El fin del “súper ciclo del precio de cobre”es un hecho. Con un valor de US$ 1,98 la libra, hace rato que la discusión política más importante del país debiera ser cómo superamos nuestra cobre-dependiencia y cómo potenciamos otros sectores productivos para que se conviertan en el motor de desarrollo del país del futuro.
Hasta hace unos pocos años, el cobre era nuestra principal exportación dando paso paulatinamente a una matriz productiva más diversificada, pero con fuertes barreras en materia de creatividad e innovación. Para ser francos, nuestro país acostumbrado a los commodities, hace años que no realiza reformas pro-crecimiento para bajar los altos costos de energía (hoy a US$ 130 el MW), para fomentar la innovación en las empresas o la inversión pública en ciencia y tecnología.
Llegó la hora de la diversificación productiva para retomar la senda hacia el crecimiento, de la mano de un fuerte convencimiento en todos los actores del desarrollo económico y social, de que son las exportaciones sofisticadas o con más valor agregado las que nos permitirán mayores tasas de crecimiento en el mediano y largo plazo. Además, como el mercado no lo resuelve todo, se requiere de un Estado eficiente y moderno para velar que ese crecimiento no se quede en unas cuantas familias.
Mucho nos gustaría que el debate político del momento no fueran las desconfianzas o el pesimismo, sino cómo levantar una alianza de largo plazo, institucional y vinculante entre sector público, los actores políticos, empresarios, el mundo del trabajo, la academia y también la sociedad civil, para avanzar en una agenda que nos permita superar el cobre e impulsar el surgimiento de nuevas industrias, especialmente en regiones, y nuevas políticas para fomentar la innovación y el emprendimiento.
Hay que aprovechar la ventaja que tenemos en las economías con las cuales tenemos tratados comerciales vigentes para desplegar estrategias de promoción de nuestras industrias exportadoras como el vino, el salmón, frutas, lácteos, alimentos saludables, el aceite de Oliva, mariscos, etc., mediante acciones cada vez más intensivas de marketing país. Hay que instalar la marca de un Chile saludable, sustentable, novedoso e innovador.
En suma, estamos pidiendo que el Gobierno asuma el liderazgo en torno a un esfuerzo nacional para encontrar nuevos motores del crecimiento.
El crecimiento de Chile requiere nuevas ideas y nuevos talentos que sólo pueden prosperar si hay un sistema educativo de excelencia, con estímulos y políticas públicas bien pensadas y bien aprobadas para asegurar incentivos reales y perdurables a la creatividad. Y luego, hay que invertir en educar y formar esa creatividad.
Dónde están esas oportunidades… en el enorme potencial de energías renovables que posee Chile; en las exportaciones agroalimentarias de productos ligados a la alimentación saludable; el sector vitivinícola; el desarrollo digital, donde hay un semillero de jóvenes ávidos de innovar; en la industria creativa que ha mostrado una creciente explosión y que se ve en la industria del cine particularmente, en el turismo, al potenciar a Chile como un destino natural y sustentable.
Estos son sólo algunos ejemplos de cómo en nuestra economía puede haber más competencia, innovación y–al mismo tiempo- respeto por los consumidores.
Chile no crecerá si siguen predominando las mismas empresas de siempre, no va a crecer si sigue habiendo colusión.
Chile no va a crecer si siguen habiendo abusos o si no se le da apoyo real a los emprendedores e innovadores. Quien no entienda eso y crea que la actual matriz productiva y de relaciones empresa-empleador debe quedar sin cambios, no entiende que está creando caldo de cultivo para la explosión social y para la decadencia económica.
Para retomar la senda del crecimiento, Chile requiere de nuevos emprendedores, nuevos productos, nuevas industrias y una economía más creativa e innovadora, donde haya más sofisticación técnica, más colaboración pública-privada e inclusión de los sectores que han estado fuera del debate del crecimiento. La invitación es simple pero urgente y en este desafío no hay chileno o chilena que deba quedarse abajo.