El líder de la reforma económica en China, Ten Siao Ping, hizo globalmente conocida aquella sentencia que indica: “no importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”.
Con este criterio abogó por la inclusión de áreas privadas en la producción y los servicios, especialmente, en el abastecimiento de alimentos para superar la hambruna y la postración de la última etapa del periodo maoísta. Luego argumentó más sistemáticamente la teoría de una “economía socialista de mercado”.
Su alegato no fue ideológico, era muy concreto y directo, donde el Estado se requiera para derrotar el atraso será el quien deberá actuar, y dónde el mercado sea el adecuado el Estado lo apoyara en la acción requerida.Los que dudaban pueden observar que 25 años después, ese país tan atrasado ha pasado a contar con una economía cuyo volumen es el más grande del planeta.
En el tema de las jubilaciones debiese imperar el mismo rigor. Lo que importa son las pensiones; entonces, lo que sirva a ello y sea estatal, adelante; lo que vaya en la misma dirección y sea del mercado, también podrá ir adelante.
Así miradas las cosas, la pregunta clave pasa a ser, ¿qué es lo útil? ¿cuál es el estándar? ¿cómo se mide si el sistema de pensiones cumple o no cumple con su propósito?
La respuesta no puede ser otra que el sistema de pensiones sirve y cumple su rol si entrega jubilaciones que aseguren que los ahorrantes, que cotizaron toda una vida, tendrán un ingreso que les garantice dignidad en sus existencias.
Esto es muy definitivo, si las personas alargan hasta que ya no pueden más su vida laboral porque si se jubilan caen en la pobreza, ello significa que el sistema
no es eficiente, que no cumple con su labor esencial, que demanda cambios estructurales.
Este es hoy el dilema de fondo.
El Estado ya tiene una carga fiscal enorme con el otorgamiento de los “Bonos de incentivo al retiro” que se entregan, previa autorización por ley, para estimular a los funcionarios públicos a dejar sus ocupaciones y abrir paso a fuerzas de refresco que refuercen la administración central del Estado.
Esa es una inversión cuantiosa de recursos fiscales para “parchar”, o “sacar las castañas con la mano del gato”, pues aquel enorme desembolso correspondería a las AFP.Aún así muchos de estos empleados públicos prefieren seguir bregando, a pesar de sus años y sus condiciones de salud.
Ahora bien, en el sector privado, tales bonos no existen.Y lo que ocurre no es nada grato para Chile, debido a que enormes contingentes de trabajadores o tienen una mala pensión o siguen laborando como pueden.En el presente, jubilarse es un trago amargo, una pesadilla, un agobio, una frustración.
De manera que si volvemos a la teoría del gato, con las AFP estamos nutriendo un felino “traguilla”, voraz, pero flojo, un gato de chalet. Esto es, un minino cómodo, obeso y egoísta.