Hace un tiempo escribí un artículo llamado “Toda literatura en internet es rizomorfa”. Aludía, desde luego, a decodificar la narrativa hipertextual a partir dela noción de rizoma, que Deleuze y Guattari desarrollan en Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia (1980).
Los franceses definen así el concepto: “A diferencia de los árboles o de sus raíces, el rizoma conecta cualquier punto con otro punto cualquiera, cada uno de sus rasgos no remite necesariamente a rasgos de la misma naturaleza (…). El rizoma es un sistema acentrado, no jerárquico y no significante, sin General, sin memoria organizadora o autónoma central, definido únicamente por una circulación de estados”.
Mi artículo revisaba la novela hipertextual Pentagonal: incluidos tú y yo (2001), de Carlos Labbé, y establecía que era un libro plenamente rizomorfo.Traigo a colación mi escrito no por simple autorreferencia o narcisismo; más bien, porque tengo una fuerte intuición, con Piezas secretas contra el mundo (Editorial Periférica, 2014), el autor vuelve a un registro similar.
Debido a que es un libro de imprenta su radicalidad es menor a la que alcanza una obra en plataforma red.
Asimismo, este tipo de textos cuenta con antecedentes que gozan de bastante popularidad, siendo Rayuela (1963), de Julio Cortázar, probablemente el exponente más conocido. Contra ello, Labbé logra una obra experimental innovadora y arriesgada, críptica casi siempre, cerrada sobre sí misma en lo formal pero consciente de su época en la elección de la historia.
Pese a la innegable condición de novela política, muchas veces prima el placer estético por sobre el contenido ideológico. Curiosamente, se lee con facilidad, está pulcramente escrita, sin transgresiones a nivel sintáctico ni gramatical, las transgresiones vendrán desde otras dimensiones. Al contrario, es una escritura que, aunque (neo) barroca, respeta y pone de relieve la puntuación correcta y una cuidada elección de las palabras con que se construye.
El libro relata la historia de un experto que debe analizar una carpeta con el guion de un videojuego, debido a que la creadora del mismo ha sido acusada del incendio de una biblioteca de una universidad noruega (la misma que encarga la confección de este informe), en una especie de atentado eco-terrorista.
El libro se estructura con la descripción del videojuego propiamente tal y el posterior comentario del experto, que posee una sangría que hace evidente la diferencia entre ambos textos. Debido a que el experto trabaja en su informe “sin conocimiento del idioma técnico del videojuego”, articula el análisis con citas de autores de su preferencia. Aquí destacan fragmentos de Platón, Vicente Huidobro y Gabriela Mistral, entre otros.
Sin duda, Piezas secretas contra el mundo es una novela ecológica, tal como ha señalado con insistencia la crítica, dada la denuncia que esgrime contra transnacionales que operan fuera de toda norma ambiental. En concreto, la intriga del videojuego remite a salmoneras en Aysén atacadas por un virus y a la sistemática e irresponsable depredación del ecosistema de la zona.
Sin embargo, a eso hay que agregar otro antecedente: la naturaleza presenta un protagonismo rotundo en la obra. Las descripciones del videojuego se adentran por un lago, un río, árboles nativos, insectos, barro, madera, tierra, un muelle, intensa lluvia, una playa, quebradas, musgo, fértil tierra de hoja, fuego, ratones y animales menores, bosques, algas, piedras, cardumen.
Al terminar cada fragmento, se utiliza un dispositivo formal para generar una lectura activa y dialogante. Un ejemplo, el lector debe decidir si desea pasar “al lago, que encuentra en la PRÓXIMA PÁGINA, o al río, adonde llega si pasa a la PÁGINA 49”.
El libro reflexiona sobre este procedimiento, en un gesto autorreferencial. Señala, “si decide que es la adolescente quien escribe, la memoria proyecta y hace desvanecerse el recuerdo de uno frente a algún libro de la colección juvenil “Elige tu propia aventura”, la textura y el olor de la saliva con que me mojo los dedos para pasar las hojas rápidamente porque la decisión que tomo me lleva una y otra vez a un párrafo que dice “has muerto”; la saliva se seca, la piel se vuelve pegajosa, el libro no respeta la frase de la primera página: “las posibilidades son múltiples; algunas elecciones sencillas, otras temerarias… y algunas peligrosas. No hay opciones acertadas o erróneas”.
Luego dirá, “de manera que el guion del videojuego es un poema, antes o simultáneamente. Y también un cuento. Dada la transformación de los textos en esta carpeta se hace necesaria otra táctica para disecar ante la Comisión al innominado protagonistas de estos papeles, como la que propone Raymond Queneau en “Un cuento a la manera suya”, no para preguntarse cuántos modos hay de hallar la evidencia, sino para posibilitar un asomo de contestación”.
Este y otros dispositivos alojados al interior del libro (como los diferentes registros, o la pluralidad de voces y sujetos que articulan la novela), dan cuenta de la pretensión del autor de irse “lejos de esa imaginación moderna única que es la persona adulta, cuya lectura va tras el sentido”. Busca, así, el devenir de lo minoritario y lo diverso, de lo heterogéneo múltiple. Y apela, con ello, a una imaginación posmoderna y laberíntica, a un disposición en rizoma.