17 nov 2015

Genocidio de inocentes

Sobrecogidos hemos quedado con la noticia del ataque tan duramente perpetrado en París, frecuente en los últimos tiempos. Con todo, nuestra frágil mente no digiere con facilidad una crueldad que pareciera ser una barbarie de siglos pasados.

El Papa Francisco señaló ser el inicio – por la religión – de la tercera guerra mundial. Quizás por eso sea aún más incomprensible, pues especialmente en occidente la religión para los creyentes debiera ser sinónimo de amor, fraternidad, respeto y tolerancia.

Sin embargo me parece oportuno  señalar que la temática del fundamentalismo y/o fanatismo no debe atribuirse sólo al Islam, está enquistado prácticamente en todos los ambientes de cualquier índole. Consecuente con lo indicado, creo que la polarización entre, “blanco y  negro” toca todas nuestras realidades: al interior familiar, sindicatos, gobiernos de turno, políticos, empresarios, segmentos sociales, ámbitos económicos, barrios e Iglesias.

Este fundamentalismo que hace que considere mi verdad como absoluta, conduce al rechazo, en el día a día, de quien no comparte ni se aproxima a lo que yo pienso.

En este sentido debemos criticar duramente y en especial rechazar  lo sucedido en  la ciudad de París, pero también debemos rechazar con el mismo ímpetu todo olor a fundamentalismo, por mínimo que sea, que como consecuencia genere muertes sociales, exclusión, odios y divisiones.

Por otro lado y con razón  el gran clamor suscitado ante el hecho sangriento e irracional que conocimos recientemente no se condice con el silencio y manifiesta aprobación de los bombardeos perpetrados por Francia contra Siria.

Me parece tan inmoral uno u otro hecho y del todo deplorable, y debe ser rechazado con la misma fuerza  que se escucharon las voces del mundo respecto a la atrocidad de ISIS. La humanidad entonces está en la época de las cavernas; es decir, ante el genocidio más genocidio, ante la violencia más violencia; ante sangre y muerte más sangre y muerte.

¿Dónde está  el diálogo, la tolerancia, la reflexión, la convicción por el bien, la educación y el desarrollo de los pueblos? ¿Qué pasó con la Europa civilizada?

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