Ni toda la indignación y la tristeza alcanzan para describir la sensación de horror que nos provoca este ataque cobarde, perpetrado por terroristas islámicos en París. Ante todo, es necesario honrar a las víctimas, al pueblo y al Gobierno francés por este terrible momento.
Este injustificable acto terrorista es una crueldad en contra de toda la humanidad. Cada vez que se asesina a rehenes, se lapida a una persona y en especial a mujeres, cuando se atenta contra una niña como Malala, o cuando vemos actos tan irracionales como la destrucción del patrimonio histórico de la humanidad en Siria, estamos viendo la peor cara del fundamentalismo religioso.
Es impensable que tanto odio y crueldad pueda ser parte de una de las tres religiones que comparten el mismo tronco histórico.
La intolerancia a veces nos exige una enorme dosis de racionalidad y pone a prueba nuestros valores de fraternidad, solidaridad y libertad. Esto no significa que no haya que defender la sociedad libre, ni menos que debamos tolerar actos de esta horrenda naturaleza.
El mundo civilizado, el avance de la ciencia, el desarrollo económico de las naciones, lamentablemente se ven amenazados por gente que literalmente vive mentalmente en la edad de hierro. Es infinitamente triste e incomprensible, pero indignantemente real.
El conflicto motivado por las acciones del Estado Islámico y todas las demás células terroristas, están afectando el mundo a niveles ya intolerables.
Por eso es que nuestra democracia y nuestra sociedad chilena es tan valiosa.¡Qué fácil es destruir y crear realidad sobre la base de política de corto plazo!
¡Qué fácil y rentable es decir que en nuestra democracia está todo mal, que no se puede confiar en nadie, que la delincuencia está desbordada o que no se pueden hacer cambios porque vendrá el caos!
Qué fácil es destruir. Así como vemos que el fanatismo gana muerte y destrucción en Europa, Medio Oriente y antes en Estados Unidos, a veces olvidamos lo que tenemos, un país seguro, tranquilo, solidario y en paz.
Nuevamente pedimos por las víctimas y sus familias, por todo el pueblo francés y por la humanidad en su conjunto, porque nadie se merece estar bajo ataque del terror y porque la democracia no sucumba ante esta irracionalidad.