Mucho se ha dicho sobre la necesidad de mejorar la calidad de la enseñanza y se han propuestos para ello diferentes formas de incentivos a los maestros.También es un tema recurrente el reconocimiento social de la labor de los profesores.
Ambos problemas no se pueden resolver en el corto plazo.Sin embargo, es urgente romper el círculo vicioso: alumnos de bajo rendimiento académico ingresando a estudiar pedagogías; malos sueldos cuando egresan; mala docencia cuando ejercen y falta de reconocimiento social que lleva sólo a los alumnos con bajo rendimiento académico –salvo excepciones- a estudiar pedagogía.
Una verdadera revolución cultural en este sector debiera comenzar por, a lo menos, duplicar el sueldo de los actuales maestros de colegios municipales y subvencionados sin fines de lucro, de inmediato y de una sola vez y no por etapas que nunca llegan a cumplirse. Naturalmente este aumento de remuneraciones arrastrará al alza los salarios en los colegios privados y subvencionados debiendo el estado, en el caso de estos últimos, aumentar las subvenciones, sólo si son sin fines de lucro.
El efecto de esta medida será provocar un círculo virtuoso: con mejores expectativas futuras mejores alumnos ingresarán a estudiar pedagogía y mejorará la calidad de la enseñanza cuando estos nuevos estudiantes egresen.
En cuanto al reconocimiento social, no podemos negar la realidad. En Chile, como en muchos países, el reconocimiento social está, la más de las veces, ligado al nivel de vida de las personas y por lo tanto a sus ingresos, tema que se mejoraría sustancialmente con esta propuesta.
La solución planteada tiene un costo no sólo económico. Durante un largo período de tiempo se estará pagando mejores sueldos a profesores de mala calidad, es decir a muchos de los que han egresado de universidades de mala calidad.Este es un costo necesario que el país debe asumir para provocar el cambio de una vez por todas.
Una solución parcial a este problema debiera ser la exigencia a todos los maestros de rendir, cada cierto tiempo, una prueba de suficiencia –al menos de conocimiento de las materias que imparten- haciendo obligatorio, a costo de cada profesor, un periodo de reentrenamiento cuya extensión será función de los resultados de la prueba.Así, los buenos profesores recibirán el 100% del alza de remuneraciones y los que no superen la prueba de suficiencia deberán destinar parte del aumento a costear su propia capacitación.
Existe aún otro problema que es necesario enfrentar.Si bien es cierto que la mayoría de los estudiantes que ingresan a estudiar pedagogía tienen un bajo rendimiento académico previo –por cierto responsabilidad de la baja calidad de la enseñanza recibida antes de ingresar a la universidad- no es menos cierto que en muchas universidades la calidad del cuerpo académico que los formará es también deficiente.
La solución a este problema está muy ligada a la propuesta de establecer estándares mínimos en el proceso de acreditación que hemos planteado, sin éxito, reiteradamente.
Para ello será necesario incluir en dichas modificaciones la obligatoriedad –por lo demás ya existente- de que todas las pedagogías se sometan a un proceso especial de acreditación independiente de la acreditación institucional.
El origen del problema son los malos currículum académicos de los que enseñan pedagogía en muchas universidades.Será necesario establecer mínimos exigentes respecto de estos currículum o bien una prueba nacional de competencia académica.Las carreras de pedagogías que no cumplan con este mínimo o cuyos académicos no aprueben el examen de suficiencia, deberán ser cerradas.Estas medidas, por cierto, se deben aplicar a todas las universidades, sean estatales o privadas porque el problema, por desgracia, es bastante generalizado.
En el origen de la baja calidad académica de quienes forman a los futuros profesores, sin embargo, yace un problema mucho más complejo de resolver.
En muchas instituciones de educación superior es posible observar una situación de endogamia (Véase la RAE: “Actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo o institución.”) que significa que los jóvenes académicos que ingresan han sido formados por los mismos académicos, reproduciéndose así las deficiencias que éstos últimos tienen.
Para enfrentar este problema, los estudios de posgrado de los futuros académicos –particularmente de doctorados- no debiesen cursarse en la misma institución de la cual el alumno egresó sino en otra, en lo posible en el extranjero.
En el caso de las pedagogías, la endogamia es un problema crítico que impide mejorar sustancialmente el nivel de los académicos que forman a los futuros profesores.
La necesidad de mejorar con urgencia el nivel de los que académicos no permite esperar que los egresados culminen sus estudios en el extranjero porque el proceso sería demasiado lento.
Una reciente propuesta del Rector de la Universidad de Chile en orden a traer a Chile un importante número de académicos extranjeros –o repatriar a chilenos- con experiencia y gran nivel académico pareciera ser una vía de solución.
Eso fue, exactamente, lo que Valentín Letelier impulsó, en 1889, al fundarse el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, con la incorporación de un selecto grupo de profesores alemanes, de reconocido nivel académico, lo que provocó inquietud y malestar en los académicos chilenos. La misma resistencia es de esperar hoy a esta propuesta.