Apagadas las luces de las eliminatorias y cuando las estadísticas nos señalan como inéditos punteros, avalando la eficacia y el cumplimiento de objetivos del cuerpo técnico, invito a que reflexionemos en otra dirección.
¿Por qué en la selección chilena fracasa un método de liderazgo que todos los gurús señalan como el más avanzado: horizontalidad y confianza en las personas? (“gerenciar sin gerentes” es la enseñanza en boga de los exitosos emprendedores modernos).
Verticalidad y autoritarismo en el mando reclaman algunos como sello de inmunidad a las indisciplinas, como si en los cuadros militares no hay deserción, faltas ni indisciplinas. El contexto, dirán otros, el buen liderazgo no se transporta se contextualiza. En fin, es una discusión de nunca acabar, con argumentaciones coherentes y fundadas para cada estimación.
Pero el liderazgo no sólo es cuestión del líder. También de los liderados.
Muchas veces he escrito sobre el fútbol joven. Sobre el trabajo afuera de la cancha. Sobre la formación de las personas que practican el fútbol.
A la hora de condenar a Borghi por aparente flexibilidad y permisividad –como si hubiera algo más restrictivo que la propia conciencia personal- sacamos la patria a procesión. “No es posible que se juegue con los sentimientos de la gente siendo tan permisivo”; “no podemos tolerar una mínima indisciplina si hay millones de chilenos esperanzados en la selección”; “no se puede confiar en esta gente si tiene antecedentes” y otras frases que sirven de lápida en una discusión de café o en un cuña para capturar el rating respectivo.
Si la patria está en juego, si el pueblo se juega su esperanza en las eliminatorias quiere decir que la actividad futbolística es clave para el país, como parece serlo –por el tono del debate- el buen o mal liderazgo del director técnico.
Si ello es así, miremos por un minuto como se forman los salvadores de la patria, las huestes con las que un profesional normal se debe echar al hombro la suerte de una nación entera.
Un estudio comparativo entre los jóvenes en riesgo social y los jóvenes que militan en las series cadetes de los clubes asociados a la ANFP no muestra diferencia alguna entre ambos grupos.
¿Qué hacemos en el fútbol formativo para minimizar el riesgo social que tienen nuestros futbolistas cadetes?
Trabajamos, y cada día con más recursos, para transformar jóvenes buenos para la pelota en muchachos buenos para el fútbol.Sin embargo, no hacemos lo mismo en el aspecto personal.
¿Conocemos acabadamente la realidad personal, familiar y social de los jóvenes?
¿Su entorno educacional más allá de las notas?
¿Tienen apoyo social, asistencial, sicológico, médico, comunicacional, legal y financiero ellos y sus familias?
¿Les enseñamos a transitar desde un juego a una profesión? ¿Saben contener las presiones de la familia, los amigos, el barrio, los vendedores de fortuna, los caza talentos?
Si por un minuto nos ponemos en el lugar de Borghi y cualquier técnico de estos lados, de los jugadores de esta u otra selección y nos preguntamos qué haríamos nosotros en el lugar de cada cual, tendríamos conciencia de lo difícil que es estar allí. De lo complejo que es liderar con foco en la mera productividad visualizando tanta carencia en el liderado. De lo complicado que es decir que no al amigo que la vida y sus carencias hizo parte de tus entrañas.
Porque se puede trabajar sobre esas debilidades y amenazas, invito a auditar el trabajo formativo en las selecciones y clubes del fútbol joven.
Conocer ese trabajo, y sus carencias, nos puede demostrar que la labor de conducción para la consecución de resultados que hacen los coach deportivos en nuestro país es digna de respeto. Que los rendimientos alcanzados por nuestros futbolistas son muy superiores a los que su realidad personal y social hubiera pronosticado.
De este episodio rescato la oportunidad que tiene la actividad futbolística si apoyamos con herramientas adecuadas las tareas de liderazgo de nuestros entrenadores y la formación integral de nuestros jugadores.
Finalmente, no puedo dejar de expresar que veo una fortaleza si hay alguien que se equivoca porque confía. Al final, como en las eliminatorias, en Chile de confianza es de lo que padecemos y de confianza es de lo que triunfaremos.