Empezó un nuevo año escolar y con ello vienen asociados todas las preocupaciones de los apoderados, profesores, directores, sostenedores, autoridades del Ministerio y municipios.
Para los que trabajamos en el medio cultural también los primeros meses del año escolar son una fecha clave ya que empezamos a planificar estrategias y políticas institucionales para poder llegar a esas esquivas audiencias que son fundamentales no sólo para el objetivo de justificación de transferencias y subsidios públicos, sino porque es el pilar que sustenta toda nuestra acción.
Cómo entregamos valor cultural a los jóvenes, cómo criamos mejores ciudadanos para el futuro, cómo logramos traspasar la importancia de la identidad, la irrenunciabilidad a la memoria y el rescate y construcción de nuestro patrimonio a nuestros hijos.
Qué camino tomar para poder encaminarlos sin falsas promesas, sin buscar desvíos innecesarios o calles sin salidas. Sabemos que la televisión renunció hace tiempo a tratar de mejorar el nivel cultural, Internet está cada vez más saturado de basura online, los PlayStation, Wii y otros no aportan mucho en ese sentido. Por lo tanto nos quedan el hogar, el colegio, y los espacios culturales, todos juntos o cada elemento por separado.
Revisando los últimos meses en prensa sobre el tema de la reforma educacional, de la nueva “revolución en educación”, no he encontrado ninguna línea haciendo referencia al acceso a bienes y servicios culturales, se ha hablado de reducir horas de historia, aumentar clases de educación física, de mejorar los Simce, la Psu , Pisa y otros instrumentos de medición. Se habla del barómetro, semáforos, discusión sobre sexualidad, bullyng, alimentación de los jóvenes, matrículas anuladas, temas de gran relevancia sin duda.
Pero no escucho las voces que deberían defender una educación de calidad no solo en términos de resultados, sino en oportunidades de acceso.
Seguimos esperando la discusión sobre el acceso estudiantil a los museos, orquestas y teatros y sus posibles mecanismos.
Seguimos esperando mejoramiento del currículo de artes visuales, que los profesores dejen de referirse a esta manifestación como “clases de plástica”. Que el profesor de arte ya no sea el profe de castellano o historia que le gusta el teatro y por lo tanto asume esas dos horas como su centro de extensión.
Que nuestros hijos tengan las mismas oportunidades, independiente de si están en un colegio municipal, subvencionado o privado de acceder a la misma información, ver las mismas obras de teatro en las mismas condiciones, de impregnarse de un espectáculo de danza contemporánea, de visitar uno de los museos nacionales o privados con un animador que los hace pasar una tarde inolvidable, de escuchar un violín junto a una viola que lo decide a incorporarse a una orquesta juvenil.
Cómo hacemos que este país reconocido en el mundo entero como cuna de grandes creadores, poetas, escultores, músicos, bailarinas siga produciendo estrellas y no solamente estrellas fugaces de la televisión.
No veo otro sendero que el de una profunda reflexión en torno a nuestro sistema educativo y la incorporación real de la dimensión cultural y artística en él.