Según el World Economic Forum 2014, Chile avanzó 25 puestos en paridad de género, lo que nos sitúa entre los países que más avanzaron en América Latina. De un total de 142 naciones partícipes del estudio, nos encontramos en el lugar número 66. Sin embargo, retrocedemos al 128 cuando se trata de brecha salarial entre hombres y mujeres y al 95 en igualdad de participación laboral.
Entonces, me pregunto, ¿qué entendemos por paridad de género? ¿Que gozamos igualdad de acceso a oportunidades en general? ¿Qué nos desenvolvemos de igual manera en nuestros respectivos roles? ¿Qué nuestras capacidades son las mismas? Porque, si aterrizamos el dato global a la realidad, pareciera que siempre habrá una brecha que nos separe.
Si bien en educación y salud Chile es considerado un país bastante equitativo entre hombres y mujeres –lugares 30 y 36, respectivamente–, es nuevamente en la dimensión económica donde protagonizamos los peores resultados.
Por supuesto, los países nórdicos lideran el estudio, siendo Islandia, Finlandia y Noruega los primeros en subir al podio. Sin embargo, eso no siempre fue así. Incluso los países más desarrollados han debido aplicar medidas que tracen un camino de igualdad en todo ámbito, ya sea político, económico o social. Por ejemplo, la ley de cuotas parlamentaria implementada en Noruega, que luego de lograr de forma natural la participación y validación de la mujer en la política fue eliminada.
Un país como Chile, miembro de la OECD que busca y gusta ser comparado con las naciones más desarrolladas debe ser capaz de estar a la altura de sus “colegas” y no sólo parecer, sino que también ser.
Para eso necesitamos actuar y no sólo profesar una igualdad que por ahora sigue siendo inexistente. Una sociedad chilena más democrática entre hombres y mujeres requiere de una mirada a largo plazo con objetivos específicos que nos permitan identificar las medidas concretas y particulares acordes a nuestra realidad e idiosincrasia.
Una iniciativa que ha contado con apoyo desde los diferentes sectores políticos es la creación del ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, aún en trámite en el Congreso. Sin embargo, este tipo de acciones que tienen por objetivo velar por la promoción de la equidad de género y luchar contra todo tipo de discriminación hacia la mujer no deben quedar circunscritas al mundo público. El privado también tiene que subirse al carro de la equidad, ya que no sólo se trata de la brecha salarial, sino que se debe permear los más variados ámbitos laborales y cotidianos.
Estas diferencias afectan de forma transversal a todo tipo de trabajadora; de hecho, de los directorios de las empresas que componen el IPSA, apenas el 3% son mujeres. Cifras como éstas, están lejos de reflejar la igualdad que añoramos para Chile.
Desde ACCIÓN –comunidad de empresas comprometidas con el Desarrollo Sostenible y que representan el 13% del PIB chileno–, una de las iniciativas en las que trabajamos con mucho ahínco es en el Programa +Diversidad, que busca consolidar un mercado laboral inclusivo y meritocrático terminando con cualquier tipo de discriminación y brechas injustificables entre profesionales de igual capacidad.
Ya tenemos 23 compañías comprometidas con trabajar con políticas y prácticas de transformación cultural, número que esperamos crezca este año porque es sumamente importante lo que pueden hacer las empresas públicas y privadas en este ámbito.