenga algún sustento en la realidad. No me parece posible que “se esté pensando” en esto a sólo meses de haber aprobado una reforma tributaria cuyo principal objetivo era financiar la “reforma educacional”. Te recuerdo que en la justificación de esta reforma estaba el tema de la gratuidad en la educación superior y, por consiguiente, no me parece verosímil que, hoy, se esté pensando en esta suerte de “parche” adicional.
Suspiró y me dijo: mira, parece que con los dineros de la reforma tributaria no alcanza para la gratuidad en educación superior, o sólo alcanza para una parte. De hecho, he escuchado que han pensado partir sólo en aquellas universidades “del Estado”, dejando para una segunda etapa al resto de los establecimientos, excluyendo además a los centros de formación e institutos profesionales.
Abuela, yo creo que eso que dices no puede ser verdad. Esto avalaría la tesis de quienes postulaban que no había ningún estudio serio que indicara cuál era el monto de recursos requeridos para las reformas que se pensaban llevar adelante y que, cuando se trabajara en esto con mayor profundidad, descubriríamos que los recursos aportados por los nuevos tributos no serían suficientes para tan ambiciosos planes.
Bueno querido nieto. Yo también tengo dudas. Claro está que hay indicios de que algo está pasando. Fíjate que la ley de gratuidad en la educación superior se había prometido para marzo de este año y no pasó nada. En las conversaciones empiezan a aparecer preguntas sin respuestas, ¿has escuchado sobre a cuántos años de estudio gratis tendrá derecho un estudiante?, ¿sobre si se podrán cambiar de carrera y mantener la gratuidad?, ¿si financiarán el total del arancel? ¿Cómo se resolverá el que los aranceles sean, actualmente, tan distintos entre una institución y otra?
¿Tú crees posible que la ciudadanía se quede tranquila si una promesa de campaña tan importante como esta no se cumple?
Abuela. Pienso que todas las dudas que dan origen a estas preguntas ya deben estar resueltas. De no ser así, no sería posible suponer que estemos ad portas de ingresar un proyecto de ley para ser discutido en el Congreso.
Por unos instantes se mantuvo en silencio. Luego arremetió. Lo siento. Creo que las muestras de ineptitud e improvisación ya son demasiadas y estoy por creer que las leyes en materia de educación no están listas y en caso de que algún texto esté por ser ingresado a trámite legislativo, seguro que no ha sido objeto de consenso con los incumbentes y, por tanto, tendremos un problema de proporciones difíciles de prever.
¿O tú crees que es verdad que el problema es que el Congreso está abocado a discutir la ley de gratuidad en los estacionamientos de los centros comerciales y por eso no pueden ingresar los proyectos de educación?
Abuela. Creo que estás exagerando. No me parece que un pequeño atraso en la tramitación de estas leyes sea tan grave. Además, entiendo que la reforma tributaria fue “calculada” de modo de poder cubrir los costos que estas promesas requerían. De no ser así, no podría sino estar de acuerdo contigo en que se trata de un concierto de improvisaciones.
Entonces, en lugar de argumentar, procedió a señalar su lienzo recién terminado y me dijo, tú sabes que ya estoy muy vieja para salir a marchar y protestar. Mis piernas no me ayudan a una larga caminata y por eso quisiera pedirte que me ayudes.
Sospechando que algo terrible quería pedirme, pero pesando al mismo tiempo el enorme cariño que le tengo le pregunté ¿en qué te puedo ayudar querida abuela? Terminé la pregunta y sentí que había cometido un error.
Sus ojitos brillaban cuando me dijo, quiero que me prometas que si no hay claridad frente a la gratuidad en la educación superior, tú y mis otros nietos lleven este lienzo en la marcha que está organizando la CONFECH para el 16 de abril.
El lienzo es enorme. Es blanco con letras muy nítidas.Lo miré y lo volví a leer palabra por palabra.”EYZAGUIRRE: DEL CRÉDITO AL DESCRÉDITO FISCAL”.
Pensé unos segundos y concluí que no me podía negar a lo que ella me pedía. Si bien tengo la esperanza de no tener que marchar con el lienzo, tengo también la convicción de que si no hay claridad respecto a la gratuidad en la educación superior no cabe otra cosa que protestar.
Abuela. Si no hay claridad respecto a este tema, cargaré tu lienzo en la próxima marcha de la CONFECH.