A medianoche del pasado viernes 22 de febrero salió en libertad Maxim Molokoedov, joven ruso que estaba condenado por tráfico de drogas y cumplía una condena de tres años y un día en cárceles chilenas.
El caso ha tenido repercusión pública porque gracias a un programa de reinserción y mientras cumplía condena, Maxim empezó a jugar fútbol profesionalmente en el club Santiago Morning.
En paralelo, en abril del año 2012, el ministerio de Justicia, el ministerio del Trabajo, el Servicio Nacional de Menores, Gendarmería de Chile, la Sociedad de Fomento Fabril, Fundación Paz Ciudadana y Telefónica Chile suscribían un convenio multisectorial de colaboración, en materia de reinserción social e incorporación al ámbito del trabajo de jóvenes y adultos cumpliendo condena o con antecedentes penales.
El espíritu de este programa se centra en la rehabilitación como medio para salir de la delincuencia. Para que haya menos delincuencia, señalan los responsables, el progreso debe llegar a las cárceles y plantean el desafío que la reinserción está en nuestras manos.
En otros comentarios nos hemos referido al fútbol como escuela de habilidades sociales tales como trabajo en equipo, esfuerzo, tolerancia, disciplina y respeto. Hemos destacado la gran fuente de empleo que representa el fútbol para los jóvenes entre 18 y 30 años, segmento siempre afectado por escasas oportunidades laborales que llevan las tasas de desempleo juvenil al doble de las del desempleo general.
El fútbol es una fuente de desarrollo y cohesión social muy importante. En las entrañas de esta actividad –invisibles para la mayoría- hay un extraordinario trabajo formativo que no se limita a preparar a un deportista de alto rendimiento.
Asociamos el fútbol joven a los grandes futbolistas y valoramos su éxito por la suma de éstos.
En lo personal, tanto como la cantidad de jugadores que juegan en España, Italia, México, Brasil o en ligas de menos prestigio pero muy sólidas económicamente como Rusia, Turquía, Ucrania, China, Catar, Arabia Saudita y otras, considero muy valioso el pasaporte de integración social que ofrece el fútbol a sus practicantes, incluidos a los que no llegaron a la cima pero que le ganaron a la marginalidad social que les amenazaba gracias a un empleo en la industria futbolística chilena.
El caso de Maxim no solo habla por él. También de un empleador comprometido.
A través del convenio multisectorial, SOFOFA anima a sus asociados a colaborar con los planes y programas que facilitan el acceso de la población infractora de ley al mundo del trabajo.Desde del mundo del fútbol, Santiago Morning recoge ese llamado.
Los clubes de fútbol se desdoblan funcionalmente. La labor formativa los asemeja a corporaciones y fundaciones que tienen ese objetivo social en su giro. Además, son empresas que generan empleo y contribuyen a la dinámica económica de un país.
En ambos rostros, sin duda que el fútbol chileno tiene falencias. Pero en ambos, tiene ejemplos dignos de imitar y destacar.
Mejorar la función social de los clubes de fútbol pasa, entre otras cosas, por asimilarlos en los beneficios y apoyos que reciben aquellas entidades que tienen como giro único los mismos objetivos formativos.
Mejorar su función empresarial requiere, además de los avances administrativos y directivos, que los clubes reciban las mismas franquicias y subsidios a que tienen derecho sus pares en el mundo empresarial sobre todo en materia de empleo y capacitación juvenil.
Lo mejor de todo es que nuevamente comprobamos que en la esencia del fútbol viven eternamente fines nobles y de alto valor social. Por eso, en un estadio y detrás de una pelota hay mucho más que fútbol.