Mucho se escribe sobre minería, mucho se habla de los miles de millones de dólares de inversión que se esperan para los próximos 12 años (creo que estos números deben sincerarse ya que no hay suficientes proyectos en etapa de pre-factibilidad y factibilidad); más todavía se habla sobre la necesidad de preparar mano de obra calificada para hacer frente a la demanda, las crecientes restricciones ambientales, la falta de energía o su alto costo que hace perder competitividad al país, y sobre la falta de agua para explotar nuevos proyectos ,esto último asociado a la energía.
Otra gran preocupación es lo que algunos llaman “falta de certeza jurídica” o institucional, a raíz de los contratiempos que algunos proyectos mineros o energéticos encontraron en la comunidad y en el poder judicial.
También se encuentra en el tapete el tema relacionado con la demanda de una calidad de vida que impulse ciudades mineras y familias asociadas sustentables, amigables y cooperadoras.Aunado a este concepto se encuentra el aserto emanado de la última Enade, en el cual se indica que los privados deben “acercarse a las comunidades” y tener “empresas ciudadanas”.
Todos estos temas son relevantes, preocupan a la industria, pero ¿es lo único que debemos tener en mente cuando visualizamos el desarrollo de la minería en Chile?
¿Son suficientes o justas con el país, la gente y el futuro de las próximas generaciones? ¿O falta una pregunta y preocupación basal? ¿Una pregunta con visión de futuro?
A mi juicio, antes que estas preocupaciones justas y relevantes, se encuentra una definición país que Chile no ha hecho en decenas de años.
Creo, para ser exacto, que la última vez que hubo en el país un diseño y, a la vez un sueño, de política minera fue cuando a mediados de la década del 60 y comienzos de los setenta el país optó, en forma unánime, por la recuperación de la gran minería del cobre, convertido hoy en el mejor negocio para Chile. Otros tiempos, otros hombres, otros ideales.
Hoy día la gran minería nacional funciona de otra forma: un 30% estatal; un 70% privada; un gran contingente de trabajadores subcontratados; una pequeña y mediana minería con números muy interesantes, y una realidad nueva para grandes y chicos.
A la falta de agua y energía para seguir funcionando y/o creciendo, se suman comunidades empoderadas, con conocimientos, bien asesoradas que no sólo quieren compartir los beneficios de una industria próspera, sino que quieren preservar su cultura y entornos físicos. Esta realidad vino para quedarse, y es con ella que debemos trabajar. Con ellos, no contra ellos.
Por ejemplo, el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo debe ser visto como una oportunidad de crecer, de crear, de preservar, gestionándolo a los inicios de cada proyecto.
En la minería nacional grande, pequeña y mediana, sigue estando todo por hacer, aunque a un lego le parezca increíble.
No basta sólo con crecer, con dar trabajo, con tributar, se debe –por fin- pensar en el sector no sólo como un pilar o viga maestra de la economía, sino como un sector que ordenado puede dar nacimiento a otras realidades de innovación, tecnología y de crecimiento asociado al país.
Debemos repensar el sector con visión integral. Qué existan cientos de documentos o aprobaciones como requisito para operar ¿a quién beneficia? ¿No es posible pensar que en la intrincada maraña de autorizaciones y de requisitos está la trampa? ¿No será que con menos reglamentos, que representen a todos los actores, sería más fácil salir adelante con los proyectos?
Es en esta visión segmentada, que se pueden dar casos como el recientemente dado a conocer y que afecta al litio. Por años, pertenencias de responsabilidad de Corfo, estuvieron en manos de la Empresa concesionaria.
Sin buscar responsables, ni acusar, es válido preguntar ¿por qué pasó eso? ¿Por qué por más de 10 años esos salares estuvieron inscritos a nombre de una empresa privada? A mi juicio, falta de integración, coordinación, de visión país, y, por qué no pensarlo, de funcionarios idóneos.
Vuelvo a mi titular, creo que sí es posible pensar en la minería y asociarla con crecimiento y futuro, pero para ello deben aunarse las voluntades y los requerimientos de todos y todas.
Cuando se avecinan contiendas electorales importantes, espero que los candidatos de todos los signos tomen a nuestro sector en serio, como actor relevante, y no sólo como una casualidad de descubrimientos que hoy aportan de forma interesante al erario nacional –vaca lechera-, pero que mañana pudieran ser sólo un capítulo en la historia de Chile, historia en la que ha tenido períodos importantes, pero que no significaron nada definitivo para el país: plata, carbón, salitre, representaron ingresos, crecimiento, avances, pero también dolores y frustraciones, en el futuro…¿será el cobre?