Hasta la paciencia tiene límites. Y eso parece no entenderlo el Presidente de Perú que ha insistido esta semana en llevar las relaciones con Chile a un punto casi intolerable. Los países serios no estamos acostumbrados a esta continua puesta en escena que terminó, esta vez, con este dictamen pseudo legal que fijó de manera unilateral un límite terrestre, ya fijado en el Tratado de 1929 y que ha sido respetado por los propios peruanos desde esa fecha.
No deja de sorprender que la clase política peruana no pueda entender que toda la parafernalia de leyes simbólicas, desfiles, declaraciones y toda clase de pintorescos malabares, no hacen más que agotar la buena voluntad de Chile que ha actuado con estricto apego al derecho, a la institucionalidad internacional y –por qué no decirlo- al buen gusto.
Pero como la paciencia tiene límites tan claros como los que nos separan de Perú, es hora de que reevaluemos otra de las malas herencias del gobierno anterior: la política de las cuerdas separadas.
Muy necesarias, respetables y legítimas pueden ser las inversiones de empresarios chilenos y peruanos en ambos países, pero las relaciones bilaterales las establecen los países sobre la base del respeto mutuo, la seriedad y reciprocidad de los actos, la confianza en la institucionalidad y muchos otros conceptos que superan al mero intercambio de capitales.
La soberanía está por sobre las finanzas y este concepto debe ser hecho respetar por el Gobierno de Chile, de lo contrario estaríamos cediendo a una paradoja insólita: que el derecho internacional, el derecho a la defensa de los intereses nacionales y a la integridad territorial, deben claudicar ante intereses privados.
Nuestro país es hogar de muchos peruanos que han venido a estas tierras buscando un mejor pasar que el que el Gobierno y la clase política peruana les ha dado hasta ahora. Bienvenida sea esta integración, porque lo mismo se ha producido –tal vez en menor medida- con chilenos que viven en el país vecino. Pero esta señal de integración, de amistad y de buena voluntad no justifica acciones poco amistosas en una materia tan delicada como la que tiene que ver con temas limítrofes.
Esperamos ver señales claras del Gobierno de Chile para el resguardo de la soberanía y la estabilidad del derecho internacional, haciendo valer que el respeto a los fallos y al sentido común están por sobre cualquier otro valor.
La conducción de las relaciones internacionales le corresponde a la Presidenta y si ella decide asumir una nueva mirada para dejar en claro a Perú que no puede pretender mantenernos constantemente sometidos a un debate irracional, estaremos todos detrás para apoyarla.