Fue un 30 de enero de 1999, en un caluroso verano,que nos reunimos un centenar de militantes de la Democracia Cristiana en un encuentro de reflexión política. El lugar seleccionado fue la mítica comuna de Peñaflor, escenario de importantes encuentros de la DC, como la famosa Junta Nacional de enero de 1968 que enfrentó a los oficialistas, rebeldes y terceristas de aquella época.
Hace 15 años atrás, en este encuentro de diversos sectores progresistas, que fue organizado por el Taller de Convergencia Progresista – taller surgido de un café entre Osvaldo Aravena, Gloria Fuentes y quien suscribe – nos comprometíamos a fijar ciertos “criterios convocantes” de un discurso progresista al interior de la Democracia Cristiana, criterios que debían ser enriquecidos, profundizados y complementados junto a un proceso participativo y de consolidación de un movimiento progresista.
El término “progresista” al interior de la DC siempre ha tenido un cuestionamiento ontológico y semántico, pero finalmente nos permitía identificarnos y reconocernos al interior del Partido.
Es así que, en las conclusiones de dicho encuentro, ya reconocíamos -en el modelo de desarrollo vigente en Chile – un sistema que tendía a la concentración de poder y la exclusión, principalmente emanado desde el poder económico y la injusta distribución del poder político.
Declarábamos que lo anterior se traducía en la atomización de las decisiones, en pequeños espacios públicos y cúpulas políticas, lo cual constituía un obstáculo primordial en la construcción de un Chile justo y democrático, y generaba debilitamiento de las facultades de la sociedad civil para crear y participar.
Diagnóstico totalmente vigente en el Chile actual.
En ese verano insistíamos que “nos sentimos disconformes con el modelo económico y social que predomina en el mundo contemporáneo y en nuestro país.Que el neoliberalismo no constituye, ni remotamente, una respuesta humanista cristiana a la persona de hoy”.
Conscientes de que no bastaba la simple declaración de intenciones veíamos al PDC como “un instrumento de transformación social y de acción política, heredero de una vocación por el cambio que inspiró a nuestros fundadores y que nuestro compromiso es para que sea un instrumento eficaz de cambio social, reafirmando la ética general del respeto irrestricto de los derechos humanos, ya que en estos valores converge la acción política”.
¿Cuál es la importancia de traer a colación dichos recuerdos y declaraciones?
Soy un convencido de que se debe colocar a la Democracia Cristiana al servicio de las grandes transformaciones que se vienen. Debemos ser un partido de vanguardia, popular y nacional como lo declaró nuestro último Congreso Ideológico y Programático.
Debemos ser un actor convocante en la consolidación de una nueva mayoría social y política que construya un nuevo modelo de desarrollo humano con la participación de todas y todos.
Es el esfuerzo que hemos intentado desde el Movimiento Refundación PDC, donde hemos tratado de impulsardichos postulados en la acción política y en nuestras declaraciones de los últimos cuatro años, y que continuaremos porfiadamente en dicha senda.
Pero ¿cuáles son los nuevos escenarios y desafíos que se abren para lograr esto?
En primer término, que los demócratas cristianos que estamos por estas definiciones coordinemos un frente amplio interno que recoja dichas propuestas.Son miles las personas y equipos que podemos autoconvocarnos para semejante tarea.
Que al igual que las y los camaradas que nos juntamos en Peñaflor hace 15 años “comprometemos nuestras voluntades a generar las condiciones para un proceso participativo, de carácter nacional y de madurez política en torno a una convergencia progresista, aplicando un estilo de trabajo y mecanismos de comunicación acordes con nuestros principios, por sobre intereses y legítimas ambiciones personales”.
Por último, que persistentemente – y al igual que el llamado de 15 años atrás –reconozcamos que “este documento de reflexión y de confrontación de ideas invita a concluir compromisos claros y explícitos, de manera tal que la voz que emane desde la localidad de Peñaflor se irradie por todos los rincones del país, gritando que aquí estamos para no quedarnos conformes con el país en que vivimos, para no quedarnos conformes con nuestra propia conducta, para no quedarnos conformes con lo establecido, para sólo conformarnos en la construcción de una sociedad libre, justa y solidaria.”