En Chile, un total de 1.898 liceos municipales carecen de agua caliente y otros 71 funcionan con letrinas, a 35 años de iniciada la municipalización, según un informe divulgado recientemente por el gobierno.
¿Cómo fue posible este abandono en un país que dice aspirar al desarrollo y que tiene un ingreso per capita de 21.000 dólares?
Esencialmente, porque la municipalización jamás fue un proyecto educativo, si no el simple mecanismo por el cual el Estado se desprendió del gasto directo en educación hacia los sectores pobres y de clase media, unos tres millones de estudiantes.
Miles de archivos secretos de la dictadura militar chilena, que fueron encontrados en 2013, demuestran de hecho que desde un inicio la educación municipal presentó graves déficits financieros, de infraestructura y docencia.
Los militares, pese a estos informes secretos, siguieron adelante con los traspasos de liceos públicos a municipios y sostenedores a “precios módicos” que además dañaron patrimonialmente al Estado, como revelan los oficios secretos del régimen.
En democracia, las elites gobernantes mantuvieron el esquema y el resultado fue el deterioro progresivo de la formación de los estudiantes y de la educación pública en general. Hoy apenas un tercio de la educación es entregada por los municipios. El resto, los privados, el lucro.
En 2011, tras décadas de precariedad y mercantilización en educación, cientos de miles de chilenos salieron a las calles y marcaron un nuevo rumbo a la extensa y aletargada transición chilena.
Entre ellos, una treintena de escolares mantuvieron por semanas una inédita huelga de hambre, en demanda de educación pública, gratuita y de calidad. Gloria Leiva, estudiante de un liceo de Buin sin agua caliente, estuvo 40 días sin comer, en uno de los gestos más dramáticos de esos días.
El gobierno de Michelle Bachelet, en medio del debate por la reforma educacional, anunció que invertirá 64.000 millones de pesos en infraestructura, para resolver los graves déficits que afectan a los 5.300 liceos municipales del país.
Sin embargo, el problema no es sólo la infraestructura, si no cómo la educación es un espacio de integración, convivencia ciudadana y democrática que forme a nuestros futuros ciudadanos.
Sin embargo, en un país de ghettos, con colegios para ricos, gente de clase media y ciudadanos pobres, el sueño de la educación inclusiva aún tiene demasiado camino por recorrer, con muchos interesados aún en defender sus negocios y corporaciones, a 35 años de iniciado uno de los mayores negocios de la historia de Chile.
Un negocio que precarizó la educación de millones de chilenos por décadas y que hoy en pleno siglo XXI mantiene a casi dos mil colegios sin siquiera agua caliente, según cifras oficiales.