Con mi amigo Pedro Marinkovic, hijo de pampino, nos sorprendimos al constatar que ninguna ceremonia gubernamental ni tampoco sindical recordó los trágicos hechos ocurridos un caluroso 21 de diciembre de 1907, en la conocida Escuela Santa María de Iquique.
Dicha Escuela fue primero el refugio y posteriormente la tumba, de cientos de trabajadores del salitre y de sus familias, quienes se encontraban realizando una huelga originada por una serie de demandas insatisfechas.
A saber, reducción de la jornada diaria a 14 horas; la eliminación de las fichas (se exigía el pago de remuneraciones en moneda efectiva y no en fichas vinculadas a alguna pulpería en particular); pago de los jornales a un cambio fijo de 18 peniques, y no supeditado a la fluctuación del tipo de cambio; asistencia médica en las faenas, ya que existía una alta tasa de accidentes laborales, cubrir los cachuchos (1) ; libertad de comercio en las oficinas salitreras; balanzas en las pulperías para controlar el peso de las mercaderías; concesión de locales gratuitos para el establecimiento de escuelas nocturnas para obreros, etc.
Ese 21 de diciembre, el General Roberto Silva Renard suprimió a sangre y fuego la mayor huelga salitrera de que se tiene memoria en Chile. Este suceso histórico conocido popularmente como la Matanza de Santa María ha sido plasmado en la obra “La Cantata de Santa María ” del compositor Luis Advis.
Este connato de revolución proletaria originó, según algunos autores, la muerte de más de 3.000 personas (obreros, mujeres, niños), otros en cambio aseguran que habrían sido 300 muertos y más de 500 heridos.
La madre de Pedro, que fue alumna de dicha Escuela en el año 1927, recuerda perfectamente los impactos de bala en las paredes como también leyendas de muertos o aparecidos que penarían en el plantel.
De la misma manera, don Vladimir, el padre de Pedro, le exigió que no lo enterrara en la Oficina Salitrera de San Enrique, de la cual era su dueño, porque tenía tristes recuerdos de aquella época.
Sea como fuere, en ese infausto día murió la mayor cantidad de personas ocasionadas por un motín o huelga obrera en la historia de Chile.
¿Por qué razón entonces nadie recuerda lo ocurrido? A nuestro juicio, por lo siguiente:
• La huelga salitrera en sí y su posterior “supresión”, no provocó mayores efectos a nivel regional, nacional ni internacional.
• La sociedad chilena desconoce la Historia de Chile en general, y en especial, los movimientos y organizaciones políticas y sindicales.
• Nadie recuerda a los vencidos y menos en una fecha ad portas de Navidad.
• Es un tema complejo por los actores que se vieron involucrados. Un gobierno errático y vacilante; unas Fuerzas Armadas obedientes y disciplinadas; un grupo valiente de sindicalistas, pero sin claridad en la forma de alcanzar sus objetivos; propietarios salitreros, en su gran mayoría ingleses, indolentes; partidos políticos de gobierno y oposición en continua y mezquina disputa; una masa de pampinos angustiados y desesperados por su situación socio-económica; una población de Iquique expectante y temerosa y una Iglesia católica ausente, entre otros actores.
Por otra parte, el entorno de esta inconclusa y fallida negociación entre trabajadores y empleadores se dio en una ciudad que se vio repentinamente invadida por un movimiento obrero que habría reunido a 20.000 personas, siendo que, a esa fecha, la población de Iquique apenas superaba las 45.000 almas. Este hecho originó recelos mutuos, los que se transmitieron al Gobierno y a la sociedad iquiqueña.
Como señalamos precedentemente, el Gobierno del Presidente Pedro Montt, quien a su vez tenía sus propios problemas familiares, temía una radicalización y expansión de este conflicto en todo el país, como también la influencia de dirigentes y obreros peruanos y bolivianos, que eran parte de este conglomerado.
El Gobierno debía velar porque la propiedad y el orden público fuese respetado, sobre todo teniendo en cuenta que nuestro país venía saliendo de una guerra civil (1891).
En este contexto, nos afligió constatar que los sobrevivientes de la Escuela Santa María debieron regresar a sus respectivos trabajos (calicheros, pirquineros, cachucheros) sin haber conseguido su misión, incluso sabiendo que muchos de sus amigos/a y familiares murieron impunemente en esa Escuela. Regresaron dolidos y humillados. Debe haber sido muy duro soportar esa carga emocional.
Con todo, creemos con Pedro que ese sacrificio no fue en vano. La historia no puede ocultarse eternamente.
Por ejemplo, en nuestra querida Croacia, durante todo el Gobierno del Mariscal Tito e incluso en años posteriores, se ocultó y/o negó la masacre de Bleiburg (frontera austro-eslovena), ocurrida en mayo de 1945.Sólo hace pocos años, se ha comenzado a conmemorar públicamente ese suceso histórico.
Finalmente, aunque aparentemente es políticamente incorrecto recordar esta desgracia, incluso hoy en día, consideramos que las autoridades de Iquique como también los sindicatos, las asociaciones gremiales y las Iglesias, entre otros actores sociales, debieran realizar algún gesto y/ acto público tendiente a rememorar lo ocurrido.
Porque a nuestro juicio, las personas y sus sacrificios nunca mueren, en la medida que se mantengan presentes en nuestra memoria.
(1) Cachuchos: estanque de gran capacidad donde se decanta el caliche a más de 100 grados de temperatura, en aguas viejas. Al tenerlos descubiertos, se producía un elevado número de accidentes, que provocaban la muerte del pampino o calichero.