Hace pocos días, un reportaje emitido en Canal 13, informó sobre el presente que viven los habitantes de la ex Colonia Dignidad, son los sobrevivientes y las personas pertenecientes a las generaciones posteriores al grupo que se instaló cerca de Parral, en la provincia de Linares, hace aproximadamente medio siglo, bajo el mando de un antiguo oficial nazi, Paul Schäfer, que se rebeló como un jerarca implacable.Tanto en el sistema de irreductible autoritarismo que organizó e impuso, como en la amplitud y profundidad de las agresiones sexuales y abusos de todo tipo que ejecutó en el enclave que transformó en un micro Estado dentro del territorio nacional.
Entre otras aberraciones los niños pequeños eran separados de sus padres y madres, como en las demenciales prácticas que denunciaba la derecha chilena se llevarían a cabo en los países de Europa del Este de la época, sin reparar que prestaban activa protección a uno que consideraban como de los suyos, el ex oficial nazi, Paul Schäfer.
Es conocida la declaración de veinte senadores de gran alcurnia en la derecha criolla defendiendo la inocencia del agresor sexual que diariamente abusaba de sus víctimas en completo desamparo.
Su fachada se alimentaba de las visitas de diversos jerarcas de la represión y de una rancia civilidad conservadora, que se prestaba además para el envío de adherentes jóvenes a cursillos de capacitación, como denunciara la ex ministra de Pinochet, Mónica Madariaga.
Lamentablemente, estos protectores de la ex Colonia Dignidad nunca van a reconocer su despropósito.
Por otra parte, para los perseguidos por la dictadura, quedará viva la angustiante sospecha acerca de las denuncias que indican que parte de los detenidos desaparecidos fue llevada al enclave y que allí terminó el último periodo de sus vidas, en poder de las sevicias nazis.Presentamos los requerimientos necesarios a la justicia, pero el pacto de silencio fue infranqueable.
Este domingo se remataron objetos y utensilios que pertenecían a la canallesca jerarquía allí entronizada.
Es razonable que personas que sufrían los abusos y agresiones sexuales quieran olvidar y vivir tranquilas esta etapa de sus vidas en que, finalmente, se logró que la acción de la Justicia desmantelara la cúpula nazi y puedan enfrentar su futuro como personas libres.
Pero la sociedad chilena no puede ni debe olvidar. Para que nunca más una tragedia como ésta se repita es preciso estar alerta y no admitir la instalación y/o formación de sectas semejantes.
Sean del dogmatismo ideológico que sean y argumenten lo que argumenten, no puede haber ningún tipo de tolerancia hacia grupos jerarquizados, cuyos jefes o mandamases lleguen a negar los derechos humanos fundamentales, atentando, aplastando y anulando con prácticas perversas la dignidad de la persona humana.