El acuerdo celebrado entre el Gobierno, la comisión del trabajo del Senado, la bancada pyme del Senado y la Conapyme ha sido comentado como una victoria. El Gobierno, por su lado, logró desarticular un frente opositor, que recordaba a 1973 con la unidad de representantes de la Mipymes y de las grandes empresas y la Conapyme, por su parte, sacó adelante su propuesta de que para constituir un sindicato, será necesario un mínimo de 25 trabajadores.
El tema es que a este acuerdo se le ve como una victoria de las Mypes. La pregunta es ¿contra quienes se triunfó? Si hay victoriosos, hay también derrotados. Obviamente no es el gobierno, ya que en la mesa estaban los ministros de Hacienda y de Economía celebrando el pacto, tampoco son los parlamentarios, ni los grandes empresarios, que en este tema no llevaban velas.
Difícilmente se puede nombrar a la mediana empresa, con trabajadores que van entre los 50 a 199, por tanto, no calzan en este puzle.
Los únicos que quedan al otro lado son los trabajadores, millones de ellos, sin posibilidad de organizarse a través de un sindicato, dicho derechamente son ellos los derrotados. Estamos en presencia de una victoria política, frente a los que hemos definido como el capital más valioso de nuestras empresas, los trabajadores han sido aplastados, relegándolos al lugar de los trabajadores sin un derecho básico, como es de su unidad expresada en sus organizaciones.
¿Tan grande ha sido el retroceso humano en Chile? que no somos capaces de ver para dónde camina el mundo que busca una sociedad más justa, de menos desigualdades, que más allá de ideologías, busca el encuentro de los que habitamos este planeta y en consecuencia, en nuestro país. Este acuerdo marcha en dirección contraria.
Las cosas no suceden por casualidades, siempre hay causas, muchas veces ocultas, aunque paradojamente estén a la vista. La dictadura destruyó a sangre y fuego la cultura sindical, el temor se apoderó de los trabajadores, su debilidad trajo como consecuencia el poder prácticamente sin contrapeso de los empresarios y creó la cultura de que los trabajadores eran otra materia prima, un bien transable, otro más del mercado.
Nos acostumbramos a este estado y cuando aparece en el escenario nacional algo inconcebible, hasta principios de 2014-como una reforma sindical que busca en alguna medida nivelar las relaciones laborales-, nos atemorizamos, vimos en el horizonte un tsunami de peticiones; de la noche a la mañana los colaboradores se convirtieron imaginariamente en nuestros enemigos y había que derrotarlos, antes que se organizaran, y así despejar el peligro de la ruina de nuestras empresas.
Desde la Unión Nacional de Organizaciones de las Mipymes (Unapyme), que reunimos a 250 mil Mipynes a nivel nacional y 7 gremios, no podemos ser parte de semejante posición.
Como lo venimos diciendo, desde hace tiempo, la Mipyme viene descendiendo hace ya más de veinte años en su participación porcentual en el PIB y a pesar de las diferentes medidas del ministerio de Economía, no logramos revertir esta situación y es aquí donde debemos poner los esfuerzos, sumando a los diferentes actores políticos: parlamentarios, trabajadores, universidades, colegios profesionales, entre otros. Todo ello para vencer la precariedad actual y actuar sin temores, sin miedos en la construcción de una sociedad más inclusiva y menos desigual.