Hace algunos meses escribíamos en esta misma tribuna para reivindicar el derecho a la educación de los miles de deportistas a los que el sistema ignora y les impide conciliar sus derechos a la educación y la práctica del deporte.
En estos días hemos conocido las tasas de deserción escolar –entre el 7% y el 11% dependiendo si es básica o media- y discursos plagados de buenas intenciones, pero desconectados de la realidad pura y dura, que abogan para que esto no ocurra.
Un joven menor de 18 años no puede acogerse a planes de educación especial en un establecimiento tradicional. Las opciones de alumno libre, vespertino y/o el régimen de “dos años en uno”es restrictivo y la condición de deportista a tiempo completo no habilita “per se” a ejercerlas como sí lo permite a un mayor de 18 años que trabaja o quiere retomar sus estudios.
En la práctica, y por razones muy legítimas, muchos jóvenes deportistas optan por desertar de la educación formal.En el caso del fútbol, varios muchachos con condiciones se retiran del colegio y se preparan para trabajar en la profesión de futbolista gracias a la formación y capacitación gratuita que les da su club.
Los clubes de fútbol profesional son en la práctica un colegio técnico profesional.Si bien no dependen del ministerio de Educación ni tienen planes de estudio, malla curricular ni subvención escolar, también forman profesionales que una vez egresados de las divisiones formativas encuentran trabajo en una Industria muy activa que, como ninguna en el país, paga buenos salarios y emplea mayoritariamente trabajadores menores de 30 años.
El fútbol joven es“de facto” un colegio técnico-profesional que educa con las habilidades necesarias para ejercer la legítima profesión de futbolista. Profesión que, en un país con escasas ofertas de trabajo juvenil, permite a cientos de jóvenes trabajar y ganar sueldos dignos que superan con creces la remuneración media de otros empleos en el mercado laboral chileno.
El fútbol desde siempre ha salido a captar y formar su fuerza laboral mostrando una gran visión de los clubes y dirigentes del fútbol profesional, hábito que hoy empiezan a replicar industrias como la minería, agricultura y las telecomunicaciones para disminuir la brecha entre la deficiente formación teórica y las necesidades del empleo.
El fútbol capacita profesionalmente a cientos de jóvenes y posteriormente los emplea en los equipos de Primera A, Primera B, Segunda y Tercera División e incluso en algunos de la Cuarta División. Lo realiza todo sin recibir ninguna ayuda estatal y en un contexto país donde hay disponibles millones en subvenciones escolares y subsidios de empleo juvenil para entidades que no muestran en la materia resultados tan probados como los del fútbol.
Es de justicia reconocer la contribución del fútbol tanto a la formación profesional y empleo de la juventud chilena.