Hace algunos años, un experimentado entrenador cubano de natación se quejaba de la falta de ambiciones deportivas de nuestros nadadores.“En Cuba debo pedirles que salgan de la piscina, acá rogarles para que estén cinco minutos más”.
Con el tiempo he llegado a la conclusión que el equivocado era ese extraordinario entrenador, qué su ambición desmedida más que un trampolín constituía una valla para nuestros deportistas.
Un plan de desarrollo deportivo debe adecuarse a nuestra realidad social por mucho que las experiencias extranjeras que se pretenden replicar sean brillantes.
Se puede asimilar la técnica, lo que es fácil cuando hay vocación de aprender, pero no se puede transmitir una circunstancia social que termina siendo el elemento clave en la biografía de un triunfador. Nuestras políticas no pueden recoger parámetros que han generado triunfos en realidades personales, sociales y culturales muy distintas a las que vive nuestra juventud.
Nuestros deportistas no son poco ambiciosos y es un error culpar del fracaso deportivo a nuestra falta de carácter competitivo.
Para practicar deporte en una sociedad como la nuestra, con múltiples alternativas de ocio y distracción juvenil y con alta vocación familiar por un futuro universitario para los hijos, debe haber un trabajo de seducción muy potente para atraer al deportista y a su familia a la práctica del deporte.
Otro trampolín, que en nuestro caso es una valla compleja de superar, es el colegio y la universidad.
Aunque existen leyes que así lo persiguen, en la práctica son letra muerta. Algunos torneos escolares o universitarios movilizan a muchos jóvenes pero no es necesariamente la práctica deportiva la causa de tal movilización.
En el torneo de atletismo escolar son las competencias de barras y las alianzas mixtas las que atraen jóvenes, quienes ocupan la gradería más que la pista. Las publicitadas ligas universitarias de fútbol son una apuesta promocional de las casas de estudio pero los buenos futbolistas reclutados a través de becas terminan practicando sólo si no hay cruce de horarios con sus obligaciones académicas.
El número de deportistas permanentes no aumenta en esos colegios o universidades como causa de los referidos torneos y no hay ninguna federación que se haya visto fortalecida por un flujo constante y sostenible de deportistas que provengan del deporte escolar o universitario.Los entrenadores más reputados del mundo coinciden que mientras más alto es el nivel competitivo más importante es la capacidad intelectual.
Sin embargo, no vemos movilización alguna desde el mundo del deporte a favor de la escolarización y formación del deportista. Al contrario, al final del día todos los estamentos deportivos y sociales legitiman el alejamiento del atleta de alto rendimiento del lugar que por antonomasia ofrece entrenamiento intelectual.
Finalmente, pareciera que en el colegio y la universidad el profesor que desprecia el deporte gana pasaporte de intelectual. Es inexplicable que tales “intelectuales” boten al tacho de la basura una eficaz herramienta para desarrollar habilidades sociales que duran toda la vida y no tienen fecha de caducidad como ocurre hoy con el saber técnico.
Adentrados en el deporte profesional, otra valla muy bien pintada como trampolín, es la obligación de celebrar contrato de trabajo a todo futbolista que cumpla 18 años. Es una bien intencionada cruzada del sindicato de futbolistas que derivó en una victoria “a lo Pirro”.En la práctica, muchos jóvenes que han dedicado toda su vida para dedicarse al fútbol profesional se quedan sin nada porque no logran demostrar su idoneidad laboral al cumplir dicha edad.
Creemos que para frenar los antiguos y puntuales abusos que motivaron esta disposición, no era necesario obviar el contrato de aprendizaje y otras herramientas generalmente utilizadas para fomentar el acceso protegido y justo de los jóvenes al mundo laboral.
Muchas veces desde la trinchera futbolística solemos complejizar las cosas. Por ello, hace bien conversar con los que miran el fútbol desde la tribuna. Ciudadanos de a pie que, como los buenos entrenadores, tienen la distancia suficiente para ver toda la cancha y aportar soluciones desde nuevas perspectivas y con mucho sentido común.
Un aporte que impulsa a saltar obstáculos y que se agradece a los amigos de las tertulias del verano.
¡Feliz regreso a todos!