Si el movimiento de Aysén ha dejado alguna lección, es que no hay actor político chico si hay una causa grande.
Los ayseninos supieron poner en la escena nacional sus problemas, (tu problema es mi problema), comprometer a muchísimos actores sociales nacionales, regionales y sectoriales (tu lucha es mi lucha), e instalar, desde la lejana Aysén, la problemática de las regiones en un país que habla mucho pero hace muy poco por la descentralización.
Paralelamente, el joven Daniel Zamudio, lamentable victima de la intolerancia, la xenofobia, el fascismo y la discriminación, instaló la necesidad de denunciar a los que desde posiciones fácticas impiden que se legisle a favor de la verdadera igualdad frente a la ley, la sociedad y la realidad (ser igual es muy distinto a “ser tolerado”).
Estos dos ejemplos muestran como, cuando se generan liderazgos legítimos, cuando prima el acuerdo y la unidad de las organizaciones sociales y políticas por sobre egoísmos y cálculos pequeños, es posible avanzar en la construcción de proyectos para las Grandes Mayorías del País.
¿Quién discute hoy que el país deberá empezar a enfrentar de verdad el tema de la descentralización buscando soluciones particulares para problemas particulares?
¿Quién discute hoy que es impresentable seguir aceptando ni menos tolerando una legislación anticuada que favorece la exclusión, el apartheid, la xenofobia, el racismo?
Estas lecciones deben hacernos reflexionar a las pymes y a nuestras organizaciones, separados, divididos, sin preparación, sin conocimientos, sin apoyos, sin alianzas, sin redes, no podremos avanzar mucho.
La tarea de los dirigentes es ser cada día más competentes, ser promotores de la capacitación, de la generación de nuevos liderazgos, de la organización, de la amplia unidad de los micro y pequeños empresarios, de la construcción de alianzas con otros sectores sociales (trabajadores, profesionales, intelectuales, artistas, Universidades, parlamentarios).
Más de 1.800.000 personas en Chile son trabajadores por cuenta propia, emprendedores y empresarios, otros 3.600.000 personas trabajan en nuestro sector, somos el 80% de la fuerza de trabajo de Chile.
Solo imagínense si en Chile un día no salieran de sus hogares los camioneros, los choferes de buses urbanos e interurbanos, los taxistas básicos y colectiveros, los feriantes, los micro y pequeños comerciantes, la pequeña agricultura familiar campesina, las mujeres jefes de hogar y todos los trabajadores por cuenta propia (jardineros, gasfíteres, vendedores ambulantes, zapateros, sastres, los pequeños, talleres y fábricas, las oficinas de profesionales, los artesanos, los maestros de todo tipo).
Imagine además que los consumidores no van a comprar a los mall, ni a las grandes tiendas, ni a los grandes supermercados, farmacias y ferreterías.
Imagine además que cada uno de estos actores denomina un representante y se constituye la Asamblea Nacional de los Ciudadanos a Pie.
Qué lindo sería que el país entero hablara de las pymes, qué lindo sería que todos se dieran cuenta que sin mejorar las situación de las pymes no se puede mejorar la distribución del ingreso del país.
Qué lindo sería que pudiéramos llegar a ese estado sin tener que recurrir a herramientas distintas al diálogo.
Soñar no cuesta nada, pero en la época de la sociedad feudal, nadie imaginaba una sociedad sin esclavos y sin siervos de la tierra.
Hace menos de 100 años, los campesinos trabajaban de sol a sol, hace aun menos tiempo la mujer no tenía derecho a voto, y así como estas situaciones fueron superadas gracias a soñadores que del sueño pasaron a la acción, también nosotros tenemos derecho a soñar, y del sueño pasar a la acción. Solo de nosotros depende