Son útiles esos días de pausa previos a una elección.Se detiene la frenética actividad de los candidatos y los comandos y la ciudadanía, a veces poco informada, comienza a indagar sobre los lugares de votación y quiénes son los postulantes al Parlamento y a Consejeros Regionales.
La presente ha sido una campaña bastante ejemplar, salvo ciertas descalificaciones personales y una actitud torpemente intervencionista por parte de la Moneda.La gente la toma con calma, con madurez, sabiendo que su decisión, por importante que sea para el destino inmediato del país, no alterará en lo inmediato su vida cotidiana.
Con asombro leía el titular de una crónica en el diario El País sobre los comicios chilenos, que los calificaba como los más “polarizados” de las últimas décadas.¡Curiosa afirmación!Si bien hay cambios significativos que dependen del veredicto popular, no se advierte una tensión ideológica que pudiera recordar al pasado.
Es verdad que se habla del inicio de un nuevo ciclo político, pero nadie puede calibrar cuanto tendrá de continuidad y cuanto de cambio la nueva etapa. Elegiremos un gobierno por cuatro años con un mandato claro y acotado. En la hipótesis probable de un triunfo de M. Bachelet, a juzgar por su programa, su compromiso con esas transformaciones profundas está bien definido y no deja lugar a incertidumbre.
Leyendo el informe de Larraín Vial sobre las elecciones, que da por ganadora a M. Bachelet, se advierte que – como se dice en jerga económica – los mercados ya asumieron el cambio y miran el futuro con confianza. La duda está en saber cuánto podrá influir en el crecimiento una política más redistributiva.
Para el caso chileno, nadie duda que la economía seguirá creciendo y el programa de M. Bachelet prospecta una serie de medidas destinadas a corregir los desequilibrios coyunturales que dejará en herencia este Gobierno y echar las bases para un desarrollo sustentable del país en el tiempo, que debiera respetar el medio ambiente y los derechos de los trabajadores y servir de base a políticas sociales en favor de las mayorías.
Dos son las incógnitas del domingo ¿triunfará M. Bachelet en primera vuelta? y ¿cómo quedará configurado el Congreso Nacional? De los resultados de la elección dependerán el impulso y el ritmo que podrán tomar los cambios comprometidos en el programa de M. Bachelet.
Una victoria contundente en primera vuelta generaría un clima político favorable a esas transformaciones; lo mismo puede decirse del resultado parlamentario.Aunque no se alcancen los altos quórum que la Constitución exige para ciertos cambios – por ejemplo los políticos- si las fuerzas que respaldan a M. Bachelet alcanzaran una mayoría significativa en ambas cámaras, sería menos costoso concretar las reformas.
Es conveniente que todos reflexionen antes de sufragar. Así los que quieren cambios:
- Si no concurren a votar o anulan la papeleta, su gesto carecerá de todo significado político, salvo contribuir al desprestigio de las instituciones alimentando tal vez en forma involuntaria la deslegitimación de un proceso democrático en curso que hoy requiere de un nuevo impulso.
- Si marcan el sufragio con AC corriendo el riesgo de generar una discusión en las mesas sobre la validez del sufragio al momento del escrutinio, no se olviden de señalar una preferencia presidencial clara para evitar que su voto carezca de todo significado.
- Si votan por candidatos solamente testimoniales, por nobles que sean sus propósitos y las causas que defienden, reservándose para emitir en una segunda vuelta un “voto útil”, de hecho le restan fuerza al caudal mayoritario que busca transformaciones profundas, dando la razón a quienes desde el bando opuesto apuestan a la dispersión.
- Si votan por M. Bachelet, que lo hagan también por la lista de la Nueva Mayoría al Parlamento y a los Gobiernos Regionales para que el nuevo Gobierno pueda cumplir su programa.
Las elecciones del domingo van a ser decisivas para definir el contenido del nuevo ciclo político que el país comenzará a vivir. Todo depende de cada uno de nosotros.