Hay hechos y situaciones que por la velocidad de los acontecimientos y la gran cantidad de sucesos y noticias a las que hoy tenemos acceso, pueden pasar desapercibidos. Tal es el caso del silencioso acercamiento entre el régimen fundamentalista islámico de Irán y el gobierno de Chile, al extremo que se ha informado la pasada semana que Chile se apresta a reabrir su Embajada en Teherán. Se trata de una decisión de política exterior chilena que debiera ser de la máxima preocupación no sólo para la comunidad judía en Chile, sino que para todos en nuestro país.
Durante años, tras el cierre de facto de la Embajada iraní en Chile con ocasión del atentado a la AMIA en Buenos Aires, Irán intentó no sólo retomar la normalidad de sus relaciones diplomáticas con Chile,sino que elevar las mismas al máximo nivel.
En todo este tiempo la cancillería chilena actuó con extraordinaria prudencia de manera de evitar cualquier señal de acercamiento con un régimen que no sólo no esconde su apoyo al terrorismo internacional, y en especial a grupos como Hezbolá en el Líbano y la Yihad Islámica en Gaza, sino que no respeta los derechos de las minorías. Se trata de un régimen que ejecuta en la plaza pública a homosexuales y que discrimina sistemáticamente a las mujeres.
Sin embargo este año algo cambió.
En el preciso momento en que el mundo reacciona consternado a los atentados terroristas del grupo islámico Isis en París que ya han causado 130 muertos. En la misma semana que posiblemente en Argentina se derrumbe en las urnas el proyecto kirchnerista que será tristemente recordado por la muerte del Fiscal Alberto Nisman responsable de develar los vínculos de altos miembros del régimen iraní con el atentado a la AMIA así como por canjear la impunidad de los mismos por un memorándum de entendimiento con Irán, Chile toma el lugar de Argentina en la región y la cabeza de playa iraní se traslada de Buenos Aires a Santiago.
Más aún, llama la atención este cambio considerando que el gobierno de Irán no sólo mantiene estrechos lazos con la Argentina de Cristina. También los ha cultivado con Venezuela, Nicaragua, y muy sintomáticamente, con el gobierno de Evo Morales en Bolivia. Cuando nuestras diferencias con Bolivia por su demanda de acceso soberano al mar son una prioridad de nuestra política exterior parece no sólo riesgoso, sino que derechamente inoportuno el acercamiento a Irán.
Es en estas circunstancias en que estamos llamados a actuar y no sólo a reflexionar. Ello antes que el avance de Irán sea irreversible.
No podemos permitir que nuestra indiferencia abone el camino del terrorismo, ni que Chile se transforme en plataforma para peligrosos y desconocidos objetivos del fundamentalismo islámico.
Considerando que el intercambio económico con Irán apenas superó los 4 millones de dólares anuales en el año 2013 (último año que tiene información la DIRECON) y que la Cancillería enfrenta severas necesidades presupuestarias, se deben explicar con claridad las razones que se esconden tras este inoportuno y riesgoso paso en falso de pretender reabrir la embajada chilena en Teherán.
En el intertanto sólo cabe tímidamente confiar en que prevalezca el interés nacional y el sentido común de manera que dicha medida no se concrete.