Al reflexionar sobre los que nos convoca hoy, lo hago recordando entrañablemente a mi padre y mi madre que me hicieron socialista y recordando siempre a los dirigentes de la Juventud Socialista que me formaron, los que encabezados por Carlos Lorca, lo dieron todo de sí en la lucha por la libertad de Chile.
De modo especial, rendir homenaje a la memoria de las compañeras Michelle Peña, Carolina Wiff, Mireya Rodríguez, que representaron, en la lucha contra la dictadura, la voluntad libertaria de la mujer chilena.
La conmemoración del 82′ Aniversario del Partido Socialista de Chile, se realiza en un momento político que plantea un inédito desafío a sus militantes: rescatar la política desde el desencanto para recuperar la dignidad de la lucha social y reponer las transformaciones contra la desigualdad en el centro de la preocupación nacional.
Ello exige una conducta resuelta de bregar por la probidad, la transparencia y contra la corrupción. En efecto, la desconfianza que se instaló en la conciencia popular se podrá superar con la acción eficiente y a fondo del Estado de Derecho, lo que excluye la defensa corporativa de los afectados, asegurando la labor de la Justicia; de modo de garantizar la igualdad ante la ley, subrayando y adquiriendo pleno valor el principio que el ejercicio de la política no puede significar privilegio alguno a quienes la han hecho su actividad cotidiana.
Nada más dañino para la democracia que actores políticos rodeados de formas y estilo que pretendiendo sofisticación denotan que se cruzan los límites que aconsejan la prudencia y el valor de la austeridad, así como, el buen criterio político con que deben actuar los servidores públicos.
Estamos ante un desafío que va mucho más allá que una simple discusión acerca de la contingencia política, que trasciende con creces el ámbito de las controversias internas, se trata de dar cuenta que la actitud del socialismo es clave ante el país, que espera expectante una condena rotunda a las violaciones de la ética y la manifestación de una firme voluntad, por parte de los socialistas, de liderar el esfuerzo contra las malas prácticas para restablecer la plena dignidad de la política en democracia.
Frente a la dictadura, el socialismo chileno hubo de resistir la acción brutal del terrorismo de Estado, que pretendió “arrancar de raíz” su presencia en las luchas del pueblo de Chile. El heroísmo de nuestros mártires se cruzó en el camino de los criminales. Logramos sobrevivir y dar continuidad histórica al Partido. Los esfuerzos y el coraje de los militantes que bregaron en la clandestinidad y el exilio nos permitió resistir el asedio.
Por más que algunos se cieguen ante dicha realidad y levanten “tesis refundacionales”, la democracia fue restablecida por la lucha de los socialistas y del conjunto de los demócratas chilenos. En una muy especial conjunción de factores somos paradojalmente, los que dieron vida y, a la vez, revivieron en el proceso de reimplantación de la democracia.
Por eso, por los frutos de nuestra lucha se avanzó en estos años, promoviendo la reinstalación del Estado de Derecho, ampliando las libertades y los derechos sociales, robusteciendo la confianza de la ciudadanía hacia el ejercicio de su propia capacidad de decidir; con vistas a crear la conciencia que la tarea de Chile es derrotar la desigualdad, como condición necesaria para la consolidación de la gobernabilidad democrática del país.
Esta lucha histórica, realizada en las más difíciles circunstancias, y la unidad de un arco de fuerzas capaz de representar una sólida mayoría nacional, fue lo que abrió las puertas de la institucionalidad a la izquierda, a las fuerzas progresistas para gobernar nuevamente el país. No fue un milagro ni un regalo. Es penoso que algunos no lo entiendan y que unos pocos lo hayan olvidado.
Que quede claro, porque como decía Clodomiro Almeyda, las cosas por sabidas se callan y por calladas se olvidan, que la democracia existe en Chile porque fuimos capaces de reconquistarla.
De manera que la presencia de los socialistas en los gobiernos democráticos no fue casual ni gratuita, recibió su legitimidad de la dura, cruenta y dolorosa brega para reconquistar la democracia y la libertad en Chile.
Ahora bien, en la delicada etapa que atravesamos, las cosas cambiaron en su más profunda naturaleza, los focos de corrupción ya no son un ataque “desde fuera”, se presentan al interior del ancho bloque de fuerzas que asumió la tarea de entregar a Chile la gobernabilidad requerida para progresar y hacer realidad la justicia social en democracia.
He sostenido que no vivimos una crisis institucional, ello se demuestra en que la justicia está operando y encumbrados jerarcas de los grupos financieros del país se encuentran en prisión preventiva y las instituciones uniformadas están alejadas de la contingencia política.
