Históricamente en Chile, la matriz sociopolítica ha estado dominada por el Estado en desmedro de la sociedad civil y en materia electoral, el que conquista el centro gana las elecciones.
Dos supuestos que han caracterizado el comportamiento político y electoral de los/as chilenos/as en los últimos años, que hoy parecen estar en cuestión a la luz de la masividad del paro nacional convocado por los estudiantes universitarios y secundarios -que ya adquirió el carácter de movilización multisectorial-, y de otras señales que podrían anunciar un cambio de paradigma.
Como la previa de la presidencial son las municipales y ya se empiezan a generar movimientos en torno a ellas, en estos días hemos visto al gobierno coquetear nuevamente con la DC, como si ella efectivamente representara al centro (y también con el PRI y los radicales, ofreciéndoles cargos gubernamentales que rechazaron).
Se ha dicho que quien interprete los requerimientos del centro, ganará las próximas elecciones presidenciales. Pero con un reordenamiento de fuerzas y una crisis política en ciernes, el esquivo centro tal vez no tenga un domicilio conocido, esté repartido entre distintos partidos que buscan apropiarse de ese segmento o, tal vez, el centro se corrió a la izquierda.
Es posible que la transversalidad de actores sociales que han hecho suyas las demandas por el fin del lucro, por un efectivo derecho a la educación y por impulsar cambios estructurales al modelo económico, hoy representen a la mayoría.
Por ende, si tradicionalmente la mayoría ha estado en el centro, podríamos decir que hoy el centro está lejos de ser de derecha.
Es cierto que en las últimas elecciones presidenciales la Concertación perdió votos de centro, pero ello no significó que la mayoría fuera de derecha.
Se podrá argumentar que quienes salen a las calles a protestar no representan a la mayoría, pero sumemos a las manifestaciones masivas más importantes en los últimos 20 años, el 65% de rechazo al gobierno en la última Adimark, la crisis de conducción política que han denunciado los propios partidos oficialistas y la puesta en la agenda pública de temas impensados hace algún tiempo (matrimonio homosexual, reformas al binominal, nueva Constitución, etc.).
Chile no es de derecha, sino de centroizquierda y a poco más de un año de gobierno se nota cada vez más.
Cuando se instala un debate sobre derechos (a la educación, a la salud) versus el lucro; sobre lo insuficiente que resulta la democracia representativa para el creciente anhelo de participación ciudadana; cuando a la luz de la estafa de La Polar lo que se critica es el retail en su conjunto, el cobro de intereses sobre intereses y la usura, el cuestionamiento de fondo es a los principios que han inspirado el modelo económico por tres décadas.
En una lectura de ciclos históricos, no deja de ser sintomático que los mismos que desde la dictadura militar desbarataron al Estado, lo minimizaron y desacreditaron en extremo la política, hoy enfrenten una crisis del modelo neoliberal.
Será que en un Chile que no es de derecha, que el gobierno actual sí lo sea viene a evidenciar con mayor fuerza los excesos que la derecha económica viene perpetrando desde que se impulsaron las reformas estructurales durante la dictadura.
Las promesas incumplidas que la ciudadanía hoy se le achaca a este gobierno, son más que las de su gestión: a los representantes de la derecha, este país (que no lo es) les reclama el incumplimiento de las promesas del modelo económico.
La municipalización de la educación secundaria en los 80s, treinta años después arroja como resultado una inequidad que las políticas sociales no han logrado revertir; la privatización de la salud a través del modelo de isapres ha generado una salud para ricos y otra para pobres; el modelo de capitalización individual de las AFPs finalmente entrega pensiones más bajas y el Estado se sigue haciendo cargo de la gran mayoría de ellas; una reforma laboral que terminó por debilitar al movimiento sindical y la posibilidad de negociación colectiva, precarizó el empleo a tal punto que hoy el propio trabajo -otrora medio privilegiado de movilidad social- es el que empobrece a quienes lo ejercen.
El grito es por la recuperación de lo público. Por el bienestar social y no particular, porque sean los beneficios los que se extiendan a la mayoría y no los costos (dado que hasta ahora una minoría concentra los beneficios del crecimiento y la mayoría sufre sus costos).
Quizás no resulte tan aventurado pensar que la forma en que la sociedad chilena se ha definido a partir de las relaciones entre el Estado, los partidos políticos y la base social, esté cambiando.
En el contexto de un gobierno de derecha, la sociedad civil está apelando al Estado a recuperar su papel en la defensa de lo público, porque el mercado como asignador de recursos ya probó que incurre en múltiples fallas, que justifican una intervención más activa del Estado y su rol regulador.
Las fallas del mercado son cada vez más profundas: mercados poco transparentes como el de isapres, AFPs y claramente el retail; externalidades negativas como la contaminación ambiental; inequidades en la provisión de bienes que incrementada las desigualdades.
El mercado falla y cada vez más seguido, generando crisis económicas y financieras a nivel mundial.
Chile suele estar en contra de las tendencias regionales: durante los 80 impulsó el experimento del modelo neoliberal y en la actualidad es de los pocos países del continente que tiene un gobierno de centro derecha.
Pero, al parecer, con la sociedad civil no está ocurriendo lo mismo: la ciudadanía está en sintonía con reivindicaciones globales que apelan a la insuficiencia de un régimen democrático meramente representativo y con procesos sociales, reivindicativos y redistributivos que nuestros vecinos han sabido impulsar.
Hace un tiempo anunciábamos que las manifestaciones ambientales y sociales eran la punta de iceberg del malestar y que la política estaba de vuelta.
A ello habría que agregar que si efectivamente la matriz sociopolítica está evolucionando hacia la predominancia de la base social y si el centro se identifica con reivindicaciones de izquierda, para quienes sepan leer los cambios y conquisten el poder, ya nunca será lo mismo.