El Desarrollo Económico es un fenómeno tan complejo que implica, para empezar, que se lo considere como Desarrollo Económico y Social (DES), pues ambas dimensiones están indisolublemente ligadas. Este es un proceso de largo plazo que requiere –para evitar quedarnos a las puertas del desarrollo- comenzar por comprender que el mero crecimiento económico no resuelve todos los problemas.
Tan complejo es, que en la literatura especializada no encontramos una teoría que explique en términos sólidos la experiencia de los países exitosos y menos una interpretación general de aquellos que se han quedado en el camino.
Si se analiza la realidad histórica, se podrá notar la existencia de “casos” muy diferentes en países que han progresado en forma sistemática y equilibrada durante lapsos prolongados, como en el caso de Alemania, Suiza, Suecia, Estados Unidos, Canadá o Australia, aunque tengan algunas características similares.
Sin embargo, la evidencia histórica también muestra que con el Desarrollo Económico y Social se generan algunas tendencias o efectos que se repiten en todos los casos de progreso, cambios estructurales que suceden a medida que los países se desarrollan. Esas constancias son las que han permitido elaborar los llamados “patrones normales de desarrollo”. Sin embargo, la evidencia de estos patrones no permite elaborar una teoría del desarrollo ni tampoco recomendar una estrategia para lograrlo.
Los antecedentes mencionados han llevado a algunos especialistas a describir (no definir) el DES como un proceso en el tiempo, en el que ocurren profundos cambios estructurales en la sociedad.
A su vez, estas transformaciones van generando un proceso de ajustes y desajustes continuos que son la fuente del progreso, de tal forma que la interrupción de este dinamismo, a causa de la solución a los desequilibrios, llevan a la estabilidad del proceso, cuando los países han logrado un alto grado de desarrollo y de bienestar, tal como el alcanzado por buena parte de los países de Europa los cuales, a pesar de la actual crisis financiera, han mantenido sus niveles de vida.
También puede ocurrir en varios casos, que los países dejen de progresar a causa de la desaparición de los elementos dinámicos en la sociedad, provocando la mantención de los niveles de bienestar, la mediocridad del desarrollo intermedio.Son los casos de los que se quedaron en el camino, sin avanzar ni retroceder.
Un estudio de Clarisa Hardy sobre Latinoamérica (LA) entrega valiosos datos provenientes de una tipología, que permite comparar la situación relativa entre los 18 países incluidos, así como examinar algunos antecedentes sobre el proceso de DES de Chile.
Mirar Latinoamérica es interesante desde muchos puntos de vista: porque se ha ido quedando rezagada en el proceso de progreso mundial, al cual se han ido incorporando una serie de países y zonas geográficas, mientras en el subcontinente es difícil sumar alguno.Además, la tradicional visión de LA como una unidad, con objetivos e intereses comunes, ha ido perdiendo fuerza, a causa de diferencias en sus sistemas políticos, distintas estructuras y estrategias de desarrollo.
Para realizar la estratificación, Hardy utiliza un conjunto de variables tales como pobreza y vulnerabilidad; extensión de los sectores medios; brechas salariales y de ingresos por persona; educación y situación laboral.
Sobre esa base confecciona una tipología de los países, agrupándolos en cuatro categorías: I) países de baja pobreza e importantes sectores medios: Uruguay, Argentina y Chile; II) países de pobreza media y emergentes sectores medios: Costa Rica, Panamá, Brasil, Colombia, Bolivia, México, Venezuela y Ecuador; III) países de alta pobreza y débiles sectores medios: Paraguay, República Dominicana, Perú y el Salvador y IV) países de pobreza excesiva e incipientes sectores medios: Honduras, Nicaragua y Guatemala.
El agrupamiento permite algunos comentarios, partiendo por la constatación que para lograr el desarrollo es necesario un período largo de tiempo; el ingreso por persona importa y mucho, pero no asegura el éxito en el DES; la pobreza está concentrada en zonas rurales, lo cual ha llevado a muchos países a privilegiar en esas regiones las políticas para reducir los bajos niveles de vida, lo que muchas veces, se ha traducido en la “urbanización de la pobreza”.
La tipología diseñada por Clarisa Hardy ubica a Chile entre los tres países que tienen actualmente los mejores indicadores, concretamente en el tercer lugar. Significa que la distancia con Uruguay y Argentina se ha acortado significativamente, en especial con este último, aunque según la autora “con estos antecedentes podemos caracterizar a Uruguay y Argentina como países con sectores medios consolidados y a Chile como un país con sectores medios emergentes y en transición a la consolidación de éstos”.
El examen de las variables analizadas arroja –también- conclusiones de interés en relación a las fortalezas y debilidades actuales de Chile: la lucha contra la extrema pobreza aparece como uno de los principales logros, pero con ello se descuidaron otros sectores que también tienen un bajo nivel de vida, gente que abandonó recientemente la pobreza y no ha consolidado su nueva condición, por lo que los sectores vulnerables, que agregan una parte de la clase media, reflejan problemas y Chile se incorpora, en este punto, a algunos países del segundo grupo.
A esta delicada situación se suma los altos niveles de desigualdad, entendida como la brecha en el ingreso por persona entre los sectores pobres y de mayores recursos, y expresada principalmente –como lo indicó Hardy- en “dos terrenos en que la desigualdad se manifiesta: en la educación y en el mundo del trabajo”.
Para atender este problema, la atención prioritaria debería estar en los Programas de Transferencias Condicionadas, que tienen la virtud de convertir al beneficiado en un sujeto que participa de su propia mejoría.
Otro segmento en que se debiera poner atención es en el de los ancianos, especialmente porque las características demográficas señalan que su tamaño aumentará a causa de la creciente esperanza de vida que poseen y que acumulan un alto porcentaje de vulnerabilidad.
A éste también se agrega el de los minusválidos, con incapacidades físicas y de orden intelectual y psíquico. Pese a que estos puntos relevan el problema de la vulnerabilidad, en ellos no se incluye la concentración productiva, uno de los pilares de la desigualdad existente y, por ende, imprescindible de ser considerada para estructurar cualquier estrategia futura de desarrollo que aspire a enfrentar prioritariamente este escollo, cada vez más importante como traba en el progreso nacional.
Leer versión extendida en: http://www.asuntospublicos.cl/2013/10/chile-un-caso-de-desarrollo-incompleto/