Lo que cruza y atraviesa la sociedad chilena es algo más delicado, mas difícil de resolver que turbulencias en los poderes institucionales de la República, lo que se ha precipitado es una crisis del tipo de sociedad que se ha instaurado en las últimas décadas, lo que sufre el país es una crisis del modelo de la desigualdad; es decir, lo que está en cuestión es el modo de vida, ya no se trata del intercambio comercial o de las relaciones laborales, lo que se discute hoy es que las personas que trabajan duramente, día a día, son atropellados en sus derechos y no reciben a cambio de su trabajo una retribución que les garantice la debida dignidad a ellos y sus familias; en cambio, los audaces, los que se lanzan al juego financiero especulativo, los que “engrupen”, los que engañan, pueden hacerse en una sola “pasada” varios centenares o miles de millones.
Tal vez, lo más simbólico de la crisis del modo de vida que vive el país, haya ocurrido, cuando el principal hacedor de dinero fácil, reflejado en una portentosa fortuna que se hizo de la nada, llegara a ejercer la Presidencia de la República. Con sorpresa el país toma nota que en el canal de televisión del cual era dueño se pagaba a sus ejecutivos con boletas fraudulentas.
En suma, lo que tiene saturada a la comunidad es el “modelo” del “agarra Aguirre”.
Ha hecho crisis la conducta de trepar fácil, de enriquecerse de la noche a la mañana, de comprar conciencias con un paquete de arroz, de usar las funciones públicas para un clientelismo que siembra un burdo y brutal apoliticismo.
En suma, la sociedad civil ya no resiste que las normas sean escalar sin ética y que la libertad económica se entienda como forrarse de dinero, abusando algunos sin límites de posiciones dominantes de los diversos agentes productivos o especulativos. Los diversos tipos de colusión ya no solo son un abuso sino que repugnan la conciencia nacional.
Hoy se ha hecho visible y categórico el cansancio social, con una conducta que usa con fines de aprovechamiento personal lo que deben ser cuidadosas, prolijas y honradas funciones públicas; la comunidad no diferencia si las faltas a la probidad están en actores de la administración estatal o en las empresas privadas que entregan servicios a la comunidad; sea donde sea, abusos de poder mantienen irritada y en franco descontento a la sociedad chilena. Como cuando todo Chile vio que un alcalde tenía maquinaria pesada en su casa, retirando los escombros del aluvión, olvidándose de sus vecinos y de sus obligaciones con la comunidad.
Por eso, lo que tenemos que cambiar y hacer retroceder es el modelo de la desigualdad, fortaleciendo ahora el debilitado sistema político democrático, generando y reinstalando una comunidad nacional con espíritu solidario, con respeto al que trabaja y sin la neurosis de que cada cual deba ganar plata como sea.
El primer paso es que el sistema político se haga cargo del tema de la corrupción. Como dijera Salvador Allende, se podrán meter las patas, pero no las manos. Las malas prácticas deben ser resueltas; un gran esfuerzo para robustecer la ética política y la labor de los Tribunales debe permitir que estas prácticas tan profundamente negativas y perversas sean erradicadas.
Si así no ocurriera la propia legitimidad requerida para gobernar se vería tan dañada, que incluso podría fracturarse, haciendo estériles los esfuerzos para agrupar las mayorías nacionales que hacen posible una fecunda tarea de gobierno.
No se puede menospreciar el impacto de la corrupción en la opinión pública. Es el caldo de cultivo de más desencanto, de más clientelismo y nutre toda suerte de aventureros populistas que sueñan con hacerse con la caja fiscal para toda suerte de afanes espurios y demagógicos. La corrupción de extenderse, puede llegar a empañar y opacar la totalidad del esfuerzo que se realiza para darle al país más progreso y justicia. Es un error político subestimar sus graves efectos. Una mirada superficial no internaliza ni asume en todas sus dimensiones el daño perverso que puede provocar.
Los focos de corrupción devienen en tumores que si no son enfrentados drásticamente pueden escapar a todo control. Por eso, no puede haber defensa corporativa alguna.
De modo que debemos estar preparados ante un eventual agravamiento de la situación, pues si se diera el caso que se confirmarán los trascendidos y un número elevado de congresistas quedará involucrado, dañándose en forma irremediable la legitimidad del actual Parlamento habría que abrir paso a una solución institucional recurriendo como corresponde en democracia, a la decisión de la soberanía popular.
Una de las causas de la actual crisis de representación radica en la anacrónica permanencia de la Constitución de 1980, como la Carta Política del Estado; de allí surge la necesidad de impulsar alternativas que permitan avanzar hacia una nueva Constitución.
