Frente a una taza de café, mirando la ventana pienso en qué pasa cuando muere un hombre bueno, recto, honesto, amigo de sus amigos, camarada de profundo respeto en un Partido y en una ciudad por tantos años. Los católicos, creemos que se alegra la cristiandad en la comunidad de los Santos porque sabemos que ha entrado en el Reino de Dios.
Eso no obsta para que en la debilidad humana, expresada en el dolor de la separación, nuestro corazón se colme de pesar hasta sublimarse en lágrimas, cuando el que nos deja es parte de nuestra circunstancia como nos dice Ortega.
Es el caso de Ricardo, circunstancia de todos nosotros, como nosotros también lo somos para él y su familia. Por eso Concepción se conmovió en su última hora terrenal, porque allí nació intelectual y espiritualmente, allí creció, allí formó su larga y maravillosa familia. Allí sufrió las desventuras de su enfermedad, pero también allí gozó de la amistad de sus hijos, nietos y bisnietos, de sus colegas y camaradas y del entorno de sus ancestros. Allí gozó de la alegría, sin soberbia, de saberse -por consenso universal- respetado y respetable.
Al cruzar la línea imaginaria que nos separa del Dios que lo ha de recibir por toda la eternidad, me lo imaginé en sus tertulias sin tiempo ni hora sobre el instante de nuestra humanización hasta el Armagedón que no tiene tiempo humano.
Así ese Dios le habrá preguntado, ¿Qué hiciste Ricardo en tu vida, dotado de inteligencia y voluntad? Cumplí Señor lo que enseñaste desde el madero a través de tu hijo crucificado para buscar la paz y la justicia.
¿Qué más hiciste como padre?, formé una familia, quise a mi mujer, a mis hijos y descendencia para que luchasen por un orden solidario, revolucionario que derrotase la desigualdad porque todos nacimos y somos iguales.
¿Qué más hiciste en la tierra para tus semejantes?, proclamé Señor el valor de la ética, de la ley y de la justicia para que mi profesión fuera el escudo de los pobres y la letra protectora de los desamparados.
¿Qué más les dijiste a los chilenos Ricardo Rincón?, les dije Señor que nadie puede ser atropellado por el poder de la fuerza o la riqueza, que Chile será libre o no será, que lo que tú nos pusiste en la tierra y en el mar, en el cielo y en el viento es de todos los chilenos desde siempre y para siempre y que el agua que nos mezquinan es de cada uno de mis descendientes, de mi vecino y vecina en cada rincón de la Patria.
Pero ¿qué más hiciste amigo querido por tus hermanos?, luché trabajé, lloré y reí hasta recuperar los derechos humanos.
Entonces, frente a todo lo que hiciste en mi nombre ¿qué más hiciste?, amé a mis hermanos que ya están contigo, amé a mi esposa en la alegría y en la enfermedad.Lloré de orgullo y sin soberbia con Ximena, Mónica, Ricardo, Paulina y Rodrigo.
Dime entonces Ricardo ¿Qué más hiciste por tu hermano? Señor, fui Humanista, Demócrata y Cristiano.