Hace muchos años en el Senado se produjo una larga discusión acerca de la validez de las doctrinas vigentes en el mundo. Discutimos mucho acerca de la caída del marxisno en Europa y su franco fracaso en América a través de las experiencias de Cuba y Venezuela. Asumimos con nuestro contradictor (hoy ambos estamos fuera del congreso) al crecimiento del capitalismo y sus consecuencias sociales, donde se concentraron nuestras diferencias.
El sostenía que no habría repercusiones negativas a la luz del ejemplo chileno que dirigía entonces la Derecha con el Gobierno de Sebastian Piñera. Por mi parte yo planteaba que la sola acumulación del dinero en pocas manos aún en una Democracia Progresista y Representativa termina siempre en corrupción por aquello de “poderoso caballero es don dinero”. Debo reconocer que en los años siguientes él tuvo la razón, pero se cumplieron 2 o 3 cosas que me dieron la razón.
Se corrompieron prácticamente todas las Instituciones del país. La ética perdió sentido en las relaciones humanas, empresariales y nuestra sociedad civil cayó en un marasmo de la voluntad para revertir el proceso.
¿Qué tenemos hoy?
Hoy tenemos una crisis de las Instituciones de mando a todo nivel y tenemos desgraciadamente el cumplimiento del viejo dicho árabe “la copa del árbol no es más que el reflejo de sus raíces”.
Las raíces de nuestro árbol social, académico, cultural y comunitario es todos y cada uno de nuestros ciudadanos, sociedad civil o cuerpos intermedios. Al producirse eso no hay un contrapeso social o político.
Hoy tenemos un individualismo basado en el capitalismo brutal que como termitas han minado la honradez, la sobriedad y el valor del trabajo, sobre todo del lucro fácil.
Hoy tenemos un entrecruzamiento del negocio y la política que en las circunstancias actuales hace más tentador el sentimiento económico que una actividad solidaria como es la política correctamente ejercida.
Tan cierto es esto que las Iglesias, salvo excepciones han reducido su influencia masiva y la capacidad espiritual para influir en los conflictos del mundo de hoy.
¿Hay posibilidad de cambiar el clima en Chile?
Creo que si no hay un esfuerzo enorme de la dirigencia nacional para dar un ejemplo de corrección y giro espiritual de una manera sustancial no habrá soluciones democráticas y razonables.
Con esa convicción, sí logramos el cambio institucional y personal sin ira ni rabia y con paciencia de santo para unirnos en una nueva comunidad. Sí, lo lograremos con fe en el futuro.