La actitud de la derecha ante la elección del nuevo Contralor General de la República, mostró una vez más el verdadero rostro de ese sector. Incapaces de salir de su estrecha visión de la sociedad, prefiere vivir atrincherada en odiosidades ideológicas antes que pensar de verdad en el país.
Nunca hubo una crítica a la calidad profesional de Rajevic. Nunca un cuestionamiento a su conocimiento y manejo de los temas. Sólo descalificaciones personales y temores irrisorios sobre una supuesta falta de imparcialidad que, de paso, rayan en la injuria.
La derecha no sólo vive de la desconfianza, la alienta y la usa como herramienta política. Se basa en la desconfianza para oponerse a relaciones más equitativas en el mercado laboral, para oponerse a incluir medidas de equidad en la educación y para oponerse a todo aquello que no entre en su estrecha explicación del mundo.
Va a llegar un momento en que la democracia va a estar tan desmembrada y con tan poca adhesión, que habrá poco modelo que defender. El ejercicio de la democracia nos exige niveles básicos de amistad cívica y confianza institucional.
Pero la derecha lleva este peligroso juego de destrucción de las confianzas a extremos poco comprensibles. Esperemos que algunos de ellos entiendan lo que están haciendo y piensen que hay un país que requiere de una política más prístina, sincera y capaz de ofrecer a Chile un proyecto de nación y no una trinchera política más.