El discurso del 21 de mayo careció de brillo. Al parecer es cierto que el relato no es tema de gerentes y que a veces la eficiencia puede ser sinónimo de reiteración. Los contenidos en seguridad ciudadana no han sido ninguna novedad, por falta de asesoría comunicacional adecuada, ganas de cumplir con la estrategia, impaciencia o desesperación por la generación de agenda; todos los proyectos propuestos ya eran conocidos y de amplia difusión periodística.
Los resultados de las encuestas son positivos y el gobierno siente que ha cumplido muchas de las promesas en la temática por lo que la delincuencia dejó de ser centro de la atención. Es cierto que en los últimos años la seguridad no estaba en la parte central del discurso del 21 de mayo pero los gobiernos de la Concertación lograron dejar anuncios relevantes para esta fecha en la materia.
La buena noticia entonces es que al parecer estaríamos mejorando los niveles de seguridad de los ciudadanos. Lo insólito es que mientras esto ocurre, aumenta la intolerancia en la calle. Las manifestaciones de los últimos días, los desencuentros al interior del parlamento, la violencia contra los manifestantes y la compleja respuesta ciudadana marcan un escenario de alta frustración y conflictividad.
La ciudadanía está agotada pero eso no justifica violencia contra funcionarios públicos. La policía debe mantener el orden público pero las bombas lacrimógenas no son herramienta de dialogo. El gobierno y la oposición viven en un enfrentamiento propio de un país donde la gobernabilidad se podría poner en duda en cualquier momento. Hostilidad política pasajera que responde a la crisis propia de la oposición en articular una propuesta y un liderazgo renovador y a una coalición de gobierno que aparece permanente frustrada en su capacidad de comunicar efectivamente sus objetivos y resultados.
El conflicto bien manejado es generador de cambio. Utilizado políticamente, aumentado con fines electorales y potenciado por agendas personales es muy peligroso ya que inicia procesos con destino desconocido.
Los problemas de inseguridad en el país no son solo vinculados a la delincuencia. A fines de los años 90s lo afirmaba un informe del PNUD donde se evidenció que los chilenos se sienten inseguros frente a una vida que es cada vez más precaria, más vulnerable, menos integradora y menos solidaria. El verdadero problema de la frustración y el conflicto emergen hoy con fuerza y deben ser abordados con responsabilidad desde todos los frentes de acción para evitar que sea la violencia la única alternativa de respuesta.
Paradójico pero cierto… Baja el delito pero la sensación de conflictividad, de violencia y de desorden quedó en la percepción ciudadana como uno de los principales hechos del 21 de Mayo.