Por eso, dada la aprobación del cambio del sistema binominal a uno proporcional, nos proponemos trabajar por una reforma constitucional que permita que el próximo Parlamento sea electo con facultades constituyentes, para dotarlo de la capacidad de elaborar una Constitución que, nacida en democracia, pueda ser plebiscitada por la nación chilena.
En definitiva, la reposición de las reformas sociales establecidas en el Programa de la Presidenta Bachelet, deben articularse y complementarse con una Agenda que enfrente vigorosamente los focos de corrupción. La clave es la transparencia la que existe, actúa y se garantiza cuando las instituciones funcionan. Coherente con tal esfuerzo resulta vital retomar la iniciativa estratégica respondiendo a los grandes dilemas pendientes en el país. Las reformas a la educación, laboral, a la salud, la previsión social, y la regionalización del país.
Así mismo, con tal perspectiva, asumimos la agenda por la equidad de género que está contenida en el programa presidencial. En su momento, presenté el proyecto para legalizar el aborto terapéutico en situación de riesgo de la vida de la madre; lamentablemente no fructificó por el rechazo de la derecha conservadora y la renuencia de sectores de centro que no nos acompañaron.
Esperamos que ahora si se haga realidad la legislación propuesta desde el gobierno de la Presidenta Bachelet, ya que un Estado laico no puede imponer una determinada concepción de la vida y de las creencias religiosas, sino que debe ser capaz de respetar a todas ellas.
Del mismo modo, patrociné la reforma legal sobre identidad de género que el senado aprobó dado el impulso que recibió desde la sociedad civil y de los parlamentarios que nos jugamos por la actualización de la legislación chilena, de acuerdo a la aceptación de la diversidad como principio y al respeto a la dignidad de la persona humana que hoy proclama la comunidad internacional.
Así también seguiré bregando contra el siniestro cáncer que es la violencia intrafamiliar, con vistas a que en cada hogar se establezca el cariño, la tolerancia y el respeto que debiesen existir hoy, en correspondencia a los avances civilizacionales de nuestra época.
En consecuencia, proclamamos que en la lucha política existen límites éticos que son esenciales; señalamos que el fin no justifica los medios y que la tentación de obtener recursos de forma irregular produce un daño incalculable a la lucha por una nueva sociedad, con integración social y sin la exasperante desigualdad que hoy afecta a la sociedad chilena.
De la misma manera afirmamos que en democracia el ejercicio del poder político tiene límites claramente establecidos y que el respeto a la igualdad ante la ley es un tema de principios. Es lo que permite la legitimidad de la vida en democracia.
La gran lección de nuestras luchas es que no hay socialismo sin democracia y que esta se alcanza plena y fecundamente con la vigencia de los principios y valores del socialismo.
Con tal objetivo, el Partido Socialista debe liderar un gran esfuerzo para rehacer la credibilidad del sistema de partidos políticos. Se trata de doblegar las desconfianzas y superar el descrédito; en suma, hay que dignificar la política.
Con ese propósito la democracia requiere Partidos sólidos, sanos, robustos, para afianzar la estabilidad democrática. La razón, no es que esta sea un fin en sí mismo, sino que a las reformas estructurales les hace falta una gobernabilidad democrática que las haga posible. No cabe duda que la inestabilidad beneficiaría a los que no quieren alterar el modelo de la desigualdad; el desorden ayuda eficientemente a los que quieren perpetuar el actual orden de cosas.
Desde estas premisas reafirmamos nuestra lealtad política con la Presidenta Bachelet y nuestro esfuerzo tendiente a reinstalar la fuerza del liderazgo presidencial en el escenario nacional.
Agradezco a ustedes, quienes nos han respaldado y que con su esfuerzo harán posible nuestra victoria. Estamos conscientes que ustedes han sufridos ataques indebidos e incomprensibles presiones, pero se ha demostrado una vez más la fortaleza del pueblo socialista para resistir los intentos de separarnos, de dividir nuestra voluntad o fracturar el espíritu de unidad que nos anima.
Queremos el Partido sin ceguera ni fanatismo, pero con un compromiso profundo e inclaudicable. No hemos caído ni vamos a caer en pugnas estériles o en la bajeza de los ataques personales.
Representamos la diversidad del socialismo chileno, desde un enfoque común y objetivos compartidos, que nos unen y cohesionan firmemente. Vamos a conducir con lealtad a lo que somos, a nuestro Partido Socialista.
Con esta voluntad la alternativa “Juntos Somos Más”, solicita el apoyo de los socialistas para conducir nuestra organización en el próximo periodo. No da lo mismo por quien se vota el próximo 26 de abril. Ustedes son los que van a decidir esta competencia democrática.
Consecuentes con la memoria de los que cayeron por la democracia y el socialismo, convocamos al conjunto del Partido a que nos acompañe en esta tarea.
¡Socialistas a luchar!