El terremoto 8,4 grados que afectó a la Región de Coquimbo resultó ser bien mentiroso. Por fuera, las casas y las edificaciones parecieran no tener mayores problemas, pero por dentro la cosa es muy distinta. Muchas construcciones -en especial en las zonas del interior de la región- muestran serios daños que obligarán prácticamente a levantarlas de nuevo.
No estamos hablando sólo de casas de adobe, hemos visto lamentablemente casas de concreto que al parecer no respetaron los estándares de las normas de construcción chilena que nos han hecho famosos en el mundo por su alta resistencia a sismos de gran intensidad.
Hay varias enseñanzas que nuestro país debe asumir con mucha fuerza: debemos transitar hacia estándares de construcción que nos permitan ir reemplazando el adobe por materiales más seguros para la población; se debe hacer un refuerzo de la fiscalización, de modo de que las empresas constructoras den absolutas garantías de que se está respetando la normativa; hay que evaluar y tomar medidas efectivas en materia de uso de suelo para vivienda en zonas inundables por maremotos y debemos intensificar la educación de la ciudadanía en temas de seguridad.
Es cierto que para la magnitud del terremoto, hubo pocas víctimas, pero eso no es para alegarse. Cada vida es importante y lo que debemos asumir como el país más sísmico del mundo, es que tenemos que ser capaces de que ningún chileno o chilena muera por efectos de terremotos y maremotos, más aún si esas muertes son evitables.
Las regiones deben mejorar la calidad de las edificaciones, tenemos que mejorar los sistemas de alerta de tsunamis para llegar a todos los que están en potencial riesgo, debemos tener sistemas que permitan una rápida limpieza, reconstrucción y reparación de la capacidad productiva, y -finalmente- tenemos que ser capaces de asegurar que los servicios mínimos como acceso al agua y la energía, sufran las menores interrupciones.
En ese sentido, el proyecto de ley que reformula la ONEMI debe finalmente ser aprobado en el Congreso y para eso pedimos que se intensifique el debate para mejorar esa institucionalidad sobre la base del aprendizaje que hemos visto en los últimos terremotos sobre grado 8 que se han registrado en apenas 5 años.
Chile tiene el registro de los más grandes desastres sísmicos en la historia del mundo y por lo mismo, debemos ser capaces de hacer más para resguardar la vida de las personas y la recuperación de la normalidad.
Hay que felicitar a las personas que habitan el borde costero porque supieron qué hacer y evacuaron espontáneamente; del mismo modo hay que agradecer a las policías, cuerpos de Bomberos y Fuerzas Armadas, los municipios y los gobiernos regionales por la dedicación y profesionalismo. Chile siempre va a tener que lidiar con estos fenómenos, pero vamos a tener la tarea cumplida cuando estas catástrofes tengan un impacto mínimo en nuestras vidas.