13 nov 2013

Lluvia de ideas y emociones

¿Qué es primero, el huevo o la gallina? Largo ha sido el debate en la televisión chilena respecto de si dar cultura o no, cuanta cultura y a qué hora.Su decisión final la conocemos: poca cultura, porque no interesa, no da rating. Y así han ido desapareciendo de las pantallas exponentes fascinantes que hicieron fama un tiempo y que luego murieron “de muerte natural”.

En los 90, en las universidades norteamericanas el debate ardía. ¿Cuál es el rol de los editores?¿Dar a sus auditores lo que ellos buscan, lo que ellos piden, si es que saben pedirlo? ¿O darles lo que los editores estiman que su audiencia quiere? Parece sutil, pero esta última opción, que es la que ha primado en nuestro país, es la que ha matado los programas de cultura.

¿Qué las audiencias piden crímenes y farándula?Ojo, hay que subir la vara para enseñar a pedir.

En Valparaíso, el fin de semana pasado, con amenaza de basura acumulada y cuanta situación adversa pudo darse, recibimos una lección para compartir.Veinte mil personas de los más diversos estratos sociales, hicieron colas y repletaron distintos recintos donde se dieron cita escritores, cineastas, músicos y filósofos de Chile y el mundo.

Puerto de Ideas se llamó la convocatoria, encabezada por una mujer corajuda, Chantal Signorio, que lleva tres años intentando imponer la tesis de que la cultura es un baño de luz que interesa a demasiada gente.Y lo logró.

Logró conmover al público con la sabiduría de Gastón Soublette; despertar profunda admiración con el escritor mexicano Juan Villoro; que no volara una mosca con el joven escritor italiano Paolo Giordano (“La soledad de los números primos”); gran interés por el tema de la amistad, desplegada por el cineasta y literato francés, Philippe Claudel (“La nieta del señor Lihn”). Y suma y sigue. 60 conferencias, actividades para niños incluidas.

Las personas que tuvimos el privilegio de asistir a algunas de ellas nos sentimos hermanados con quienes estaban a nuestro alrededor. Contenidos por una extraña emoción que emanaba de los conferencistas a su audiencia y viceversa.

Ahí estaban todas las edades representadas, todas las aspiraciones, mucha inquietud del alma y agradecimiento por la oportunidad. La que no estaba era la maquinita del rating. ¡Una pena!

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