Al comenzar la COP21, una de las palabras más repetidas en los discursos es “ambición”. Otra es “solidaridad”. Ambición se usa como adjetivo para la negociación y el esperado acuerdo del 12 de diciembre. Solidaridad se usa como una noción para la implementación.
¿Ambición climática? ¿Se logrará un acuerdo que asegure no superar el límite de 2°C a fin de siglo?
¿Será suficiente para evitar las consecuencias nocivas que ya se hacen evidentes?
Lo más probable es que sí se alcance un acuerdo: ya hay más de 180 países que han presentado sus Contribuciones Nacionales Tentativas (INDC por sus siglas en inglés) que corresponden a más 95% de las emisiones globales.
Sin embargo, y aún si se implementaran al 100% las INDCs propuestas, no se disminuirían las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de modo suficiente. Con estos compromios nacionales se llegaría a 2.7°C de calentamiento, un límite que asegura más temprano que tarde cambios irreversibles con consecuencias geopolíticas indeseables.
Dicho eso, no obstante, es primera vez que tal cantidad de países se comprometen a reducir sus emisiones y a tomar medidas para la adaptación. Como primer paso, como piso de un cambio hacia un modo de desarrollo sostenible, es esperanzador. Pero sólo como primer paso y que sólo será eficaz en la medida que exista una plataforma universal, transparente y jurídicamente vinculante. Lo demás será sólo un juego de frases diplomáticas vacías.
En un país como Chile significa invertir en energías renovables (que tenemos), en capacidad científica y tecnológica (que debemos fortalecer), en eficiencia energética e hídrica (que no terminamos de implementar), en transporte colectivo (que no nos ahogue), en participación ciudadana (que se demanda), en igualdad de género (que falta).
Justamente porque somos vulnerables, porque nuestro modo de desarrollo ya nos tiene con 5 toneladas de CO2 por persona anuales, y con niveles de desigualdad inaceptables y limitantes para todos y todas.
Para que los compromisos expresados en los discursos sean más que palabras, éstos deben traducirse en un cambio en la manera de entender el desarrollo.
Ya no podemos igualar desarrollo con unPIB creciente. Si bien es necesario, tampoco bastará agregar indicadores de eficiencia carbónica e hídrica.
Los nuevos indicadores deberán contener solidaridad, justicia e inteligencia como adjetivos y esencia. Algo de esto trasunta de la breve alocución de la Presidenta Bachelet.