Ignacio Walker, en una reciente columna de opinión ha manifestado su angustia por la baja aprobación de la Concertación de Partidos por la Democracia en la reciente encuesta ADIMARK, que ha sido su lectura posterior a su “alegría” por la baja aprobación del gobierno.
Concluye, al igual que concluyen en sendas entrevistas tanto Enrique Correa como Andrés
Zaldívar, que ello se debe a la polarización o al clima de conflictos y desacuerdos y que, por lo tanto, hay que estar disponibles para grandes acuerdos.
Lo primero que siempre un observador debe revisar es si la encuesta marca un punto de tendencia o si responde a una evaluación puntual, y en estos aspectos no cabe duda que hay una tendencia de reprobación a los partidos, aspecto posiblemente creciente en el tiempo.
Lo segundo es preguntarse si la evaluación de ese resultado y la respuesta o solución que se propone se condice con las causas aparentes de esa desaprobación. En este punto no estoy de acuerdo con el Presidente de mi partido.
El sentimiento que reflejan las encuestas no se debe, como lo muestra el hecho que corresponde a una tendencia de larga data, a los desacuerdos o acuerdos, sino a la percepción de dos fenómenos crecientes: el primero corresponde a la sensación de que cualquiera que sea el gobierno y cualquiera que sean las políticas que se desarrollen, no se puede con los poderes de la globalización, con los grandes intereses financieros, con lo que Allamand, antes de su travesía, bautizó como “poderes fácticos”.
Esta primera razón es incluso compartida por los propios dirigentes de los partidos puestos en cuestión por las encuestas, y también por la militancia de esos partidos, por lo que no se les puede responsabilizar, así como así, por ello.
La segunda razón tiene que ver con la distancia entre lo que se percibe como la representación de los partidos, es decir sus voceros y dirigentes, y las personas sin compromisos o con compromisos pero sin militancia. Esta distancia es creciente por diferentes razones, la principal de ellas porque se percibe a los dirigentes públicos como un círculo cerrado al que es difícil entrar y que a su vez mantiene las barreras a la entrada para proteger sus partidos y protegerse en sus situaciones.
Y de ello hay ejemplos y resultados que han redundado en castigos.
¿Por qué la demora en legislar para que haya inscripción automática en los registros electorales? ¿Por qué no elegir siempre democráticamente a los alcaldes y por mayoría absoluta? ¿Por qué no elegir por votación universal a los Consejeros Regionales? ¿Por qué no establecer primarias para todos los cargos de elección popular?
Es cierto que hay fuerzas que se han opuesto y se oponen a la democratización del país y de sus instituciones, y que hoy día gobiernan o co gobiernan, pero también es cierto que es posible romper esas barreras si se tiene voluntad política para hacerlo. Las primarias de la Concertación de 1993 y 1999, y el desarrollo de las del 2005 pese a ser interrumpido por la renuncia de Soledad Alvear, así lo demostraron.
La ciudadanía percibe, y por eso castiga, que también en la Concertación se escriben titulares con letras grandes pero lo que se aplica suele ser la letra chica: ¡Primarias! …pero no donde tengo alcalde, se escucha en estos días.
El distanciamiento de la gente se debe a esas dos fuerzas, a la concentración del poder económico y a la concentración del poder político.
Sin embargo la gente sigue reconociendo los éxitos de la Concertación y su aporte a Chile, pero por eso mismo espera más de ella, espera más compromiso y más democracia.
Es mi opinión.