Los católicos estamos sufriendo. No queremos una Iglesia en donde se produzcan enfrentamientos en un templo destinado a adorar a Dios. La catedral de Osorno fue profanada por unos y otros.
La Conferencia Episcopal y la Nunciatura tenían el deber de informar a la Santa Sede que ello podría ocurrir, puesto que estaban al tanto de los sentimientos mayoritarios que afloraban en el alma de los católicos chilenos, quienes desean una Iglesia Santa conducida por sacerdotes santos que miren a Jesús y su mensaje sin hipocresías y sin cálculos de ninguna especie. Lo ocurrido en Osorno era previsible.Sin embargo, se quiso imponer con autoritarismo, una decisión que a todas luces divide a la feligresía y genera un ambiente nocivo, perjudicial y desesperanzador a miles y miles de católicos.
Escudarse en que fue el Papa Francisco quien tomó la decisión final, es una forma muy cobarde de endosar un problema que afecta muy sensiblemente el alma de los católicos chilenos. La Conferencia Episcopal, con prudencia y sabiduría, tenía la obligación de informar lo que necesariamente ocurriría en Osorno.
En mi reciente libro, “La Iglesia Santa y Pecadora de Todos los Días”, tengo hermosas expresiones para la Iglesia Santa cuando digo:
“La Iglesia que yo amo
es la Iglesia solidaria y humana
que me mostró el Cardenal Silva.
La Iglesia del padre Gumucio
inspirador de este poema.
La Iglesia del padre Berríos
sacerdote consecuente y ejemplar
la del padre Aldunate
lleno de coraje y humanidad
la de monseñor Enrique Alvear
de monseñor Hourton y Ariztía.
La Iglesia de monseñor Valech
de Mariano Puga y André Jarlan.
La de los mártires
que entregaron su vida
por mostrarnos a Jesús
el Salvador de la humanidad.
La Iglesia educadora
en los valores cristianos.
La Iglesia a la que pertenecen
miles y miles de laicos
y religiosos que procuran
día a día construir
la civilización del amor
con fe y ternura
sin mayor recompensa
que sentirse útiles
al servicio de Dios y sus creaturas
¡todos los días!
Pero también tengo duras expresiones para la Iglesia Pecadora cuando digo.
“Escandalizan a esos pequeños
algunos de los cuales
se iniciaban en su vocación religiosa
la truncan y la destruyen mediante
sus depravaciones y deseos incontrolados
pasan por encima de todos sus juramentos
voluntariamente aceptados.
Antes que nada está la satisfacción
de sus apetitos sexuales desenfrenados.
Provocan suicidios
dañan psicológicamente
a esos inocentes niños
y también a sus familias
creyendo quizás
que se les perdonarán
todas sus fechorías
por el Dios eterno de la misericordia
¡de todos los días!”
Todos los católicos tenemos la responsabilidad de contribuir a que nuestra amada Iglesia se una en una sola voz que glorifique a Dios y su mensaje de amor.