Gore Vidal nos dice: “todo cambia en el mundo, excepto el teatro de vanguardia”.Creo que la frase es particularmente lúcida cuando se consideran ciertas expresiones de la narrativa contemporánea.
En la actualidad, resulta demasiado fácil encontrar novelas y cuentos que extreman los juegos con la estructura, cuyo despliegue parece provenir, únicamente, de piruetas formales y artificios con el lenguaje. Sin embargo, como señala Vidal, la vanguardia y el experimentalismo suelen repetirse de manera flagrante, en una redundante y poco original circularidad.
En este escenario, se agradecen libros que puedan denominarse, en el mejor sentido de la palabra, como relatos tradicionales. En esa línea se encuentra Usted está aquí, volumen que reúne cuatro cuentos y una nouvelle de la colombiana Margarita García Robayo (Cartagena de Indias, 1980), aparecido este 2015 por Montacerdos ediciones.
Hay en este conjunto de textos un énfasis voluntarioso en la construcción de buenas historias, en la creación de personajes interesantes y verosímiles, en las descripciones rigurosas y los diálogos efectivos, en la búsqueda del tono adecuado para el narrador. Los relatos se instalan con comodidad en la notable tradición del cuento Latinoamericano, con los ajustes propios de un texto que tampoco desprecia las convenciones de su época.
El libro, además, es autoconsciente de su condición. Así queda de manifiesto en el relato “Lo que nunca fuimos”, donde García Robayo se burla, en tono escéptico, del experimentalismo. Eilín, la extravagante novia de Salvador, el protagonista, de pronto se hace famosa en la universidad por una obra de teatro que consistía, simplemente, en que “un grupo de actores entraban al escenario, se desplomaban unos sobre otros y se cerraba el telón. Y se abría y volvían a hacer exactamente lo mismo, y así varias veces”.
Tras el éxito, la dramaturga da una conferencia de prensa en su casa de estudios. Un alumno le hace una enrevesada pregunta por el sentido filosófico de la obra. La respuesta de Eilín parece irónica; sin embargo, solo es tonta y banal, como ella misma admitirá después. De este modo, se enseña el revés de un vanguardismo insubstancial y vacío, pueril, innecesariamente alejado –y desdeñoso– del sentido común.
El resto del volumen es ejemplar en muchos aspectos. El primer relato, “Cosas peores”, aborda los problemas de un niño con obesidad mórbida que se evade en un violento video juego. El final de la narración es –a falta de mejores adjetivos– simple y bello a partes iguales.
Los dos cuentos restantes,“Algo mejor que yo” y “Usted está aquí” se centran, nuevamente, en protagonistas masculinos, y lo hacen con sensibilidad, alejado de los estereotipos, desarrollando subjetividades expuestas a un límite.
Sin embargo, es la voz de una mujer, en la novela corta “Hasta que pase un huracán”, la más arriesgada y contingente. Este relato se despliega como un ensayo sobre la migrancia, tema que, con motivos justificados, ocupa hoy el centro del debate en Chile y el mundo.
La historia, contada en primera persona por la protagonista, es la cuenta regresiva de una chica innominada antes de conseguir, por el medio que sea, radicarse en Estados Unidos, en el viejo movimiento que va de la periferia hacia el centro, algo que, finalmente, jamás se concreta.
La narradora/protagonista se ha hecho azafata solo para viajar al país del Norte.La razón de su obsesión con la migrancia: mejorar sus expectativas de vida. Desea, en suma, obtener la Green Card y hacerse del sueño americano.Gustavo, personaje clave en el texto, presenta una migrancia de otra índole, en las antípodas de la que motiva a la chica: nacido en Córcega (aunque sus versiones varían y son, incluso, contradictorias) pertenece a los muchos europeos que abandonaron sus países de origen por hambrunas o guerras.
En un punto, García Robayo devela el sentido último de la fuga. La chica imagina la vida con Toño, un amor de juventud. Su percepción es fría y dolorosa, y la hace volver otra vez a planificar su ingreso a la tierra de las oportunidades. Dice:
“Llueve. Salgo del apartamento rumbo a un apartamento chiquito en un barrio alejado, con vista a una ciénaga podrida. Tengo bolsas pláticas en la cartera para envolverme los pies a la bajada del bus, así los tacones no se me empapan de barro cuando camine hasta el edificio. Rumbo al edificio me tropiezo con niñitos gritones chapoteando en las veredas; me ensordece el ballenato que sale de las casas bajas y chiquitas y de luz amarillenta. Huele a frito, huele a ron, huele a ciénaga podrida, huele a pobre. Hola, mi amor, me abre Toño: lleva en los brazos a un crío que se sorbe los mocos. En un rato, ese mismo crío está sorbiéndome las tetas. Después comeremos lentejas claruchentas y nos iremos a la cama y apagaré la luz. Toño se pegará a mi espalda, me abrazará por la cintura y me dirá al oído: algún día saldremos de acá. Y yo: acá nos quedaremos hasta que pase un huracán”.
Sin duda, Usted está aquí nos acerca a la atractiva escritura de Margarita García Robayo, con textos donde es posible descubrir lo nuevo, la invención, las múltiples marcas textuales y temáticas de su generación; pero también, y esto es un mérito, su deliberada inscripción en una tradición literaria rica y diversa, en el goce de conocer y explorar su herencia en la narrativa breve del continente.