Notable consigna esta que agrupa a las distintas expresiones del movimiento social y ciudadano aysenino.
Importante y valiosa porque, entre otras cosas, repone en la escena nacional la cuestión del vínculo o lazo social en el país.
La verdad, las políticas aplicadas en el ámbito económico-productivo – Consenso de Washington mediante-, de ajuste estructural y orientación neoliberalista, tuvieron entre sus objetivos contribuir a desmantelar el lazo social que se había construido en el Chile republicano hasta 1973 y que, de un modo u otro, posibilitó el ascenso y reconocimiento de los sectores populares y algunas de sus demandas.
Imperfecto, como toda construcción histórica, pero al menos, nos daba un tipo de vinculación mutua que iba más allá del mero poder del dinero o del mero poder de la fuerza desnuda.
La imposición del modelo actual implicó también la puesta en plaza de otro contrato social, uno basado en una antropología política modificada: más individualista, más competitiva, autocentrada, más egoísta y privatizada, entre otras cosas.
El miedo a la represión de esos largos y oscuros años hizo también lo suyo.Marcó un aumento de la desconfianza mutua, de la despolitización de la sociedad, del “cada uno se rasca con sus uñas” como leitmotiv para resolver la existencia cotidiana y sus problemas.
El orden y la seguridad avanzó en valoración para situarse por sobre la justicia, la dignidad y la decencia. Por eso, teníamos cada vez más individuos, y cada vez menos, sociedad: la crisis del nosotros, una de sus consecuencias.
Cada vez más una política restringida y elitizada, y otra forma de entenderla y vivirla desde la base social. Esa liquidación del vínculo residía justamente en privatizar la vida en común y desprestigiar lo público con la jibarización del Estado.
¿Cómo podíamos salir adelante con nuestros problemas cotidianos entonces?
¿Cómo enfrentar el sufrimiento, la falta de trabajo, el dolor o las frustraciones que genera este tipo de modelo económico y de sociedad?
Ah bueno, esos son asuntos privados, de cada cual. Cada uno verá como se apea al caballo o como se endeuda. No hay corresponsabilidad en esta única nave llamada Chile. Quizá por eso mismo los oídos sordos desde el gobierno y las elites de poder frente a las diversas expresiones de malestar de los ciudadano de norte a sur.
Si el modelito que favorece a los más ricos y poderosos, de dentro y fuera del país, no le parece a la mayoría, pues es su problema. El Estado no puede darles una mano. Pero claro, puede gastarse en poco más de un año la misma suma con la cual resolverían los problemas de Aysén en propaganda gubernamental a través de los distintos medios de comunicación (en las manos de los mismos grupos dueños del país, o de inversores extranjeros).
Si no hay lazo social legitimable entre todos, a partir de una cierta idea de país deseable que represente la voz soberana del conjunto, de un nosotros levantado con todas las manos, solo queda la disciplina social vía el mercado y la represión policial.
Cuando el mercado se muestra incapaz de hacer bien sus tareas, y gobierna la derecha, su principal adalid, entonces el autoritarismo de la mano dura vuelve rápidamente a la escena nacional, bajo cualquier pueril y banal pretexto.
No es cierto que el primer derecho humano sea el de la seguridad, salvo que por seguridad entendamos tener garantizado para todos en relativa igualdad de condiciones, el derecho a una existencia digna y a una ciudadanía activa y empoderada.
La otra seguridad, la que se predica acá, es la que proviene del miedo, de una idea de orden social naturalizado, verticalista, que llama “desorden” o “caos” a todo cuestionamiento de la marcha actual del país y de sus estructuras. Idea deudora de una mentalidad y una práctica autoritaria y conservadora que ya vivimos.
Con ello la estrechez dogmática del gobierno y su manipulación de los hechos queda a la vista. Pero hay que decirlo, al mismo tiempo se usan balines y otras cosas contra compatriotas al sur del mundo, desarmados, mujeres, niños, jóvenes. Una vergüenza.
Buena parte de los problemas que nos aquejan, salud mental, delincuencia, apatía, corrupción, desigualdades, se relacionan con lo débil del vínculo común y una extendida mercantilización de la vida. A partir del año pasado –sin embargo-, los ciudadanos, lentamente, hemos comprendido que sin una acción en común no habrá futuro viable.
Una importante tarea entonces es refundar el nosotros cívico en torno a nuevas constelaciones normativas: igualdad, justicia social, fraternidad, dignidad, decencia.
Ingredientes que deben ser traducidos en el espacio público y común, incluyendo la economía.
Por eso estimado lector, es tan importante tomar en cuenta y meditar entre todos sobre la consigna aysenina, porque es verdadera: tu problema es mi problema…